Los estudios muestran que de las 4.076 ONG que trabajaron en el área de la violación de guerra, solo el 3% mencionó la violencia sexual contra hombres y niños en sus programas y literatura en las últimas dos décadas. 2018 European Union (Photographer: Barbara Minishi)/CC BY-NC-ND 2.0
Tras décadas de abandono, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas reconoció adecuadamente por primera vez en abril de 2019 que los hombres y los niños son víctimas y supervivientes de violencia sexual en la guerra. Este paso histórico fue posible porque el Consejo está viendo cada vez más el fenómeno de la violencia sexual como una amenaza a la seguridad humana para la paz y la seguridad internacionales.
Durante mucho tiempo, el Consejo sólo consideraba las cuestiones de seguridad que podían amenazar la paz entre las naciones, como las guerras interestatales y la proliferación nuclear, entre otras. Las cuestiones de seguridad humana, como la violencia sexual en los conflictos armados, solían quedar fuera del ámbito de interés del Consejo porque se consideraban más preocupaciones domésticas que internacionales. Las ONG y los defensores transnacionales* aprendieron que, para superar esta barrera política, tenían que enmarcar la violencia sexual como una amenaza a la seguridad internacional y no como una preocupación doméstica. Su principal argumento era que las mujeres se ven más afectadas por los abusos durante los conflictos armados y, dado que se considera a las mujeres como agentes de paz, minimizar la violencia sexual en la guerra mejora las perspectivas de paz.
En consecuencia, los hombres y los niños como víctimas de la violencia sexual en tiempos de guerra no figuraron en el lenguaje de las resoluciones y, desde entonces, no han sido reconocidos por numerosos instrumentos nacionales e internacionales de política y derechos humanos. No obstante, en los conflictos en los que se ha investigado, la violencia sexual contra los hombres “se ha reconocido como regular y no excepcional, omnipresente y generalizada”.
Ian Hurd y otros estudiosos sostienen que, al securitizar las cuestiones humanas, el Consejo encontró una forma de hacerse relevante ante amenazas nuevas y emergentes que no son el tipo de conflicto interestatal para el que se creó el organismo. Para ello, el Consejo respondió positivamente a las presiones de las ONG y de los defensores de los derechos humanos bajo el argumento de que la violencia sexual ya no se considera un subproducto habitual de la guerra, sino una política planificada y dirigida empleada por los combatientes armados para destruir comunidades y ganar conflictos. La tendencia comenzó en el año 2000 con un énfasis en la violencia de género contra las mujeres y las niñas, se amplió para incluir preocupaciones específicas de violencia sexual contra “mujeres y niñas” y a veces “mujeres y niños” en 2008, y finalmente incorporó una atención explícita sobre la violencia sexual contra los hombres y los niños en 2018.
Empezando por el ámbito nacional, los estudiosos afirman que antes y durante la década de 1990, la sociedad civil desempeñó un papel principal a la hora de presionar a los gobiernos para que adoptaran leyes más amplias e inclusivas sobre la violencia sexual y la violación.
Por ejemplo, Francia, que votó a favor de la Resolución 2467, fue el primer país del Consejo de Seguridad que incluyó en su legislación una definición inclusiva de la violación en 1980, tras un movimiento de la sociedad civil que duró una década. El Reino Unido y Alemania también votaron a favor. Ambos países reformaron sus leyes sobre la violación en 1994 y 1997, respectivamente, en respuesta a las campañas de la sociedad civil y al trabajo de los defensores de las víctimas y supervivientes de violencia sexual. Estados Unidos, que también votó a favor, fue uno de los últimos países del Consejo en hacer que sus leyes incluyeran a los hombres víctimas de violencia sexual, también en respuesta a la presión de la sociedad civil. Incluso China, aunque se abstuvo de votar, modificó su ley nacional por el mismo motivo.
A nivel internacional, los defensores transnacionales ayudaron a incluir la cuestión de la violencia sexual en la agenda de paz y seguridad del Consejo de Seguridad en 2008, al enmarcarla como una amenaza para la seguridad tras la guerra de Yugoslavia y el genocidio de Ruanda en la década de 1990. Los medios de comunicación internacionales y los grupos de derechos humanos dieron amplia difusión a los casos de abusos como forma de movilización en torno a los problemas de violencia sexual y su impacto en las mujeres y las guerras.
El reconocimiento de los hombres y los niños como víctimas y supervivientes tras décadas de abandono y escepticismo demuestra que el Consejo se está tomando cada vez más en serio las implicaciones de la violencia sexual para la seguridad.
De ello se desprende lógicamente que la violencia sexual amenaza la paz y la estabilidad internacionales porque se empleaba (y se emplea) como arma de guerra, al igual que las balas, las granadas y la propaganda.
Otra razón por la que la violencia sexual contra los hombres siguió siendo un tema tabú durante esta lucha es porque el delito es ocultado por las víctimas, que se sienten demasiado avergonzadas para hablar y son ignoradas por una sociedad que no está preparada para escucharlas. Esto es resultado de las normas socialmente construidas en torno a la masculinidad que están arraigadas en muchas sociedades, y de una falta de reconocimiento que limita el acceso a la justicia, la reparación y la atención. Los combatientes utilizan este conocimiento para su beneficio con fines genocidas, así como para debilitar, humillar y desplazar a las comunidades.
A pesar de estas realidades, la defensa de los varones es escasa. Los estudios demuestran que de las 4076 ONG que trabajan en el ámbito de las violaciones de guerra, apenas un 3% mencionó la violencia sexual contra los hombres y los niños en sus programas y literatura en las últimas dos décadas. Por lo tanto, el reconocimiento de los hombres y los niños como víctimas y supervivientes tras décadas de abandono y escepticismo demuestra que el Consejo se está tomando cada vez más en serio las implicaciones de la violencia sexual para la seguridad. Según Alemania, que incluyó el tema en el orden del día del Consejo, sin la unión de las comunidades no se puede lograr la paz debido a las suposiciones culturales sobre la invulnerabilidad masculina.
Aunque se esperaba una respuesta más detallada, el tema avanza lentamente porque no se han realizado esfuerzos concretos, como la concienciación y la prestación de servicios, a nivel internacional. Un ejemplo notable es el del caso de Myanmar ante la Corte Internacional de Justicia a principios de 2020. El lenguaje utilizado para condenar la violencia sexual como táctica genocida utilizada por los militares birmanos contra los rohingya musulmanes sugería que sólo las mujeres y las niñas eran el objetivo, e ignoraba el hecho de que la violencia sexual contra los hombres también estaba presente.
Queda mucho trabajo por hacer para que los hombres supervivientes tengan voz, acceso a la justicia y a la asistencia, y otros servicios necesarios, todo lo cual podría ayudar a dejar sin efecto esta arma de guerra antes de que siga desarrollándose. Más que nunca, la violencia sexual es un problema acuciante porque, en algunas zonas de conflicto, este delito forma ahora parte de la economía terrorista de los grupos extremistas, lo que significa que la violencia sexual se ha convertido en una empresa lucrativa en la guerra.
* Nota: Parte de la evidencia de este artículo se encuentra en un informe que se puede solicitar al autor.