Un mundo post-Brexit, post-Trump podría aprender de Colombia

Este año una seguidilla de resultados electorales han dejado a las democracias liberales en estado de coma y a los “expertos” sin respuestas. En un acto autodestructivo sin precedentes, el electorado británico votó a favor de abandonar la Unión Europea en un referendo  este junio. Sin animo de ser eclipsados por sus primos al otro lado del Atlántico, los ciudadanos estadunidenses eligieron a un magnate de Wall Street, educado en las universidades mas prestigiosas de EE.UU., como su representante en contra de las elites tradicionales. El mensaje de Donald Trump, o quizás la ausencia de un mensaje coherente, resonó con varios sectores del electorado americano, y un gran numero (aunque no una mayoría) eligieron a Trump como su próximo presidente.  

De manera similar en Colombia, después de años de negociaciones entre el grupo guerrillero de las FARC y oficiales del gobierno en la Habana, Cuba, el electorado colombiano votó en contra de la paz en un referendo en octubre. Influenciados por una campaña de medias verdades y temores inexistentes, los colombianos rechazaron un acuerdo de paz que hubiera puesto punto final a 60 años de conflicto y una resolución favorable a la ultima guerra del continente.

El acuerdo de paz, hasta el ultimo instante, parecía un hecho. El presidente Juan Manuel Santos y los negociadores de las FARC prematuramente (en retrospectiva) celebraron el fin de la guerra con una ceremonia oficial una semana antes del referendo. La mayoría de las encuestas predecían con confianza la ratificación del acuerdo por parte de los ciudadanos, y la comunidad internacional hacia preparativos para una Colombia en paz. Sin embargo, todos estos planes se fueron a pique en la noche del referendo.  

Las regiones marginalizadas, aquellas que han sido más afectadas por la violencia, fueron ignoradas. ¿Les suena familiar?

En la mañana del 3 de octubre, el día después del referendo, las divisiones que causaron el génesis del conflicto en Colombia eran evidentes. La incertidumbre y los miedos sobre un retorno a la guerra dominaban las conversaciones. Para más colmo de males, el voto por el No fue particularmente popular en los centros urbanos, los cuales han permanecido blindados, en su mayoría, de los vestigios y efectos de la guerra. Una vez más, las regiones marginalizadas, aquellas que han sido más afectadas por la violencia y que votaron en su mayoría por la paz, fueron ignoradas.

Liderados por el carismático ex presidente derechista, Alvaro Uribe , la campaña del No fue inesperadamente popular, y en su marcha esta fue ganando seguidores del establecimiento religioso y conservadores de varias cepas. La campaña fue acida, y temas ajenos a la paz como el aborto, los derechos de las minorías sexuales y la economía, se discutieron en el debate. El país estaba dividido entre religiosos y seculares, ricos y pobres, pueblo y ciudad. En la Habana, las FARC miraban nerviosamente y aclararon que nunca colaborarían con Uribe y los intereses políticos del terrateniente. Este tratado de paz era el único, no había plan B. De la misma forma Uribe se declaró en contra del tratado, repudiando el hecho de que se estuviera negociando siquiera.


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The referendum on Colombia's peace agreement turned into a highly contentious and politicized campaign divided along class, ideology, and religious lines.


Dado el ambiente tenso y los riesgos que un fracaso conllevaba, era extremadamente importante que un acuerdo de paz se ratificara por el pueblo colombiano. Desafortunadamente, el acuerdo fue destrozado por un margen mínimo de votos (menos de 0.5%) y altos niveles de abstención: solo un triste 37% del electorado se molesto en votar. Los expertos, los medios, el gobierno y la comunidad internacional quedaron perplejos.

41 días después de esta tragedia electoral y a pesar de todo, el presidente Santos, los lideres de la oposición y las FARC han conciliado un nuevo acuerdo, en un esfuerzo admirable y una disposición a la política inclusiva. A pesar del descalabre después del referendo, el presidente Santos oportunamente abrió diálogos con las fuerzas del No y la extrema-derecha.  El miércoles después del referendo, Santos se reunió por primera vez en seis años con Álvaro Uribe.

Durante la presidencia de Uribe, el aquel entonces Ministro de Defensa Santos era uno de sus aliados más poderosos, y los medios lo veían como el heredero político del popular presidente Uribe. Sin embargo, Santos demostró ser pragmático y abandonó los aires guerreristas de Uribe. La rivalidad entre Uribe y Santos ha dominado la política colombiana desde entonces.

A Santos no le importó la mala espina que se tenían con Uribe, y decidió escuchar al ex mandatario para salvar el acuerdo de paz. Gracias al renovado apoyo del comité noruego del Nobel de la Paz, los negociadores en la Habana y las FARC cambiaron de opinión y estuvieron dispuestos a hablar con sus enemigos. Finalmente, hay que reconocer la predisposición de los lideres del No para dialogar. Hoy, por segunda vez, Colombia esta apunto de conseguir la paz.   

Los países divididos en Europa y Norte América pueden aprender de los compromisos que los Colombianos han hecho. El presidente Trump no puede liderar sus país sin las ciudades, sin el establecimiento político y sin la mitad del país. El Reino Unido va a seguir estancado si Theresa May no está dispuesta ha negociar con aquellos que votaron por permanecer en la Unión Europea. Estos países todavía están bajo un régimen democrático, y como tal, diferentes sectores sociales tienen que aprender a convivir y tolerar a los otros. Ningún colombiano ha conocido la paz en sus vidas, pero, a pesar de nuestra trágica historia, nosotros hemos llegado a aceptar esto. Seguramente, EE.UU. y Europa pueden concluir lo mismo.