El movimiento internacional de derechos humanos está batallando con una pregunta básica: si todo cambio real ocurre al nivel local o nacional, es decir, si solamente los seres humanos reales que viven en contextos específicos pueden ejercer los derechos humanos, ¿qué significa ser internacional? En efecto, conforme el movimiento ha transferido su atención del desarrollo y la consolidación de las normas internacionales a la implementación y el ejercicio de los derechos en la práctica, se ha vuelto a calibrar el equilibrio entre los actores locales y globales. Por otra parte, algunas ONG fuertes del sur global están buscando activamente distintas fuentes de autoridad, conocimiento, contextualización y capacidad de definir agendas. Están cuestionando el dominio del norte y desarrollando su propia capacidad de dar forma a los debates globales. La futura eficacia del movimiento para garantizar los derechos de los individuos en todo el mundo está en juego.
Durante los últimos 40 años, el movimiento de derechos humanos ha evolucionado en dos direcciones. En primer lugar, surgieron organizaciones de derechos humanos valientes e innovadoras en varios contextos nacionales en los que ocurrían violaciones de derechos humanos. Estás ONG de derechos humanos nacionales buscaron recursos locales para remediar las violaciones de derechos humanos, pero con frecuencia esos recursos no estaban disponibles. La política nacional obstaculizaba sus esfuerzos, así que estas agrupaciones nacionales acudieron al sistema internacional de derechos humanos para que les ayudara a generar resultados en casa.
La segunda trayectoria involucró a las ONG internacionales de derechos humanos. A menudo en estrecha colaboración con aliados nacionales, estas agrupaciones internacionales ayudaron a facilitar el activismo a nivel internacional, también para producir resultados en los países afectados. Desde la relativa seguridad de Nueva York, Ginebra o Londres, estas agrupaciones internacionales podían abogar ante los gobiernos de los Estados Unidos y Europa, movilizar la solidaridad internacional y utilizar los medios de comunicación internacionales. Estas organizaciones tenían vínculos profundos con los donantes, los tomadores de decisiones, las universidades de élite y los líderes cosmopolitas de opinión con base en el norte global. Como resultado, fueron obteniendo un nivel considerable de poder y autoridad para definir la agenda global de derechos humanos.
Si bien la distinción entre global y nacional no siempre es útil (algunas organizaciones no se ajustan a ninguna de las dos categorías), tampoco es irrelevante. Durante los últimos 40 años, contar con estos dos conjuntos de organizaciones a menudo tenía mucho sentido, ya que cada uno ofrecía considerables ventajas comparativas para hacer efectivos los derechos. Sin embargo, conforme ha crecido la cantidad y la capacidad de las ONG nacionales y regionales, y la prioridad se ha transferido a la implementación de los derechos en los contextos nacionales, estas agrupaciones también se han vuelto más asertivas.
Demotix/Gregorio B. Dantes Jr. (All rights reserved)
Members of the Filipino human rights NGO, Karapatan, protest in Manila. The number of national and regional NGOs is growing and these organizations have also become more assertive.
Paradójicamente, las agrupaciones internacionales también han crecido y adquirido más influencia. En 2005, Human Rights Watch, con sede en Nueva York, contaba con 221 empleados y un presupuesto anual de alrededor de $25 millones. El día de hoy, HRW tiene un personal de más de 400 integrantes y un presupuesto de aproximadamente $75 millones.
En respuesta a estas dinámicas, ahora se pueden distinguir dos tendencias complementarias. La primera es que las agrupaciones internacionales como la Commonwealth Human Rights Initiative (Iniciativa de Derechos Humanos de la Commonwealth) (en 1993), Civicus (en 2002) y Amnistía Internacional (hoy en día) están trasladando sus oficinas centrales al sur global, como parte de un esfuerzo por “acercarse al terreno”. Esta estrategia es distinta a la de abrir oficinas en el extranjero, ya que la idea ahora es transferir la administración y la toma de decisiones del norte al sur. El objetivo es estar más cerca de los problemas y sus soluciones o, como en el caso de algunas ONG internacionales que ya tienen su sede en el sur global, como la agrupación brasileña Conecta y el Asian Forum for Human Rights and Development (Foro Asiático para los Derechos Humanos y el Desarrollo) (FORUM-Asia) con sede en Tailandia, facilitar la eficacia, la solidaridad y el intercambio sur-sur.
Los grupos nacionales de derechos humanos también se están moviendo “hacia arriba”, y tratan de relacionarse de una manera más directa con el sistema internacional de derechos humanos. Algunos ejemplos de este tipo de “ascenso” de derechos humanos incluyen agrupaciones como CELS en Argentina, Dejusticia en Colombia, el Legal Resources Centre (Centro de Recursos Jurídicos) en Sudáfrica y la Kenyan Human Rights Commission (Comisión de Derechos Humanos de Kenia) en Nairobi. Todas estas agrupaciones tienen el objetivo de influir en los debates internacionales y aprovechar mejor el sistema internacional.
