Este artículo hace parte de la serie Up Close de OGR “La emergencia climática ante las cortes," sobre la difusión global de litigios basados en derechos humanos que buscan impulsar accciones contra el cambio climático.
Si algo nos ha enseñado la pandemia del coronavirus acerca del mundo natural es que las fronteras políticas son irrelevantes. Y como la pandemia, el cambio climático amenaza a todas las personas pero nos afecta de maneras distintas, dependiendo de nuestros niveles de riqueza e ingreso, nuestras discapacidades físicas y mentales e incluso nuestro color de piel. Los dueños de viviendas privadas cerradas en los Cayos de Florida están amenazados por el aumento del nivel del mar, pero sus preocupaciones tienen un fuerte contraste con las de los residentes del centro de Miami y mucho más con las de los habitantes de la isla de Vanuatu en el Pacífico.
¿Cómo damos cuenta de los impactos tan diferentes del cambio climático, mientras que al mismo tiempo aunamos esfuerzos en una coalición global que sea capaz de abordarlos? ¿Cómo apelamos a lo que nos une, mientras que al mismo tiempo podamos persuadir a quienes tienen más responsabilidad, y más recursos, para que lleven una carga más pesada de los costos de mitigación y adaptación? No podemos lidiar con el cambio climático sin abordar asuntos de diferencia y desigualdad. Si el litigio es uno de los muchos caminos esenciales para el cambio, ¿qué tipos de acciones legales son más efectivas para llevarnos a donde tenemos que ir? ¿Y cómo se ve el litigio climático a través del lente de la igualdad?
El IPCC ha sido claro: “los impactos del calentamiento de 1,5ºC o más, y algunos impactos potenciales de las acciones de mitigación requeridos para limitar el calentamiento a 1,5ºC, recaen de forma desproporcionada en las personas pobres y vulnerables”.
Las mujeres sufren más los impactos del cambio climático, no sólo porque es más probable que sean pobres sino también debido al maltrato de género. “En los países donde la desigualdad de género es más severa, las tasas de mortalidad de las mujeres en los desastres relacionados con el clima, como huracanes, inundaciones, tsunamis, son escandalosamente altas… Cuando el Huracán Katrina azotó a Nueva Orleans en 2005, el 80% de quienes se quedaron en el Noveno Distrito Inferior después de la tormenta fueron mujeres. Son más las mujeres que los hombres quienes viven en la pobreza, menos mujeres tienen automóviles y es más probable que las mujeres tengan dependientes, como hijos y ancianos o parientes enfermos, todo lo cual limita sus posibilidades de salir del área afectada”.
Las personas de color están más expuestas al cambio climático, sufrirán efectos más serios y tendrán menos posibilidades de responder y adaptarse que otras. No es sólo que las naciones de ingresos altos en Europa y Norteamérica tienen más resiliencia que la mayoría global. “Incluso al interior de las partes más ricas del mundo, la distribución espacial del riesgo, la vulnerabilidad y la muerte siguen las líneas existentes de desigualdad social. En los Estados Unidos… los pobres urbanos, que son en su mayoría no blancos, tendrán las mayores tasas de mortalidad debido a una falta de aire acondicionado” y porque es más probable que vivan junto a industrias altamente contaminantes.
¿Cómo damos cuenta de los impactos tan diferentes del cambio climático, mientras que al mismo tiempo aunamos esfuerzos en una coalición global que sea capaz de abordarlos?
Aún así, muchos esfuerzos bienintencionados para lidiar con el cambio climático ignoran sus impactos desiguales. Muchos afirman que el clima es una crisis existencial y que todo lo demás debería ponerse en pausa. Primero, dicen, debemos salvar el planeta y luego preocuparnos por el racismo, el sexismo y la pobreza.
Muchas iniciativas privadas incluso se han enfocado en tecnologías verdes, como vehículos eléctricos y paneles solares, que están disponibles de manera amplia para los más ricos, mientras que “los problemas que afectan a los ciudadanos más vulnerables, como la mejora de líneas de transmisión para llevar energía limpia a áreas rurales o la actualización de mapas de riesgo de inundaciones, son rara vez el enfoque de los donantes más generosos”.
Con respecto a la financiación pública, los gobiernos de los países ricos del norte global han resistido por mucho tiempo las demandas de las naciones más pobres para compensar la contribución históricamente desproporcionada al cambio climático de los primeros.
Así, la búsqueda de la justicia climática, y en particular, del litigio, a través de un lente de igualdad es una elección. ¿Por qué se debe tomar ese camino?
