La creatividad y resiliencia de los mercados de drogas hace que el desarrollo de políticas de drogas sea inmensamente desafiante. Una de las innovaciones más interesantes en años recientes son los criptomercados, una especie de eBay para drogas, que provee a los participantes con anonimidad, usa criptodivisas para los pagos, y compila y publica los comentarios y calificaciones de los clientes. La pregunta que muchos se hacen ahora es si los criptomercados dan lugar a transacciones de drogas sin violencia, o al menos con reducción de violencia. Es de recordar que el tráfico de drogas es responsable por una amplia variedad de violaciones a los derechos humanos, desde campesinos desplazados de sus tierras, o fumigados por vía aérea con agroquímicos tóxicos que contaminan los ríos y los cultivos lícitos, pasando por menores que son explotados laboralmente, a ciudadanos que son ejecutados. ¿Podría entonces un tránsito a la Deep web mitigar alguno de estos problemas?
Una investigación realizada por académicos de Australia y el Reino Unido basados en información de la Encuesta Global de Drogas, concluye que comprar y vender drogas en línea es de hecho significativamente más seguro que hacerlo fuera de línea, con menos amenazas, intimidación y violencia. La investigación, aunque prometedora, está sesgada de la misma manera en que los criptomercados lo están: hay un sesgo hacia un sub-sector del mercado de drogas predominantemente masculino, de jóvenes, educados, ubicados en el Norte Global.
Proteger la salud y el bienestar de los consumidores es sin duda importante. No obstante, la real ausencia de criptomercados en el Sur Global hace que aquellos más afectados por la violencia de las drogas permanezcan vulnerables. Argumentar que los criptomercados hacen más seguro traficar drogas implica distraernos de un problema mucho más amplio en el comercio mundial de drogas, y podría en efecto minimizar aún más las violaciones de derechos humanos relacionadas con el tráfico de drogas.
Photo by: Dejusticia's Global Rights Blog and Alejandro Cock-Peláez (Some Rights Reserved)
A coca farmer in Colombia. Drug trafficking is responsible for a wide variety of human rights violations, from farmers being driven from their land to minors being exploited for labour to citizens being executed.
En el sur global, la crisis actual de derechos humanos es la violencia asociada con mercados de drogas fuera de línea. En México, por ejemplo, la expectativa de vida de los hombres para el 2015 disminuyó debido a los niveles crecientes de asesinatos y violencia de las guerras contra las drogas. El Informe Mundial de Drogas, así como muchos países, miden las muertes relacionadas con drogas solo en lo que concierne al uso de sustancias (sobredosis, por ejemplo), pero también debemos dar cuenta de las muertes causadas por la violencia en estos mercados. Hay aquí una oportunidad para defensores de derechos humanos para recoger mejor información sobre muertes relacionadas con violencia por mercados de drogas (tanto directas como indirectas) y con esta información, abogar por mejorar la protección de los más vulnerables. En este sentido, el movimiento por la reforma a las políticas de drogas debe insistir en amplificar las maneras como medimos el impacto de dichas políticas, y así daremos cuenta no solo de las plantas destruidas, o los cargamentos incautados, sino también de los efectos colaterales de esas medidas en cada sociedad.
El movimiento por la reforma a las políticas de drogas debe insistir en amplificar las maneras como medimos el impacto de dichas políticas.El comercio de drogas en línea comenzó en el 2011 con la aparición de Silk Road, un gran bazar de drogas que se encontraba ubicado en la web profunda o deep web. Entre 2011 y 2013 las transacciones mayoristas en la página Silk Road fueron de sustancias enviadas desde Canadá, China, los Países Bajos y Bélgica, todos países productores de drogas que se encuentran en la mayoría de los mercados de la deep web: cannabis, éxtasis/MDMA, estimulantes, farmacéuticos, drogas psicodélicas y opioides.
Los criptomercados ofrecen ventajas como son una mejor calidad de las drogas, anonimidad y mayor responsabilidad de los vendedores. Tras el monitoreo de foros en la deep web, los investigadores han encontrado esfuerzos de los vendedores en pedagogía y medidas de reducción de daños, quienes además recomiendan dosis seguras, métodos de consumo de drogas seguros y señales de cómo identificar y prevenir efectos secundarios negativos. En este mundo los vendedores trabajan como aliados de los consumidores.
