EPA/JAWAD JALALI
La imagen muestra a una mujer afgana navegando en internet en el primer cibercafé para mujeres de Kabul, Afganistán, inaugurado el 8 de marzo de 2012.
El activismo, la defensa y promoción y el desarrollo de movimientos de activistas de derechos de las mujeres y activistas feministas se ven afectados por el panorama digital, lo que genera nuevas oportunidades y desafíos. Desde la vigilancia por circuito cerrado de las trabajadoras de la confección en fábricas de la India hasta las fotografías íntimas que se distribuyen en línea sin el consentimiento de las mujeres, la Internet —tan ligada a nuestra vida cotidiana— puede ser un espacio de miedo y riesgos. Hay muchas respuestas feministas a los riesgos y las amenazas, y en el centro de este trabajo se encuentran las estrategias intersectoriales de desarrollo de habilidades, confianza y redes de solidaridad para interactuar eficazmente con las tecnologías digitales y transformarlas a través de una política y práctica de cuidado y seguridad. Para fortalecer la resiliencia de los movimientos, las feministas tenemos que colocar la seguridad digital firmemente en el centro de nuestra interacción con Internet.
La seguridad digital como respuesta feminista
En fechas recientes, se ha dado cada vez más atención al hostigamiento de las mujeres en línea, con especial énfasis en el movimiento #MeToo, que comenzó originalmente en 2006 para apoyar a las personas sobrevivientes de la violencia sexual. Un discurso integral en torno al cuidado personal y colectivo y la defensa personal feminista no distingue entre el activismo en línea y fuera de línea, porque las mujeres, las personas transgénero y las personas que expresan inconformidad de género experimentan niveles elevados de violencia en la vida real y en los espacios digitales. Por ejemplo, un estudio reciente de Amnistía Internacional explora cómo las mujeres muchas veces sufren violaciones de derechos humanos en las plataformas de redes sociales, como Twitter, que son similares a las que experimentan fuera de línea. Además, un análisis de los casos de violencia contra las mujeres relacionados con la tecnología reportados en la plataforma Ushahidi “Take Back the Tech!” (¡Dominemos la tecnología!) reveló el daño sumamente real que provoca la violencia en línea contra las mujeres. Alok Vaid-Menon, artista de performance, escritorx y educadorx indoestadounidense de género no conformista, señala que: “La violencia en línea puede ser particularmente dolorosa, porque la Internet es el lugar al que he acudido durante mucho tiempo en búsqueda de seguridad/comunidad/reconocimiento; mi espacio creativo. Cuando ese espacio está bajo amenaza, es un recordatorio de lo precaria que es la cuestión de la seguridad en general”.
Es necesario tomar en cuenta esta pandemia de violencia de género en línea para cualquier respuesta a la seguridad digital. Es fundamental que seamos conscientes de las relaciones de poder, especialmente en torno a la tecnología, un área en la que se ha excluido tradicionalmente a las mujeres —a las mujeres negras, las personas LGBTQI y las mujeres indígenas, en particular— y sus aportaciones se han hecho invisibles. Respetar y escuchar las experiencias de personas con identidades y ubicaciones diversas es una oportunidad para aprender y comprender diferentes experiencias. La creación de espacios seguros de intercambio —donde se tomen en cuenta las necesidades de seguridad personal, política y física— y el fomento de la capacidad local y las redes de apoyo relacionales generan apropiación y conocimientos colectivos. Este enfoque contradice la estrategia organizativa habitual de incorporar capacitadores que no pertenecen a los contextos locales para que realicen intervenciones breves, algo que no garantiza la sustentabilidad ni crea redes confiables para activistas.
En los espacios de capacitación organizados por activistas feministas a nivel nacional y mundial, como el centro de Intercambio Tecnológico Feminista en el Foro de AWID en 2016 y un evento de capacitación con Mama Cash en 2017, los valores centrales de las metodologías incluyentes, creativas y participativas se combinan con tecnologías sustentables y adecuadas que enfatizan el control de la tecnología por parte de las mujeres y reivindican la contribución oculta de las mujeres a la tecnología.