La razón más importante es moral. Es precisamente debido a que quienes tienen la menor responsabilidad del cambio climático serán quienes experimenten sus costos más altos, que es esencial que haya un enfoque que tenga en cuenta ese desbalance. Pero la ética no siempre moldea al derecho o a la política. Por fortuna, utilizar un lente de igualdad en el litigio climático no es sólo lo correcto; también es más efectivo.
El litigio climático con enfoque de igualdad puede resaltar, y ayudar a que los líderes políticos corrijan, los riesgos de implementar nuevos impuestos (al combustible o a otros elementos) que afecten desproporcionadamente a las personas con ingresos modestos, o de cerrar fábricas de carbón o cultivos de palma sin considerar las posibilidades de empleo de los trabajadores y campesinos. De esta manera, ese tipo de litigio puede promover políticas más sostenibles ambiental y políticamente.
No podemos lidiar con el cambio climático sin abordar asuntos de diferencia y desigualdad.
Un marco de igualdad también puede mejorar la viabilidad del litigio climático en las cortes y así aliviar las preocupaciones entendibles de algunos jueces cuando deben fallar en lo que a veces se llaman “asuntos políticos”. Las cortes en varios países alrededor del mundo han acumulado experiencia sustantiva para decidir en casos de igualdad y ahora hay una jurisprudencia bien establecida a nivel nacional e internacional en la cual basarse. De manera más fundamental, como John Hart Ely y otros han enseñado, las cortes que consideran casos a favor de grupos desfavorecidos están actuando no para debilitar sino para reforzar las normas democráticas, pues enfocan la atención en las personas cuyos intereses a menudo se pasan de largo en los procesos políticos mayoritarios. Al enmarcar los casos climáticos, al menos en parte, con un enfoque de igualdad, los litigantes pueden ayudar a que los jueces que no han sido electos sobrepasen la crítica común y obligada de que las cortes deben tomar un paso al lado y dejar que las ramas electas decidan asuntos políticos polémicos. No hay nada de malo en asegurar que los gobiernos presten la atención necesaria, y a veces especial, a las personas con menos poder y menos recursos, que son quienes ya se llevan la peor parte del cambio climático y seguirán haciéndolo. Eso es justicia.
Los litigantes climáticos pueden utilizar la rica experiencia (aunque no siempre exitosa) del litigio por la igualdad para recolectar evidencia estadística detallada de los problemas sistemáticos que afectan a un gran número de personas por un período de tiempo extendido; para atribuir la responsabilidad legal a actores privados y públicos; para subrayar las obligaciones positivas de los Estados a que tomen medidas afirmativas para prevenir y remediar ciertos tipos de daño; y para crear, monitorear y hacer cumplir los remedios colectivos.
Finalmente, una estrategia legal climática con enfoque de igualdad tendrá que aprender de la historia de los defensores de la igualdad en saber reconocer los riesgos y costos del litigio; juntar el litigio con otras herramientas de incidencia; asegurar que el litigio esté enraizado en las luchas de, y sea liderado por, las comunidades a favor de las cuales se hace; planear desde temprano cómo responder al desafío de implementar cualquier fallo que resulte; y magnificar los efectos beneficiales del litigio más allá de una victoria judicial final.
Para aclarar, no todo el litigio climático debe plantear preguntas explícitas acerca del trato igualitario. El fallo histórico de Urgenda en la Corte Suprema holandesa subrayó bien las obligaciones del gobierno de ese país en su responsabilidad de cuidar a todos sus ciudadanos al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero mientras algunos casos deben garantizar los derechos universales a un clima sustentable, otros pueden resaltar las distintas amenazas que genera el cambio climático para grupos vulnerables, como ocurrió con los jóvenes en los casos de las Futuras generaciones del Amazonas y Juliana; los refugiados climáticos, como en los hallazgos del Comité de las Naciones Unidas de los Derechos Humanos en Ioane Teitiota; o los residentes de bajos recursos en lugares como Bangladesh y Puerto Rico que son especialmente vulnerables a las inundaciones o se enfrentan a un peligro mayor debido al aumento del nivel del mar y al clima severo. Un lente de igualdad también podría alimentar un litigio en defensa de los derechos a la protesta de quienes no tienen la atención de los líderes políticos o los medios masivos, y que deben en su lugar hacer que se escuchen sus voces en las calles.
Mientras evoluciona, el litigio climático deberá apoyarse en muchos otros campos de la jurisprudencia. Pero un lente de igualdad brinda ventajas políticas, estratégicas y jurídicas distintivas que no deberían pasarse por alto.