A pesar de esto, como lo reconocen Judith Aldridge y David Décary-Hétu (2016), “la utilidad de los criptomercados…para drogas como heroína o cocaína es probablemente limitada, en el mejor escenario.” Esto se debe a las disparidades en acceso a la tecnología e infraestructura necesarias para participar en un esquema de comercio como la conexión a internet, sistemas de correo confiables, y el conocimiento de criptodivisas y de la Deep web. Ciertamente, estos países están participando en otros mercados en línea que requieren la misma infraestructura hasta cierto punto, pero así como la deep web es nueva para todos nosotros, la experticia necesaria para participar en ella hasta ahora está empezando a difundirse y por lo tanto, su efecto todavía no es visible en algunos lugares. Como resultado, países productores de heroína y cocaína como Afganistán, Colombia, Perú y Bolivia no están comerciando en la deep web. La participación de estos países en el mercado permanece limitada a las rutas tradicionales, mientras que los vendedores en países con criptomercados toman el control del comercio internacional.
Según la Oficina de las Naciones Unidas Contra las Drogas y el Delito (ONUDD), hay una asociación clara entre tasas de homicidios más altas en países de tránsito y aún más alta en países productores y de transito de cocaína que en países productores y de transito de opio. Los usos de violencia en mercados físicos responden a las demandas de la ilegalidad: los territorios deben ser controlados (con civiles inocentes a menudo atrapados en medio), la disciplina se debe reforzar a través de medios no convencionales, y la constante amenaza de la aplicación de la ley resulta en batallas y confrontación. En América Latina, por ejemplo, 30% de los homicidios están relacionados con pandillas y crimen organizado, y la tortura relacionada con tráfico de drogas es un problema bien conocido en México particularmente, pero nos falta la suficiente información dado que el Informe Mundial de Drogas no mide por aparte los homicidios relacionados con las drogas. Violación, abuso sexual, y otro tipo de violencias basadas en el género – incluyendo tortura sexual a mujeres detenidas – son también frecuentemente asociadas a la actividad de pandillas en la región.
Los criptomercados no hacen nada para proteger a las víctimas de estos crímenes violentos, ni tampoco resuelven las disparidades que han hecho que la guerra contra las drogas mucho más devastadora en algunos países que en otros. Las personas que producen, distribuyen y venden drogas en las Américas están ampliamente ausentes en la Deep web. Las personas que compran drogas producidas por estos países en la Deep web están, en mayor parte, protegidos de la violencia dado su privilegio pre existente de vivir y consumir drogas en el norte global. En este sentido, los criptomercados amplían aún más las desigualdades entre países productores y consumidores de drogas.
El problema real es que hay un enorme sesgo en las políticas, hacia los intereses del norte y en contra de los intereses del sur, en respecto a cuáles drogas debieran ser controladas y de qué maneras. Hay una excesiva atención en las plantas que crecen en el sur global (coca, amapola, marihuana), y muy poca atención a la producción de drogas sintéticas que ocurre en el norte global (estimulantes tipo anfetamínico, psicodélicos). Mientras los primeros son erradicados con campañas militarizadas, los segundos son controlados con incautaciones de cargamentos. Por ejemplo, parece altamente improbable que los Países Bajos, o Bélgica considerarían jamás una estrategia militarizada para la destrucción de laboratorios de producción de drogas.
Esta es otra brecha en la que los defensores de los derechos humanos pueden trabajar: abogar por mayor atención a la protección de los derechos humanos de aquellos involucrados en el sur global, mientras se resaltan las discrepancias de atención y aplicación de las políticas de drogas. Reformar estas políticas requiere el recordatorio constante de las violaciones a los derechos humanos en países productores, en el nombre de proteger “la salud y el bienestar de la humanidad”. Pero erradicar estas plantas no puede suceder a cualquier costo, ni podemos seguir ignorando el hecho de que las drogas son producidas en lugares distintos a Afganistán y Colombia. Reducir el costo social de controlar y regular las drogas necesitará mucho más que un mercado en línea, reservado para un puñado de privilegiados, y además habrá que abandonar el objetivo de un mundo libre de drogas.