Los derechos humanos de ninguna manera han llegado a su fin. Ahora son más importantes y necesarios que nunca, al igual que el duro trabajo que las y los activistas de derechos humanos y las ONG realizan a diario para defenderlos. Sin embargo, las ONG profesionales se enfrentan cada vez más a amenazas externas y problemas internos que están mermando su poder para cambiar el mundo. Para revertir esta situación es necesario analizar seriamente las relaciones de poder dentro del sector y nuevas fuentes de poder "no convencionales" que a menudo se ignoran.
La principal limitación para el poder de activistas y ONG son los ataques sin precedentes de gobiernos y empresas privadas, además de la resistencia de la opinión pública a quien defiende los derechos fundamentales. Según el informe de la ONU "Alerta final", el número de asesinatos de personas defensoras de derechos humanos en todo el mundo ha alcanzado niveles récord. A ello se suma la sofisticación de la vigilancia de alta tecnología y el aumento de leyes restrictivas destinadas a debilitar a la sociedad civil, que sufre graves ataques en 118 de 198 países y territorios.
Aunque los factores externos son importantes, los desafíos internos en los niveles individual, de ONG y de donantes también desempeñan un papel clave. Las historias que he seguido en la última década señalan claramente los vínculos entre las dificultades de las personas que hacen activismo para mantenerse seguras y fuertes y la forma en que las ONG están estructuradas y gestionan las relaciones internas de poder. Los desequilibrios de poder y la dinámica con donantes también se mencionan repetidamente como factores cruciales que contribuyen al agotamiento del poder de las ONG.
Parte de la solución para regenerar la fuerza de los y las activistas y las ONG se encuentra sobre el terreno. Se deben fomentar y apoyar las fuentes de poder subestimadas que nutren y sostienen a las y los activistas, así como las nuevas estructuras organizativas y las dinámicas de poder radicalmente distintas entre ONG y donantes. Esta es mi respuesta a la pregunta de César Rodríguez-Garavito sobre qué temas emergentes deben abordarse para superar el "finalismo" de los derechos humanos - es decir, la idea de que los derechos fundamentales han perdido importancia.
Un primer paso en este proceso sería identificar los diferentes tipos de poder y reimaginar el poder interior, el poder con y el poder para, así como las intersecciones entre ellos, como se propone en el marco de análisis feminista del poder de Just Associates. Esto sólo es posible si cuestionamos y nos liberamos de los paradigmas patriarcales, capitalistas y exclusivamente científicos que nos frenan. En “El activista enredado”, Anthea Lawson subraya que el activismo está "enredado en las historias, en el poder y en las formas en que estas historias y el poder moldean nuestros mundos interiores y nuestras experiencias de seres humanos encarnados".
A nivel individual, sostener el poder interior es lo que permite a las y los activistas mantener la esperanza y la creatividad alimentando y valorando las fuentes de poder desatendidas. Debemos superar el activismo puramente cognitivo basado en el paradigma análisis-acción e incorporar la capacidad de percepción y respuesta, como propone Rae Johnson. Para ello, los sentidos, la sensualidad y la multiplicidad de formas de nuestros cuerpos deben incluirse en el activismo cotidiano.
La espiritualidad y las prácticas ancestrales también son a menudo desestimadas en el ámbito de los derechos humanos, a pesar de que son el corazón del activismo para muchas personas, especialmente para aquellas que históricamente han sido discriminadas. "Mi voz se metió en el activismo antes que mi cuerpo, y mi cuerpo se atrofió. Ahora necesito poner mi cuerpo en ello", explicó Lanqui durante un retiro del Círculo de Poder e Imaginación, el grupo de coinvestigación de mi investigación sobre activismo regenerativo. También añadió que el candomblé es lo que le da fuerza para dedicarse al activismo: "El poder que necesito y que amo, un poder generativo y creativo (. . .) viene de creer que siempre estamos en transformación, y mi espiritualidad es la expresión de eso".
A nivel organizativo, tenemos que adoptar nuevas formas de relacionarnos. La mayoría de las estructuras y relaciones de poder internas de las ONG están profundamente arraigadas en los sistemas patriarcales, capitalistas y jerárquicos que perpetúan el statu quo y obstaculizan nuestra capacidad de reimaginarnos. Las organizaciones deberían probar nuevas estructuras organizativas no piramidales, planificar actividades sin esquemas de "mando y control", cambiar sus narrativas y vivir de acuerdo a sus valores. Adoptar estructuras de gobierno dinámicas podría ser un paso en esta dirección. Promover el coliderazgo en las organizaciones, habitual entre los grupos feministas, es otro, ya que ayuda a desmantelar la idea patriarcal de un líder que por sí solo salvará heroicamente el mundo.
Por último, a nivel del ecosistema, tenemos que cambiar -de una vez por todas- la dinámica de poder entre las ONG y las financiadoras. Los y las donantes deben aceptar que no son quienes asumen los mayores riesgos y que los procesos burocráticos para controlar a sus beneficiarios/as no mitigarán estos riesgos. Deben aprender a confiar en quienes están en primera línea, cambiar radicalmente y descolonizar sus prácticas filantrópicas. Las subvenciones de alta calidad, basadas en la confianza, flexibles y con baja carga administrativa son una demanda de larga data. La concesión participativa de financiación también puede mejorarse, como demuestra el comité comunitario de subvenciones entre pares del fondo activista de África Oriental UHAI. Según lo expresado acertadamente por el Fondo Feminista Negro, "cambiar el poder significa ceder el control".
En biología, la regeneración es el proceso mediante el cual los tejidos y organismos se renuevan, restauran y revitalizan después de sufrir un daño considerable. La fuerza de las ONG y los activistas depende de nuestra capacidad para regenerar y reimaginar el poder y las relaciones de poder. No existe una receta única para el cambio: cada persona, ONG y donante es única y, por lo tanto, la más indicada para decidir cómo llevar a cabo esta tarea.
Mi llamado a la regeneración no desestima los ataques masivos y amenazas externas a los que se enfrentan las personas defensoras de derechos humanos, ni desprecia el inmenso valor de su resistencia a las represalias y su incesante activismo en las últimas décadas. Sin embargo, mi invitación parte de la base de que nuestra comunidad de activistas y practicantes de los derechos humanos debe ser capaz de regenerarse para adaptarse y responder a un mundo cambiante. Se están haciendo esfuerzos, como ilustran los ejemplos anteriores, pero se necesita más para cambiar las ecuaciones de poder, el verdadero objetivo del activismo, como sostiene Srilatha Batliwala. Estas ecuaciones son externas e internas al campo: el cambio sólo será posible cuando honremos lo que nos ha llevado hasta aquí y nos mantengamos firmes en nuestros valores mientras reinventamos quiénes somos, cómo actuamos y cómo nos relacionamos.