La colaboración entre movimientos para cubrir las lagunas de financiamiento para las mujeres en Nepal

Photo: Jim Holmes for AusAID - Flickr - Some rights reserved - (CC BY 2.0)

Los pueblos indígenas provienen principalmente de zonas rurales y montañosas, y la mayoría de ellos no tienen acceso suficiente a los marcos institucionales.


De los escasos fondos destinados a los grupos minoritarios en Nepal, solo una fracción se dirige a la protección de los derechos de los pueblos indígenas y cuestiones relacionadas. Los pueblos indígenas comprenden más del 35 % de la población de Nepal, y las personas con discapacidad representan el 1.96 % de esa población (es probable que la cifra real sea mayor). Pero todos estos grupos tienen una participación mínima en cuestiones sociales, políticas, económicas y de toma de decisiones. Además, la constitución actual no asegura ni protege la participación plena y efectiva de todos los pueblos indígenas en todos los niveles. De hecho, los pueblos indígenas, las mujeres, los dalits, los madhesis y otros grupos minoritarios y sus problemas específicos fueron excluidos deliberadamente del proceso de redacción de la constitución. En consecuencia, se creó un documento que viola sus derechos humanos fundamentales.

En este ambiente político, conseguir fondos para los pueblos indígenas en Nepal (especialmente para las mujeres indígenas) es extremadamente difícil. Los pueblos indígenas provienen principalmente de zonas rurales y montañosas, y la mayoría de ellos no tienen acceso suficiente a los marcos institucionales. Los garantes de derechos y los socios de desarrollo concentran la mayor parte de su atención en las zonas urbanas, con organizaciones experimentadas que tienen grandes presupuestos y recursos humanos considerables para enfrentar problemas amplios de derechos humanos. Las cuestiones que son de particular importancia para los pueblos indígenas, como el acceso a la tierra, las prácticas consuetudinarias, el desarrollo institucional y de capacidades y algunos aspectos sociales, económicos y políticos (incluidos los asuntos de las mujeres indígenas y las personas con discapacidad) no son una prioridad para la mayoría de los socios de desarrollo y organismos de financiamiento. Cuando existen programas dedicados a estos grupos, suelen ser independientes y estar aislados de los programas para el resto de las mujeres. Con gran frecuencia, los grupos que tienen varios marcadores de identidad, como las mujeres indígenas con discapacidad, quedan fuera del discurso público y los modelos de financiamiento.

Los pueblos indígenas, las mujeres, los dalits, los madhesis y otros grupos minoritarios y sus problemas específicos fueron excluidos deliberadamente del proceso de redacción de la constitución.

En este contexto, resulta muy complicado brindar incluso un poco de financiamiento a las mujeres con discapacidad, especialmente a las mujeres indígenas con discapacidad; además, estos grupos tienen una visibilidad mínima en la esfera pública. El sistema de financiamiento para los grupos minoritarios dominante en Nepal se centra en identidades únicas y aborda sus problemas de forma lineal o vertical, excluyendo la complejidad de analizar varias capas superpuestas de información. Por otra parte, es claro que las mujeres con discapacidad no son un grupo homogéneo; sin embargo, hay muy poca información desglosada por sexo, género, raza, discapacidad y otras categorías y, en consecuencia, es complicado realizar esfuerzos de defensa y promoción con base empírica. En el caso de las mujeres indígenas con discapacidad, las organizaciones quieren dar fondos de asistencia para las mujeres, o para los pueblos indígenas, pero no saben qué hacer ni cómo trabajar con esta categoría de mujeres tan específica. A su vez, las mujeres indígenas con discapacidad tienen poco espacio y capacidad de participación en las consultas.

Con base en la futura Ley de Gobernanza Local, que se está preparando actualmente para reemplazar la versión de la Ley de 1999, los gobiernos locales a nivel de distrito y aldea destinarán del 5 al 15 % de sus presupuestos a los grupos minoritarios. Se supone que estos fondos se asignan de manera proporcional con base en el tamaño de cada población minoritaria, pero en realidad esto suele depender de quién tiene voz e influencia a nivel local. Los pueblos indígenas sí reciben algunos de los fondos de este desembolso, pero la mayoría de los fondos asignados se destinan a proyectos de desarrollo comunitario, como infraestructura comunitaria, de agua y de caminos. Las mujeres y las personas con discapacidad tienen pocas posibilidades de recibir algo de dinero, y si lo hacen se trata solo de una cantidad anecdótica: un gesto simbólico que no basta para lograr mucho. Si quieren recibir fondos de otras fuentes, a menudo se les informa que los grupos pequeños no tienen la capacidad de lidiar con todos los procedimientos de las propuestas, ya que carecen de recursos humanos y no tienen suficiente experiencia en transacciones para administrar las subvenciones de forma adecuada, o con mayor frecuencia, es posible que su trabajo no encaje dentro de las carteras de financiamiento para los derechos de los pueblos indígenas, las mujeres o las personas con discapacidad, por lo que se les desalienta incluso de intentarlo. Aun en los casos en que estas pequeñas agrupaciones activistas tienen éxito, los financiadores y las organizaciones más grandes siguen teniendo importantes lagunas de conocimiento con respecto a cuáles son las condiciones de las poblaciones vulnerables específicas y cómo responder a sus necesidades.

