Investigadores y activistas a lo largo y ancho del Reino Unido están adaptando el sistema internacional de derechos humanos a las instituciones y a los significados locales en un proceso de “vernacularización” partiendo de las necesidades y del lenguaje de las comunidades locales.
Hace unos meses, Jackie Smith y Joshua Cooper escribieron sobre el movimiento por el “derecho a la ciudad” en distintos puntos de Estados Unidos. En el Reino Unido también estamos observando un creciente número de oportunidades para localizar los derechos humanos y fortalecer comunidades; “sólo en ella(s podemos) desarrollar libre y plenamente (nuestra) personalidad”, como reconoce el artículo 29.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Impulsada tras la visita del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos, Philip Alston, a finales de 2018, la Alianza por los Derechos Sociales del Noreste de Inglaterra reúne organizaciones locales, activistas y personas con experiencia vital de pobreza con el fin de identificar soluciones realizables al tiempo que transformadoras para los problemas en sus barrios y municipios. La Alianza organiza reuniones y talleres en distintas partes de la región (Newcastle, Durham, Middlesbrough, Northumberland, etc.) con el fin de encontrar el valor añadido de un enfoque de derechos para hacer frente a injusticias sociales locales. El decadente sistema de transporte público, gestionado por empresas privadas, es frecuentemente destacado como unos de los principales motivos de preocupación, particularmente en zonas rurales. Los activistas han conseguido que cuatro de los doce ayuntamientos de la región hayan adoptado mociones a favor de los derechos sociales, y varios concejales han expresado su compromiso de trabajar por la implementación de políticas igualitarias a nivel local.
Los derechos humanos son mucho más que un escudo para proteger al individuo frente al Estado; los derechos humanos tienen también un efecto movilizador y catalizador único.
La Alianza por los Derechos Sociales se inspira en iniciativas parecidas con las que la gente está tratando de recuperar el control de sus vidas. Es el caso de nómadas irlandeses en Cork, o inquilinos en viviendas sociales en Belfast y Edimburgo, que están empleando indicadores y estándares comparativos de derechos humanos para evaluar hasta qué punto las autoridades locales están cumpliendo con el derecho a la vivienda. De esta forma dan muestra de que los derechos humanos son mucho más que un escudo para proteger al individuo frente al Estado; los derechos humanos tienen también un efecto movilizador y catalizador único.
Las “ciudades de los derechos humanos” son otra expresión de este movimiento para localizar los derechos humanos. En 2017, York se declaró la primera ciudad de los derechos humanos en el Reino Unido, iniciativa que reunió al ayuntamiento, pequeños comercios y organizaciones locales. Tal como señala uno de sus promotores principales, su “propósito fue demostrar que incluso en lugares relativamente prósperos pero todavía imperfectos como York, los derechos humanos pueden contribuir a promover la justicia, reducir la desigualdad y promover la solidaridad”.
En el Reino Unido, 8,4 millones de personas tienen dificultades para conseguir suficiente comida. En este contexto, muchos pueblos y ciudades están tratando de reformular la pobreza alimentaria pasando desde el convencionalismo y el parcheo de los bancos de alimentos hacia un enfoque que aborde las razones de fondo de los bajos ingresos y de la vulnerabilidad. Partiendo del derecho a la alimentación, Sustain lidera un programa de poder alimentario de la mano de 60 entidades locales asociadas. En los últimos años, este programa está avanzando hacia un progresivo reconocimiento de la necesidad de medidas innovadoras basadas en derechos, no en caridad. Si bien la ley todavía no reconoce el derecho a la alimentación, algo está cambiando para que cada vez más gente exija soluciones dignas y de largo alcance al fenómeno del hambre hoy por hoy.
Estas experiencias de localización acreditan que los derechos humanos pueden marcar una diferencia incluso en Inglaterra, un país atosigado por el escepticismo en círculos influyentes hacia todo lo que suene internacional.
Algunas ciudades están explorando el aporte de los derechos humanos para mejorar las condiciones de vivienda. Brighton pronto adoptará una “declaración de derechos en el sin-hogar”, y una densa comunidad de activistas locales se asegurarán de que el ayuntamiento rinda cuentas por el grado de cumplimiento de los objetivos. En Newcastle el ayuntamiento ha suscrito un convenio con la organización Crisis para poner fin al sin-hogar en la ciudad en una década. El alcalde de la zona metropolitana de Mánchester, Andy Burnham, ha reclamado una mejor regulación del mercado privado del alquiler y una mayor capacidad de los municipios para invertir en vivienda, que “debería ser un derecho humano”.
Estas experiencias de localización acreditan que los derechos humanos pueden marcar una diferencia incluso en Inglaterra, un país atosigado por el escepticismo en círculos influyentes hacia todo lo que suene internacional. Empleando el derecho internacional como referencia, investigadores y activistas están logrando que los derechos humanos sean localmente relevantes mostrando de qué forma una sociedad igualitaria tendría efectos socioeconómicos positivos para la mayoría de la población. Los académicos suelen discutir sobre la supuesta intemporalidad y universalidad de los derechos humanos; investigadores y activistas sobre el terreno están demostrando que el éxito de los derechos humanos tiene más que ver con lo que hagamos con ellos cerca de casa en nuestras comunidades locales.
Para preservar la eficacia de los derechos humanos frente a la creciente demagogia del populismo de derechas, es necesario tender puentes entre lo local y lo internacional, ampliar la base de las estructuras de movilización, y combinar argumentos instrumentales y de principios. La investigación y el activismo sobre derechos humanos podría avanzar con una actitud comunitaria reconocedora de las narrativas locales y construida tanto sobre la experiencia vital como sobre los pilares del marco global de los derechos humanos.