Poner las palabras en acción: Reflexiones personales sobre el apoyo al cambio narrativo

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El año pasado, en medio de la avalancha de tuits tóxicos de Donald Trump, del Brexit de Boris Johnson y del discurso nativista, patriarcal, racista y neofascista de otros líderes alrededor del mundo, tuve que recordar constantemente que el repudio público de su peligrosa narrativa —por el mero hecho de repetirla— no hacía sino amplificar su mensaje. Sin embargo, admito que a menudo no hice caso a mi propio consejo.

Como responsable del programa Enabling Environment del Fondo para los Derechos Humanos Mundiales, apoyo a los defensores de derechos humanos para contrarrestar una visión del mundo cada vez más conservadora y autoritaria, y así tejer nuevas narrativas de humanidad y esperanza. Durante los dos últimos años, he tenido la alegría de trabajar con el proyecto Narrative Hub de JustLabs, ya que acompañamos a una cohorte de cuatro grupos de derechos humanos de cuatro países en un viaje para explorar el valor, las herramientas y las tácticas de la construcción exitosa de narrativas.

Hace un año (y luego de un año con el proceso de JustLabs), compartí algunas ideas y suposiciones iniciales sobre las formas en que las financiadoras podrían apoyar este tipo de comunicaciones estratégicas y trabajo narrativo. Como principiante en el campo de la narrativa, mi continuo aprendizaje me ha brindado un recordatorio de lo importante y efectivo que es, como financiadoras, alinear nuestros principios y nuestra práctica; para ser nuestra propia narrativa. En el espíritu de la rendición de cuentas abierta, aquí ofrezco algunas reflexiones sobre las lecciones que he experimentado al acompañar este trabajo durante el último año, y cómo nosotros, como financiadoras, podríamos equipar este emocionante y emergente campo para el éxito a largo plazo.

La narrativa como proceso frente a la narrativa como producto

Me inspiré en pioneros de la narrativa como ReFrame Mentorship y en los primeros financiadores del trabajo de comunicación estratégica como la Iniciativa Thomas Paine. A partir de ahí, me he esforzado por alinear los principios y la práctica al adoptar la incertidumbre y la flexibilidad, así como al elevar los procesos, el aprendizaje por encima del producto y el impacto, cambiar el balance de poder, crear confianza y colaborar de forma auténtica. Para mí es fácil decirlo, pero es más difícil hacerlo cuando me enfrento a las percepciones y la realidad de la dinámica de poder de las financiadoras. En particular, mi experiencia ha puesto de relieve la diferencia y la conexión entre la narrativa como proceso y la narrativa como producto, y cómo esas dinámicas dan forma a las expectativas y los resultados de la relación entre financiador y beneficiario.

Tras nueve meses de trabajo con cada grupo para incubar sus prototipos narrativos a través de la investigación y las pruebas, habíamos llegado a un importante punto de revisión. Y ahí llegó la covid-19.

Al no poder reunirnos en persona, reconocimos la oportunidad de aportar una nueva creatividad tanto a nuestros talleres (que ahora eran virtuales) como al proceso de reflexión de nuestro proyecto. Aunque nuestra idea de prescindir del informe estándar de los proveedores de fondos e invertir en una autorreflexión basada en la historia, ya se estaba gestando antes del inicio de la covid-19, las consecuencias de la pandemia nos dieron la oportunidad de poner en práctica esta nueva aproximación a los informes. Permitir este cambio en la relación entre la financiadora y el socio nos liberó de los parámetros impulsados por el producto en los que solemos operar y nos permitió, en cambio, celebrar el proceso de experimentación y aprendizaje.

Desde el principio de esta iniciativa, JustLabs y el Fondo han apoyado, alentado y creado procesos para nuestros socios con el fin de ayudarles a ver que, para que el trabajo narrativo sea sostenible, no puede ser sólo un proyecto o un producto; debe formar parte del ADN de su organización y estar integrado en su sistema.

La dinámica de poder de la asociación

Una segunda reflexión se produjo al criticar la dinámica de poder de la asociación. A pesar de nuestros esfuerzos por fomentar un espíritu participativo de colaboración, sigue existiendo la incómoda verdad de que cada uno de nosotros sigue sintiéndose en cierto modo en deuda con las expectativas de los demás: del activista al acompañante, del acompañante a la financiadora, de la financiadora al donante.

