Las redes sociales y las huelgas escolares no son las únicas formas de lograr un cambio social. Mientras que millones de jóvenes, inspirados por Greta Thunberg, de 16 años de edad, han sacudido al mundo con sus manifestaciones masivas y campañas en redes sociales para exigir acciones climáticas, no todos los jóvenes activistas pueden recurrir a esas herramientas. El activismo digital requiere acceso a Internet, una comprensión básica de las redes sociales u otras tecnologías de comunicación electrónica y la capacidad de utilizar el idioma más hablado en la red, el inglés. Además, es posible que las redes sociales no sean tan eficaces para difundir el activismo climático en zonas rurales en las que la mayoría de la audiencia no está en línea. Pero, sobre todo, las personas que están preocupadas por satisfacer sus necesidades básicas, como la alimentación, la salud, la vivienda, la educación y la seguridad personal, rara vez pueden permitirse el lujo de dedicar tiempo a este tipo de acciones.
A pesar de lo anterior, los jóvenes activistas en Colombia han recurrido a estrategias alternativas para exigir a su gobierno que proteja la selva amazónica y tome medidas con respecto al cambio climático.
En enero de 2017, un grupo de 25 niños, niñas y jóvenes colombianos de entre 7 y 26 años demandó a su gobierno por no tomar acciones suficientes para frenar la deforestación en la Amazonía, que es la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero en el país. El resultado de esta acción legal fue un fallo histórico de la Corte Suprema, que reconoció a la Amazonía como una entidad sujeto de derechos y responsabilizó al gobierno por no tomar medidas eficaces para frenar la deforestación. La Corte también ordenó al gobierno crear, junto con los accionantes, la academia y la sociedad civil, un Pacto Intergeneracional por la Vida del Amazonas Colombiano, un pacto integral para proteger la Amazonía colombiana para las generaciones presentes y futuras.
Con el fallo de la Corte Suprema, las voces de los 25 accionantes se transformaron en un llamado colectivo a la acción climática. Dentro de este grupo, sobresalen dos jóvenes, ambas provenientes de regiones de Colombia extremadamente vulnerables al cambio climático y que sufren abandono por parte del gobierno, altos índices de pobreza y la restricción de bienes y servicios básicos como el agua, el saneamiento y la educación. Se destacan por haber desarrollado sus propias herramientas para transmitir el llamado de la Corte Suprema a establecer un compromiso intergeneracional para la protección del Amazonas y la lucha contra el cambio climático.
El arte callejero fomenta la acción colectiva sin la exposición y el enfrentamiento que conllevan las manifestaciones.
Una de ellas es Yuli Correa, estudiante de psicología de 19 años de Florencia, Caquetá, un municipio ubicado en la Amazonía colombiana. En opinión de Yuli, el principal obstáculo para utilizar la huelga como herramienta para el activismo climático es el ambiente cada vez más peligroso que enfrentan los defensores del medio ambiente en Colombia: más de 700 activistas sociales han sido asesinados en los últimos tres años. En Florencia, muchos defensores ambientales que se han opuesto activamente a la extracción de petróleo en la región han recibido amenazas de muerte y se han visto obligados a abandonar la ciudad.
Por ello, Yuli ha recurrido a una estrategia de activismo menos combativa: la pintura. Se unió a un colectivo artístico llamado Las Botellas, un grupo de artistas dedicados al fortalecimiento comunitario a través de la pintura mural y el arte callejero. Muchos de los murales que decidieron pintar las comunidades retratan la resistencia de los pueblos amazónicos a las industrias de combustibles fósiles. Yuli subraya el papel del arte como catalizador de la acción colectiva. En el proceso de hablar sobre los problemas de la comunidad, reflejar sus preocupaciones en dibujos y apropiarse de lugares importantes de la ciudad con el arte callejero, la resistencia comunitaria se fortalece. El arte callejero fomenta la acción colectiva y proporciona a las comunidades un vehículo para expresar su oposición a la degradación de la Amazonía en manos de la industria de los combustibles fósiles, todo sin la exposición y el enfrentamiento que conllevan las manifestaciones.
