Los derechos humanos enfrentan tiempos turbulentos, dado el deterioro de la democracia liberal; pero tenemos el potencial para reconstruir los derechos si identificamos los lugares y los caminos en donde los ciudadanos están contratacando. Lisa Sundstrom resume el dilema de los desafíos a los derechos y la democracia derivados del populismo en el Norte y la exclusión en el Sur, debido a una relación disputada entre los derechos y la política, y una brecha aparente entre los derechos civiles-políticos y los derechos económicos y la equidad. Sin embargo, precisamente en las cuestiones de derechos sociales que impulsan el nacionalismo en el Norte y en el Sur es donde los derechos se están ampliando. Además, la aparente desconexión con la democracia nacional está politizando los derechos en un sentido positivo, conforme recurrimos más a las campañas en pro de la democracia global y a la reivindicación de derechos en la esfera privada.
By VOA (Марш женщин - в Вашингтоне и за его пределами) [Public domain], via Wikimedia Commons
View of the Women's March on Washington from the roof of the Voice of America building - January 21, 2017.
Incluso en lugares donde los derechos están por los suelos, en las democracias donde el etnonacionalismo está a la alza, la solidaridad ciudadana y un Estado de derecho resiliente son las mejores apuestas para desafiar la regresión. Australia, por ejemplo, está tomando medidas para cerrar los campamentos extraterritoriales de refugiados donde se cometen violaciones de derechos después de que se emprendieron medidas legales para desafiarlos, mientras que los activistas rusos han logrado que el Tribunal Europeo emita sentencias contra la persecución homofóbica. Este año, cientos de miles de ciudadanos marcharon contra el creciente autoritarismo en Turquía, mientras que en India los asesinatos de minorías religiosas y disidentes por fundamentalistas hindúes han dado pie a protestas masivas y una campaña de “No en mi nombre”. Incluso en los Estados Unidos de Trump, los tribunales del país han rechazado la prohibición de la inmigración musulmana, la marcha nacional de mujeres de enero de 2017 fue la manifestación más grande de la historia estadounidense y las acciones cívicas concertadas a favor de los derechos de salud dieron marcha atrás al intento de abolir el seguro nacional de salud.
De hecho, mientras el contrato social liberal y las instituciones cosmopolitas trastabillan a expensas de algunos derechos, las redes dinámicas y las nuevas formas de globalización extienden el efecto y el alcance de otros. Recientemente, David Forsythe reconoció las limitaciones estructurales de la soberanía, el nacionalismo, la desigualdad social y la doble moral que señalaron Stephen Hopgood, Samuel Moyn, Eric Posner y Emilie Hafner-Burton, entre otros. Sin embargo, refuta sus visiones distorsionadas de las principales instituciones de derechos humanos y la exclusión de las tendencias transformadoras en el Sur global y las campañas populares.
"Los derechos humanos pueden ir más allá de las polémicas oposiciones binarias de lo local y lo global, la protección y el empoderamiento,"
Los derechos humanos pueden ir más allá de las polémicas oposiciones binarias de lo local y lo global, la protección y el empoderamiento, y los de dentro y los de fuera, al introducir voces nuevas, derechos nuevos y caminos nuevos hacia el cumplimiento. Un análisis colectivo reciente sobre el futuro de los derechos humanos esboza varias situaciones hipotéticas distintas: mantener el rumbo, la asociación pragmática, el asistencialismo global y el papel secundario. Estas alternativas consisten, respectivamente, en reforzar el régimen de derechos humanos existente, incorporar distintos conjuntos de Estados y grupos de apoyo, ampliar los derechos para abarcar el bienestar social y la justicia económica, y dejar de lado las luchas por los derechos a cambio de otros lemas de movilización. Junto con las prometedoras opciones intermedias para ampliar las normas de derechos sociales y las alianzas globales, en lugar de desechar el sistema legalista de derechos humanos, los reformistas constructivos abogan por la diversificación del repertorio institucional de derechos humanos para crear un “ecosistema de derechos humanos”. Además de restringir la capacidad de los Estados de abusar de sus ciudadanos, este repertorio ampliado debe incluir relaciones de poder a los niveles supra y subnacional, que no se incluyen en el tradicional régimen interestatal de derechos humanos. También es necesario desarrollar un mecanismo de atribución de responsabilidad por los “agravios privados” como el maltrato laboral y la violencia de género.
Las reivindicaciones integradoras como el desarrollo basado en los derechos y la justicia ambiental pueden reforzar estas conexiones. Por ejemplo, el vínculo entre la identidad, la dignidad y la discriminación moviliza a los grupos marginados, como los pueblos indígenas, los movimientos de mujeres y los promotores de derechos en el Sur Global, en campañas transformadoras como las que defienden el derecho humano al agua y el saneamiento. El “lenguaje de los derechos” se puede adaptar traduciendo las normas globales en temas vernáculos, como los derechos de salud, para crear apoyo local. Los movimientos transnacionales emergentes crean marcos que parecen mejorar la respuesta a nivel nacional (como el término “feminicidio”, que ha generado legislación y programas en toda América) y establecen vínculos entre ellos. El régimen de derechos humanos se expande para exigir responsabilidades más amplias de los perpetradores a nivel supra y subnacional. Desde arriba, observamos el establecimiento desigual pero trascendental del derecho indígena al consentimiento previo e informado respecto a los proyectos de desarrollo internacional; desde abajo, la propagación de la doctrina de la obligación de “debida diligencia” de los Estados de proteger a sus ciudadanos contra la violencia de género cometida por actores privados.
Como conjunto de instrumentos y “ecosistema” en expansión, el repertorio internacional de los derechos humanos ha pasado del derecho y las instituciones globales de jerarquía vertical a los flujos polifacéticos, como los boicots, y múltiples niveles de gobernanza. Entre los nuevos foros alternativos de gobernanza, se encuentran las instituciones interregionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos y una red cada vez mayor que incluye a cientos de ciudades de derechos humanos. El régimen de derechos también ha cambiado la capacidad de influencia en la gobernanza a través del creciente reconocimiento de las políticas públicas basadas en los derechos, como la planificación urbana y los servicios sociales. A pesar de las antiguas críticas sobre movimientos de derechos humanos guardianes que dominaban la agenda del ecosistema, en este momento, la movilización y los modelos horizontales son algo frecuente. Los ejemplos van desde las campañas nacionales en pro del derecho a la alimentación en India y Brasil hasta las coaliciones transnacionales a favor de los derechos de los trabajadores domésticos y las redes horizontales de defensores ambientales.
En un mundo posliberal, necesitamos más y mejores derechos humanos, no menos. En las fronteras de la práctica global, podemos encontrar un camino a seguir: volver a vincular las luchas por los derechos civiles-políticos y económicos-sociales, democratizar el movimiento y el régimen global, y ampliar las categorías y las responsabilidades de derechos humanos. Las distintas generaciones de movilización de derechos han construido un valioso capital social e institucional que puede volverse a desplegar cuidadosamente para fomentar la resiliencia frente a las regresiones y las extensiones de las nuevas amenazas a nivel mundial. No se trata de la democracia liberal de tu padre, sino de la ciudadanía global de tu hermana.