Con nuestra financiación, los cuatro grupos querían explorar formas nuevas y creativas de hacer el trabajo narrativo, y apuntaron a desarrollar prototipos ambiciosos que, de hecho, podrían haber estado por fuera de su trabajo cotidiano y de su capacidad básica. Por nuestra parte, necesitábamos ver un cierto nivel de consistencia y coherencia en el trabajo en los cuatro países, al tiempo que nos asegurábamos de que estaba moldeado por el contexto y dirigido por los intereses y la capacidad de cada uno de los cuatro grupos.

Al trabajar juntos en esto, he intentado (de forma imperfecta, estoy seguro) caminar por la línea entre compartir mis ideas y resistir mi instinto de resolver. Por ejemplo, para ayudar a un socio a responder a su preocupación por sobrecargar su capacidad de comunicación interna, le ofrecimos recursos adicionales para que tuviera la opción de contratar a una agencia de diseño externa si lo deseaba. A este acompañamiento activo se le ve el poder por todas partes: hace falta ser un beneficiario seguro de sí mismo o con una sólida relación de confianza para rechazar la sugerencia/oferta de su financiadora. Pero en lugar de evitarlo por completo y perder los beneficios que se derivan de la asociación de pensamiento, la cocreación y el aprendizaje compartido, me pregunto si podemos sacar a la luz y hacer nuestras las formas de poder que están en juego para permitir una mayor colaboración entre financiadores y beneficiarios.

Una de las formas en que nosotros como JustLabs y el Fondo intentamos hacerlo fue unirnos a nuestros beneficiarios para que fueran entrevistados por Rebecca Lichtenfeld, nuestra aliada en la narración de historias, a fin de participar también en el proceso de reflexión. A continuación, con un espíritu de responsabilidad mutua, resumimos y compartimos nuestro propio aprendizaje con los cuatro grupos, e invitamos a nuestros becarios a que nos ayudaran a definir nuestro proceso de aprendizaje colectivo. Hay mucho más que hacer aquí, como ha sugerido Panthea Lee: abordar la dinámica de poder de la cocreación y la asociación exige una verdadera intencionalidad.

Alimentar el poder narrativo colectivo: un reto para los financiadores

Esto me lleva a mi tercera reflexión clave del año pasado, derivada tanto de mi trabajo con el Narrative Hub como de las interacciones esclarecedoras con los veteranos de la narrativa. Como reflejan los puntos anteriores, mi visión sobre el poder ha sido sobre todo interna, centrada en la navegación del poder infundido en mis relaciones. Al pensar en la sostenibilidad de este proceso, me doy cuenta de que es igual de importante alimentar el poder narrativo colectivo de los socios con sus compañeros y aliados, enraizado en valores y visiones compartidas. Una cuestión fundamental para nuestro próximo año de trabajo conjunto es si estamos proporcionando los recursos y el acompañamiento que mejor les permite a ellos y a sus aliados hacerlo.

Como lo explicó Rashad Robinson, las narrativas que ayudan a cambiar las normas y reglas que garantizan la justicia económica, climática, racial, de género y otras formas de justicia social, se producirán a través de “equipar a una estrecha red de personas que se organizan sobre el terreno y trabajan en diversos sectores para desarrollar ideas narrativas estratégicas y poderosas, y luego, contra las probabilidades de los recursos desequilibrados que se acumulan en nuestra contra, sumergir a la gente en una serie sostenida de experiencias narrativas necesarias para cambiar de forma duradera los corazones, las mentes, los comportamientos y las relaciones”.

Como financiadoras, debemos actuar de forma reflexiva para ayudar a crear ese ecosistema de poder narrativo. Cómo nos presentamos y cómo hacemos el trabajo narrativo importa tanto como lo que hacemos y lo que producimos. Debemos centrarnos en un enfoque de acompañamiento que alinee los principios y el proceso, que parta de la realidad y los objetivos de nuestros socios y que invierta en la infraestructura que los movimientos necesitan para construir y mantener su poder narrativo.

 


Este artículo es parte de una colección de JustLabs y el Fondo para los Derechos Humanos Globales sobre cómo dar vida a iniciativas narrativas en el trabajo de derechos humanos.