Por su parte, Yurshell Rodríguez es una ingeniera de 24 años, miembro de la comunidad raizal de la isla caribeña de Providencia, un grupo étnico afro-anglo-antillano. Aunque Yurshell expresa sus opiniones sobre la crisis climática en las redes sociales, también utiliza la música para concientizar a audiencias más amplias fuera de la red. Pertenece a “La Banda del Buda Blues”, una banda musical formada por jóvenes que creen que la música es una herramienta para la transformación social. Su repertorio incluye canciones sobre tener que respirar aire contaminado, sobre los páramos (un ecosistema andino que abastece de agua al 80 % de la población colombiana y se encuentra amenazado por el cambio climático) y sobre lo bien que se siente andar en bicicleta sin depender del transporte basado en combustibles fósiles. Han tocado en muchas escuelas y festivales de música locales y Francia Márquez, ganadora del premio ambiental Goldman, los ha invitado a tocar en reuniones de líderes ambientales.
“Las personas nos dicen que se sienten inspiradas a andar en bicicleta cuando escuchan nuestra canción... cambian sus opiniones y sus hábitos casi sin darse cuenta y están más conscientes del impacto que tenemos sobre el ambiente”.
Yurshell cree que la música es una herramienta de activismo más incluyente, ya que llega a audiencias que las redes sociales no alcanzan. Con su banda, les canta a los abuelos, padres y madres de familia y los niños y niñas más pequeños, que no poseen un teléfono, no tienen cuentas de redes sociales o son indiferentes a los llamados a la acción por Internet. En el caso de estas audiencias, ella siente que la música es una mejor herramienta para incitar al cambio: “las personas nos dicen que se sienten inspiradas a andar en bicicleta cuando escuchan nuestra canción... cambian sus opiniones y sus hábitos casi sin darse cuenta y están más conscientes del impacto que tenemos sobre el ambiente”. La música tiene una forma particular de transmitir emociones y fomentar cambios en las mentes de las personas, y activismo juvenil por el clima puede aprovecharla para incitar al cambio entre audiencias más amplias que las del mundo digital.
Yurshell Rodríguez ensayando con La Banda del Buda Blues.
Foto proporcionada por Yurshell Rodríguez.
Por supuesto, el activismo no siempre genera cambios inmediatos, y mucho menos medidas exitosas para hacer frente a la crisis climática, que requiere ajustes estructurales importantes. En Colombia, el fallo de la Corte Suprema y la acción colectiva de los 25 accionantes no se han traducido en reducciones significativas de las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la deforestación. Sin embargo, impulsaron un debate a nivel nacional sobre la deforestación y lograron que la degradación de la selva amazónica ocupara un lugar prioritario en la agenda pública. También proporcionaron una plataforma común para que las organizaciones ambientales, indígenas y de derechos humanos avancen más en su trabajo sobre la justicia climática. Gracias a los informes de los accionantes sobre la falta de medidas por parte del gobierno para reducir la deforestación, el tribunal de primera instancia responsable de supervisar la aplicación del fallo citó a más de 90 entidades gubernamentales a comparecer en audiencias públicas sobre el cumplimiento de las órdenes de la Corte Suprema.
Las tácticas alternativas de activismo de los accionantes han logrado atraer a más jóvenes de lugares remotos a la conversación sobre el cambio climático. Por ejemplo, más de cuarenta jóvenes ambientalistas de la región amazónica asistieron a un taller de activismo creativo celebrado en Florencia, la ciudad natal de Yuli, en el que se destacó por enseñar a sus compañeros activistas cómo usar la pintura para incitar al cambio.
Yuli Correa en el taller “Days of Hope” (Días de Esperanza) celebrado en Florencia, Caquetá.
Foto tomada por Angélica Cuevas.
Su activismo inspiró el surgimiento de nuevos líderes y colectivos activistas jóvenes, incluyendo el colectivo Fridays For Future Colombia. En resumen, aunque frenar la deforestación sigue suponiendo un desafío, el fallo de la Corte Suprema y los 25 accionantes sentaron las bases para que los jóvenes se conviertan en actores clave en el debate público sobre el cambio climático.
El activismo es una estrategia dinámica que evoluciona y se adapta a las necesidades de las comunidades locales. Yuli, Yurshell y los 25 accionantes son un ejemplo de cómo los jóvenes activistas de todo el mundo están aprendiendo a desarrollar sus propias estrategias para incitar al cambio a nivel local, a la vez que persiguen el objetivo global de refrenar la crisis climática.