En la Conferencia Mundial de Beijing de 1995, las feministas hicieron un gran esfuerzo por impulsar los temas de género mediante la promoción del lema “los derechos de las mujeres son derechos humanos”.
Esperaban que, con el tiempo, la gente común consideraría que la igualdad de género, la protección contra la violencia intrafamiliar y otros problemas críticos que enfrentan las mujeres son igual de importantes que los derechos de los activistas políticos hombres que buscan protección contra la tortura y el encarcelamiento.
"¿Qué aceptación tiene el lema “los derechos de las mujeres son derechos humanos” en todo el mundo? ¿Quiénes son sus seguidores más convencidos?"
Treinta años después, ¿quién apoya esta afirmación? ¿Qué aceptación tiene el lema “los derechos de las mujeres son derechos humanos” en todo el mundo? ¿Quiénes son sus seguidores más convencidos?
Análisis estadístico
Para responder estas preguntas, entrevistamos a 4,740 personas de cinco grandes ciudades en varias regiones del Sur global: Asia (1,680 personas en Mumbai y sus zonas rurales, en 2012), América Latina (Ciudad de México, 960 personas, 2016), Norte de África (Rabat y Casablanca y zonas rurales, 1,100 personas, 2012) y África Subsahariana (Lagos y zonas rurales, 1,000 personas, 2014). Nuestro muestreo fue estadísticamente representativo de estas áreas geográficas.
En las miles de entrevistas cara a cara que realizamos en callejones, calles centrales, puertas y calles secundarias, les preguntamos a hombres y mujeres: “¿En qué medida asocia el término ‘derechos humanos’ con la frase ‘proteger los derechos de las mujeres’?”. Les ofrecimos a los encuestados una escala de respuesta de 1, o “No asocio las dos frases en absoluto”, a 7, o “Asocio mucho las dos frases”, y les pedimos que consideraran usar los números intermedios para matizar su respuesta.
Las cifras indican un apoyo razonablemente fuerte
En las cuatro ciudades, había más probabilidades de que los encuestados asociaran el término “derechos humanos” con “proteger los derechos de las mujeres” que de que no lo hicieran. Esto se puede ver en el gráfico anterior, ya que las cuatro barras superan el punto medio de 4. Los residentes de la Ciudad de México son los más propensos a asociar los términos (6.3 en la escala de 1 a 7), seguidos de las personas que viven en Rabat y Casablanca (5.9), Lagos (5.2) y Mumbai (5.0).
Este notable hallazgo sugiere que 22 años después de la Conferencia Mundial de Beijing sobre las mujeres, muchas personas en el Sur global conocen y aceptan el lema “los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Para los fanáticos de las evaluaciones, este es un resultado impresionante digno de reflexión y celebración.
¿Quiénes expresaron su apoyo?
Para obtener más información, realizamos un análisis más profundo con regresiones estadísticas, un procedimiento que nos ayuda a calcular el efecto único de variables causales específicas (como el género, los ingresos, la residencia urbana o rural y la religiosidad de los encuestados) sobre un resultado que nos interesa, controlando otros factores explicativos. En este caso, el resultado que intentamos explicar fue la intensidad de la asociación del término “derechos humanos” con “proteger los derechos de las mujeres”, medida en una escala de 1 a 7.
Flickr/Marc Nozell/(CC BY 2.0)(Some Rights Reserved).
What are the implications of associating human rights with women’s rights?
Curiosamente, el análisis de regresión del modelo agrupado para todas las encuestas, en conjunto, mostró que las mujeres no eran más propensas que los hombres a asociar los derechos humanos con los derechos de las mujeres. Sin embargo, las personas que informaron estar en mejores condiciones económicas tenían más probabilidades de hacer esa asociación, al igual que las personas que viven en las ciudades, en comparación con quienes viven en el campo.
El papel de la religión
Nos interesaba particularmente la asociación con la religiosidad, dada la intensidad del debate sobre el vínculo entre la fe y los derechos humanos. Algunos argumentan que la religión y los derechos son enemigos, otros que son amigos y otros más no están seguros. De cualquier manera, la mayoría de los observadores tienen convicciones firmes sobre la conexión entre los derechos y la fe.
En efecto, la religión fue un factor importante en nuestros análisis. En las cuatro ciudades, las personas que obtuvieron puntuaciones más altas en nuestro índice de religiosidad personal tenían más probabilidades de asociar los derechos humanos con los derechos de las mujeres. Esto nos sorprendió.
Creamos el índice de religiosidad personal combinando las respuestas de los encuestados a dos preguntas: 1) “¿Qué tan importante es la religión en su vida?” y 2) “¿Con qué frecuencia reza?”. Estas preguntas se refieren a algo distinto de lo que llamamos nuestro “índice de religiosidad social”, el cual creamos combinando las respuestas a: 1) “¿Con qué frecuencia asiste a un lugar de culto?” y 2) “¿Ha participado en las actividades de una organización religiosa que no sea un lugar de culto?”.
En nuestra opinión, el índice de religiosidad social refleja qué tan incorporado está un encuestado en un estilo de vida, en una comunidad y en organizaciones con base en la fe; el índice de religiosidad personal se refiere más a la relación directa del encuestado con Dios.
El vínculo entre una mayor religiosidad personal y una mayor disposición a identificar los derechos de las mujeres con los derechos humanos es un hallazgo enigmático pero agradable, ya que sugiere que la combinación de la religión, los derechos y el género puede no ser tan tóxica como algunos temen.
¿Realmente importa?
¿Cuáles son las implicaciones de asociar los derechos humanos con los derechos de las mujeres? A fin de obtener más información, preguntamos si la asociación aumenta, o reduce, el apoyo público a la comunidad organizada de derechos humanos.
Para hacer esto, realizamos otra serie de regresiones estadísticas en las que asociar los derechos humanos con la protección de los derechos de las mujeres fue la variable explicativa de interés, mientras que la confianza en las organizaciones locales de derechos (expresada en una escala de 0, o ninguna confianza, a 1, o confianza total) fue el resultado que buscamos explicar.
En los modelos de dos países (India y Marruecos) y en el modelo agrupado, la asociación entre los derechos humanos y los derechos de las mujeres estaba relacionada con más confianza en las agrupaciones locales de derechos. En el modelo de la Ciudad de México se asoció con menos confianza y en Nigeria no tuvo ninguna asociación estadísticamente significativa.
Estos hallazgos ofrecen cierto apoyo limitado a la idea de que cuando el público cree que los derechos humanos y los derechos de las mujeres son lo mismo, la comunidad local de derechos humanos se puede ver beneficiada.
Con ayuda de las encuestas, los activistas locales pueden comenzar a identificar las fuentes de apoyo y oposición dentro de sus propias comunidades. Este mayor conocimiento, a su vez, puede ayudar a los activistas a generar prácticas de investigación y promoción más inteligentes y con base empírica.