Sin embargo, no todas las agrupaciones se están mudando hacia el sur, ni deberían hacerlo. Con frecuencia, las ONG internacionales tienen buenos motivos para conservar su sede en las capitales globales como Nueva York o Londres, entre ellos la seguridad, el acceso a los principales formuladores de políticas y la cercanía a los donantes. Y si estas agrupaciones se enfocan en el activismo en la ONU, tiene sentido que sus oficinas centrales estén en Nueva York o en Ginebra. Además, algunos actores globales de derechos humanos se concentran en áreas en las que coinciden las dinámicas nacionales e internacionales, como los negocios y las corporaciones multinacionales. Estos actores no estatales operan a nivel global, pero tienen innumerables impactos locales, y organizaciones como el Business and Human Rights Resource Center (Centro de Información sobre Empresas y Derechos Humanos, BHRRC) desempeñan una función esencial, como plataforma o núcleo, en el centro global.
Si el movimiento en su totalidad solamente estuviera conformado por redes de organizaciones nacionales, su eficacia se vería perjudicada; particularmente, para algunos de los casos internacionales complicados.
La tendencia de las agrupaciones nacionales a participar más en el ámbito internacional también tiene sus riesgos. Las agrupaciones nacionales pueden ofrecer una perspectiva importante, pero también es posible que no se concentren en asuntos transnacionales o tendencias globales. No es de extrañar que puedan elegir no participar en problemas lejanos, particularmente si han desarrollado experiencia práctica a nivel local. La idea de que una organización brasileña o sudafricana de pronto decida involucrarse seriamente en los acontecimientos en Siria puede parecer una distracción innecesaria e incluso ilegítima. En resumen, si el movimiento en su totalidad solamente estuviera conformado por redes de organizaciones nacionales, su eficacia se vería perjudicada; particularmente, para algunos de los casos internacionales complicados.
También es posible identificar otras tendencias relacionadas. Por ejemplo, a medida que la geopolítica se vuelve más multipolar y que las potencias emergentes como Brasil, Indonesia, Sudáfrica y Turquía desempeñan papeles más importantes en las políticas internacionales de derechos humanos, las agrupaciones nacionales de derechos deben establecer un diálogo con sus propios gobiernos sobre temas de derechos humanos en el exterior, y no solamente sobre las políticas nacionales de derechos humanos. Un gran ejemplo de lo anterior es la agrupación brasileña Conectas, la cual se concentra principalmente en cambiar las políticas de Brasil en temas de derechos humanos internacionales. También desempeñan un papel crucial algunas organizaciones como Crisis Action, que identifican socios nacionales con los cuales colaborar en esfuerzos de activismo internacional.
Asimismo, la convergencia hacia el centro global en materia de derechos humanos requiere nuevos mecanismos de financiamiento para diversificar la base de financiamiento para los derechos humanos desde el punto de vista geográfico, a la vez que, esperemos, se obtienen más fondos para el movimiento en general. A medida que los grupos nacionales desempeñan papeles más importantes a nivel internacional, cada vez tendrán una mayor capacidad de buscar financiamiento nacional o regional para su trabajo. Éste es un desafío monumental, dado que las culturas filantrópicas nacionales varían mucho entre sí y que las ONG de derechos humanos aún necesitan convencer a muchos filántropos locales de que contribuyan a su causa. Aún así, hay esperanzas. Por ejemplo, el International Human Rights Funding Group (Grupo Internacional de Donantes para los Derechos Humanos, IHRFG) organizó recientemente un viaje para reunirse con filántropos brasileños, con la idea de fortalecer la filantropía de derechos humanos en ese país.
Por otra parte, como el ejercicio de los derechos a nivel local es el objetivo central, el movimiento internacional de derechos humanos necesita desarrollar vínculos más sólidos con los movimientos sociales nacionales. La Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) siempre ha dado prioridad a la creación de espacios en el centro global para desarrollar estrategias diseñadas para obtener resultados. Redes globales más nuevas, como la International Network for Social, Economic and Cultural Rights (Red Internacional para los Derechos Sociales y Culturales, ESCR-Net) y la International Network of Civil Liberties Organizations (Red Internacional de Organizaciones de Libertades Civiles, INCLO), están haciendo lo mismo. Para estas agrupaciones, los fundamentos epistemiológicos para el desarrollo de estrategias son una comprensión profunda de las experiencias nacionales y una especial atención a la formulación de políticas a nivel nacional. Asimismo, el movimiento de derechos de la mujer tiene muchos ejemplos de organizaciones que operan en el centro global, como la Association for Women’s Rights in Development (Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo, AWID).
La convergencia está ocurriendo, impulsada por un énfasis cada vez mayor en el ejercicio de los derechos en la práctica. Pero no carece de desafíos. No es seguro que las agrupaciones internacionales de derechos humanos tengan la legitimidad para impulsar soluciones locales, y compiten con las agrupaciones nacionales para obtener fondos y atención. Las agrupaciones nacionales que operan a nivel internacional tendrán una tendencia natural a llevar los resultados a sus propios contextos, por muchas razones. Y habrá bajas en el camino. Sin embargo, la convergencia sigue siendo una tendencia importante que vale la pena entender y apoyar en el futuro.