Seguridad digital: más allá de la capacitación y el desarrollo de capacidades
A pesar de la evidente necesidad de integrar la seguridad y protección digital en nuestras agendas activistas, la seguridad digital a menudo es aterradora, técnicamente confusa e inmanejable. Las feministas consideran cada vez más efectiva la elaboración de estrategias desde un lugar de placer y diversión, más que desde el punto de vista del riesgo y la amenaza. Un ejemplo es el hackatón femenino de Costa Rica donde estudiantes y profesionales de la tecnología de la información y disciplinas relacionadas se reunieron para resolver problemas en las comunidades locales, como la información que necesitan las madres adolescentes o las oportunidades para las empresas dirigidas por mujeres, utilizando un enfoque de género. Otro ejemplo es la metodología de la narración digital donde las personas participantes aprenden a utilizar y controlar la tecnología para contar sus propios relatos. La metodología es tan poderosa para la persona que narra como lo es el producto final para el público. Además, las respuestas de seguridad suelen basarse en herramientas, que si bien son importantes, no son suficientes para mitigar por completo los riesgos.
Pero, como activistas feministas, ¿cómo podemos responder de manera eficaz para garantizar la apropiación y la capacidad de acción y permitir que la seguridad digital se convierta en una práctica integrada y cotidiana? ¿Cuál es la nueva manera de pensar y actuar? Si bien cierto nivel de capacitación siempre será parte del activismo feminista, la capacitación es solo un componente del desarrollo de capacidades, y el desarrollo de capacidades es solo una respuesta dentro de una serie cada vez mayor de estrategias alternativas a la seguridad digital.
En una reunión mundial celebrada en 2017, Making a feminist internet: Movement building in a digital age (Hacer una Internet feminista: el desarrollo de movimientos en la era digital), se habló sobre el campo de la seguridad digital y se mencionaron muchas estrategias más allá de la respuesta tradicional de los talleres de capacitación. Algunas de las estrategias sugeridas fueron: 1) reformular la capacitación de activistas en un arco de desarrollo de capacidades que incluya el intercambio de habilidades y la colaboración, la experiencia práctica y las metodologías adaptativas e incluyentes; y 2) crear redes de personas capacitadoras y facilitadoras locales (vinculadas con socios regionales y globales), para reducir el aislamiento. Una de las mayores preocupaciones era la capacidad local para lograr que las comunidades pudieran apoyarse a sí mismas a la larga (especialmente en lo que respecta al apoyo de respuesta urgente/rápida) en los idiomas pertinentes y con recursos contextualizados y personalizados.
La reunión también identificó la necesidad de realizar investigaciones continuas y desarrollar evidencia mediante enfoques creativos, como la narración y el arte. La investigación debe ser interactiva, experimental y transparente, incluir visualización feminista, y crear y compartir nuestra experiencia colectiva de formas visuales, sonoras y cinéticas. El monitoreo y la evaluación adecuados pueden generar conocimientos colectivos, lo que permitirá que las personas activistas analicen los riesgos y desarrollen una resiliencia colectiva y sustentable.
Además, quienes participaron destacaron la necesidad de cambiar la mentalidad existente acerca de la tecnología de algo difícil o aterrador a algo agradable y manejable. Aumentar la conciencia sobre el valor político de la tecnología es fundamental para cambiar el predominio de la apropiación de género, corporativa, estatal y del Norte en las estructuras de gobernanza de la Internet.
Otro elemento clave para cambiar el panorama tecnológico es sensibilizar a los socios donantes para que inviertan en sus propias estrategias de seguridad digital y den recursos a las organizaciones beneficiarias, quienes muchas veces no tienen los fondos necesarios para invertir tiempo y desarrollar capacidades y plataformas seguras dentro de sus organizaciones. Como dijo una de las participantes: “Estamos demasiado ocupadas para abordar esto y todo lo demás en nuestro trabajo... y cuando surgen acciones urgentes, la seguridad digital es lo primero que se pierde”.
Finalmente, las respuestas de seguridad digital implican investigar y cambiar la forma en que abordamos el trabajo en los movimientos. Un pequeño grupo de discusión lo expresó de manera sucinta: “A menudo, la tecnología nos pone en una situación en la que nos queda un dilema particular. Para adaptar una práctica o herramienta específica y mejorar nuestra seguridad, estaríamos dejando atrás a algunas personas... como feministas, dejar atrás ciertas voces poco representadas y seguir adelante significa silenciarlas; y no podemos hacer eso”.
Como activistas feministas, queremos una Internet que sea un espacio de diversión y placer, que nos pueda respaldar, donde podamos llevar a cabo nuestro activismo, defensa y promoción, acciones colectivas, creación de redes e intercambios íntimos con capacidad de acción y sin el miedo aplastante a la vigilancia y la violencia. El arco del desarrollo de capacidades necesita abarcar una diversidad de estrategias, tácticas y respuestas creativas, con la capacitación como solo una de las herramientas en la caja.