Identificar las comunidades y acercarse a ellas deben ser las herramientas principales para cubrir estas lagunas de conocimiento, una labor esencial para obtener fondos y usarlos con eficacia. Es solo a través de consultas con estos grupos que los financiadores podrán diseñar diferentes actividades y programas a nivel local con base en las necesidades de estas poblaciones a corto y largo plazo. En este campo, los financiadores necesitan crear estrategias junto con las comunidades para identificar a las personas más vulnerables, y tienen que buscar a las organizaciones de mujeres indígenas con discapacidad.

En segundo lugar, para garantizar la participación de estas mujeres en todos los niveles, es necesario identificar las buenas prácticas y las lecciones aprendidas en la formulación de políticas, así como plantear los desafíos y las cuestiones que se debatirán con otras partes interesadas a fin de lograr un cambio real.

En tercer lugar, la colaboración es esencial para obtener la información que necesitamos. Las organizaciones que trabajan con mujeres y las organizaciones que están dirigidas por mujeres pueden colaborar con las mujeres con discapacidad para abordar cuestiones relevantes para todas. Por ejemplo, hace poco, la National Indigenous Women Federation trabajó en colaboración con la National Indigenous Disabled Women Association Nepal en materia de socorro en casos de desastre para llegar a las mujeres más vulnerables e identificar sus necesidades. A través de esa colaboración, pudimos recolectar pruebas y utilizarlas para presionar al gobierno y los actores interesados pertinentes para que tomaran medidas.

Del mismo modo, existen redes en las que diferentes clases de mujeres, como las mujeres con discapacidad, mujeres solteras, mujeres rurales, mujeres dalits, mujeres indígenas, mujeres madhesis y mujeres musulmanas, se han unido para trabajar de manera colectiva y obtener mejores resultados de los que podrían lograr por su cuenta en temas de interés para todas. Otro ejemplo es el informe de Nepal en virtud de la CEDAW: cuatro organizaciones distintas que trabajan con grupos marginados se unieron para documentar en conjunto problemas como la discriminación, el uso excesivo de la violencia, el estigma, las prácticas nocivas y los estereotipos prevalecientes en la sociedad nepalí.

La colaboración entre movimientos puede generar fortaleza colectiva: si las organizaciones pequeñas no tienen la capacidad de crear y administrar propuestas, entonces recibir subvenciones pequeñas pero de largo plazo de donantes locales e internacionales, o adoptar estrategias de colaboración con otras organizaciones, puede aumentar sus capacidades y permitirles superar este obstáculo. Sin embargo, hay una mínima comprensión del enfoque interseccional entre los activistas, los donantes y las partes interesadas. Necesitamos investigaciones, datos y otras clases de información que reflejen fielmente la situación para los garantes de derechos, los titulares de derechos, los socios de desarrollo y otros actores clave. A su vez, los financiadores y las ONG internacionales deben usar esta información para garantizar una distribución de recursos más equitativa, y quienes trabajamos a nivel de base podemos promover que esto suceda al proporcionar mejor información.  Además, quienes pertenecemos a grupos minoritarios y trabajamos con ellos tenemos que reformular nuestras estrategias prestando atención de manera más específica a la intersección del género, la identidad sexual, la raza y la discapacidad, para entender mejor distintas formas de desigualdad.

Lamentablemente, el progreso en esta área es lento: los niveles de conciencia en torno a los grupos muy marginados y sus luchas han aumentado en Nepal, pero la situación no ha cambiado. Si estamos trabajando en pro de la igualdad para todas las personas y para lograr una sociedad más incluyente en la que todos tengan su lugar y se sientan como en casa, tenemos que crear un espacio para trabajar con estos temas complejos y a menudo ignorados.

*** Este artículo se elaboró en colaboración con la Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID).