El 9 de enero de 2020, Mark Zuckerberg se dirigió a la población global de 2,450 millones de usuarios de Facebook con una publicación en su perfil personal, en la que describió su estrategia a largo plazo para la próxima década. Los temas abarcaron desde el papel que podría desempeñar Facebook en el próximo cambio generacional, pasando por la necesidad de redescubrir la “intimidad” de las relaciones interpersonales, hasta la posibilidad de crecimiento económico que los productos de Facebook podrían ofrecer a las pequeñas y medianas empresas (pymes) de todo el mundo, y las nuevas formas de gobernanza de las comunidades digitales.
La influencia de la “Declaración de independencia del ciberespacio” de Barlow —con su idea de que la tecnología creará un mundo mejor— era muy evidente a lo largo de la receta de Zuckerberg para la próxima década. Naturalmente, no hubo mención alguna de los derechos humanos, ni siquiera con respecto a los supuestos beneficios que podrían generar sus proyectos. Esta notoria omisión se produjo a pesar de los recientes escándalos en los que se han visto implicadas grandes empresas de tecnología y de los llamamientos de la comunidad internacional para que se adopte un enfoque de “derechos humanos por defecto” en la gobernanza de las plataformas. Los mencionados escándalos incluyen las investigaciones recientes y los documentos filtrados que confirman que “el escándalo sobre los datos en Facebook fue parte de una operación global mucho más grande que trabajó con gobiernos, servicios de inteligencia, empresas comerciales y campañas políticas para manipular e influenciar a la gente, y que tuvo enormes implicaciones para la seguridad nacional”.
Una razón por la que Zuckerberg nunca mencionó los derechos podría ser que Facebook considera que no está obligado por las normas internacionales de derechos humanos, como se indica en su sitio web; de hecho, hay un debate en curso sobre si las empresas deben tener obligaciones internacionales directas en materia de derechos humanos. Sin embargo, otra hipótesis se deriva de la percepción propia y los discursos de derechos humanos que reinan dentro de la plataforma: los derechos humanos son características del producto que están intrínsecamente contenidas en los servicios prestados. La libertad de expresión se equipara con la capacidad de hablar, conectarse y compartir contenido. Ese supuesto de que los derechos están “integrados” permite que Facebook y otras plataformas de redes sociales eviten cualquier discurso explícito sobre las normas de derechos humanos.
La idea de que los derechos humanos son una característica del producto de los servicios que brindan estas plataformas fue corroborada en un estudio por Rikke Franke Jørgensen, quien descubrió que “existe una desconexión entre el discurso de la empresa sobre la libertad de expresión y el discurso y las inquietudes externas en relación con estos asuntos”. De hecho, aunque la percepción interna de empresas como Google y Facebook es que tienen un compromiso firme con los derechos humanos y los promueven activamente, la expresión externa de ese compromiso es la idea de que tienen que proteger a los usuarios de las amenazas externas (es decir, gubernamentales). En Facebook, la promoción de la libertad de expresión se presenta bajo la apariencia de un vínculo percibido entre la libertad de expresión y la capacidad de conectarse y compartir. Esto hace que la empresa no se dé cuenta de que sus prácticas comerciales tienen consecuencias negativas para los derechos y libertades de sus usuarios.
Ese supuesto de que los derechos están “integrados” permite que Facebook y otras plataformas de redes sociales eviten cualquier discurso explícito sobre las normas de derechos humanos.
Por ejemplo, cuando un gobierno emite una solicitud de eliminación de contenido, Facebook también evalúa esa solicitud con respecto a las normas de derechos humanos; sin embargo, cuando los usuarios denuncian contenido, la decisión sobre su eliminación solo se basa en las políticas internas de moderación de contenidos. Resulta interesante que, en algunos casos, Facebook puede permitir contenido que contradiga sus Normas comunitarias si considera que tiene interés periodístico y favorece el interés público; en estos casos de excepción, la empresa recurre a “las normas internacionales de derechos humanos para emitir estos juicios”.
Ahora bien, aunque Facebook se considera a sí mismo como inherentemente respetuoso de los derechos humanos, también tiene mucho cuidado en evitar el término “derechos humanos”. Incluso cuando se refiere explícitamente a la libertad de expresión o la privacidad, no las etiqueta como derechos humanos, sino como valores sociales.
Como se pone de manifiesto en el discurso de Zuckerberg en Georgetown, y según subrayó Kate Klonick, estos valores sociales están profundamente arraigados en los valores estadounidenses. La referencia al término valores (que se presenta como un término neutral pero en realidad representa los valores estadounidenses) se promueve activamente y se utiliza como un escudo contra los discursos de derechos humanos. Mientras que una de las soluciones de gobernanza que propone Zuckerberg es aumentar la regulación y tener “reglas más claras”, una solución más revolucionaria es la creación de una Junta de Supervisión que permita que los usuarios apelen las decisiones sobre el contenido. Una vez más, se tiene mucho cuidado en evitar los derechos humanos. Según sus Estatutos, “la Junta revisará las decisiones de control de contenido y determinará su concordancia con los valores y las políticas de contenido de Facebook”, pero no con las normas de derechos humanos. Como también se discute aquí, las políticas sobre el contenido protegen menos la libertad de expresión que las normas de derechos humanos. El requisito de usar un nombre real, por ejemplo, ha suscitado importantes inquietudes en materia de derechos humanos para los usuarios vulnerables. Las reglas imprecisas y la aplicación poco sistemática también pueden provocar una instrumentalización de las redes sociales para difundir el discurso de odio, como informó la Misión Internacional Independiente de Investigación sobre Myanmar.
Pero ¿por qué no utilizar el marco internacional de derechos humanos que ya existe? Los derechos humanos son un conjunto de normas acordadas internacionalmente, y podría decirse que son más adecuados para gobernar las comunidades digitales globales que un concepto impreciso de valores sociales. Al parecer, la firme preferencia de estas empresas por un marco “ético” se basa en la idea de que los principios éticos, como la imparcialidad o la prevención de daños, pueden interpretarse con flexibilidad.
A pesar de su insistencia en que no está obligado por las leyes de derechos humanos, Facebook tiene la responsabilidad de respetar los derechos humanos de conformidad con los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de la ONU, en virtud de los cuales debe “abstenerse de infringir los derechos humanos de terceros y hacer frente a las consecuencias negativas sobre los derechos humanos en las que [tenga] alguna participación” (principio 11).
La relación que debe regularse no es solo la que existe entre la persona y el Estado, sino también la que existe entre la persona y las empresas digitales.
De hecho, los Relatores Especiales de la ONU sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión y sobre el derecho a la privacidad elaboraron una serie de informes que esbozan marcos normativos para el mundo en línea. Los derechos humanos deben convertirse en los estándares explícitos sobre los que se basarán los sistemas de gobernanza de las plataformas. Dado que las plataformas de redes sociales dominan los foros públicos en todo el mundo, un sistema de gobernanza basado en valores sociales puede ser conveniente para las empresas, pero es profundamente insatisfactorio. Como subrayó David Kaye, un discurso de derechos humanos sería extremadamente poderoso para lograr los objetivos que una empresa como Facebook está tratando de alcanzar, ya que “el derecho de los derechos humanos brinda a las empresas el lenguaje necesario para expresar sus posiciones en todo el mundo de forma que se respeten las normas democráticas y se contrarresten las demandas autoritarias”. Si bien es encomiable que esas plataformas empiecen a reconocer su responsabilidad social y el poder que ejercen, sus respuestas actuales y las soluciones que proponen aún no resultan satisfactorias.
Si Facebook realmente desea enfrentar los desafíos que plantea, los derechos humanos son un ingrediente necesario. En lo que respecta a la libertad de expresión, las redes sociales se han convertido en una parte integral de lo que Jack Balkin llama “el triángulo de la libertad de expresión”. Para proteger eficazmente los derechos humanos de las personas, es necesario reconocer que la relación que debe regularse no es solo la que existe entre la persona y el Estado, sino también la que existe entre la persona y las empresas digitales, cuya capacidad actual para regular la expresión no tiene precedentes.
El derecho de los derechos humanos ya proporciona un marco para equilibrar los intereses en conflicto que Facebook trata de resolver. Los derechos humanos también proporcionan normas globales para gobernar un espacio público digital global. Además, establecerían normas predecibles y congruentes sobre el comportamiento de los usuarios.
Si los discursos internos de la empresa no evolucionan, la receta de Facebook para la próxima década no solo será decepcionante, sino que dejará a los usuarios cada vez más vulnerables.