Forum Asia (All rights reserved)
Activistas participando del foro“El futuro de los Derechos Humanos y la Democracia en Asia”, en Thailand (Julio de 2015).
En las últimas décadas, el movimiento de derechos humanos en Asia ha pasado por una montaña rusa de altibajos que han incluido crecimiento, esperanzas, amenazas y desafíos. Los últimos años se han caracterizado por una campaña de represión contra los activistas y una reducción del espacio para la sociedad civil, que han obligado al movimiento de derechos humanos a adaptarse y evolucionar.
En 2016, como parte de la campaña del 25.º aniversario del Asian Forum for Human Rights and Development (FORUM-ASIA) (Foro Asiático para los Derechos Humanos y el Desarrollo), 85 defensores de los derechos humanos reflexionaron sobre los desafíos y aprendizajes de esfuerzos anteriores y acordaron que no podemos subestimar la importancia de la solidaridad. Como movimiento, hemos logrado grandes avances en cuanto a nuestra organización e interconexión, no solo a nivel nacional, sino también regional y global. Los esfuerzos coordinados, para influir en las personas encargadas de formular políticas y tomar decisiones a nivel nacional, o para asegurar que las voces de los activistas de derechos humanos asiáticos se escuchen en los foros mundiales, como Ginebra y Nueva York, han sido desafiantes pero fructíferos.
Por ejemplo, en 1996, FORUM-ASIA formó parte de la creación de una nueva iniciativa, la Alternative Asean Network on Burma (ALTSEAN-Burma) (Red Alternativa de ASEAN sobre Birmania). Una de las principales estrategias que ALTSEAN-Burma utilizó desde el principio fue promover agresivamente la cobertura de los medios de comunicación en toda la región de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN, por sus siglas en inglés) siempre que ocurriera algo en Birmania/Myanmar, incluso durante las reuniones cumbre de ASEAN. Esto obligó a los líderes de ASEAN a hablar sobre un país vecino al que habrían preferido ignorar. En 1998, ALTSEAN-Burma apoyó a un grupo de 18 activistas de diferentes países, conocidos como los 18 de Rangún, para que salieran a las calles de Yangón (antes Rangún) a repartir panfletos conmemorativos del levantamiento de 1988. Los 18 activistas fueron arrestados, detenidos durante cinco días, sentenciados a cinco años de trabajos forzados y deportados a Tailandia. Debido a la atención que recibieron los activistas por parte de los medios, sus gobiernos no pudieron ignorar lo sucedido; sin embargo, las reacciones de los gobiernos de los países de origen de los 18 activistas fueron muy distintas. Mientras que los EE. UU. y Filipinas condenaron el tratamiento que recibieron sus ciudadanos, Tailandia e Indonesia defendieron a los suyos a regañadientes. Malasia criticó las acciones de los 18 de Rangún, pero al final tomó medidas para liberar a los ciudadanos malasios involucrados.
En estos esfuerzos, ha sido crucial permanecer firmemente arraigados con las personas a las que suponemos representar. Si bien cualquiera puede pretender ser un defensor de los derechos humanos, solo podemos convertirnos en defensores genuinos al involucrarnos y unirnos a la lucha por los derechos humanos, en lugar de estudiarla en un libro.
Para intentar alcanzar este equilibrio, del 2 al 5 de septiembre de 2017, FORUM-ASIA y sus miembros de Mongolia, el Centre for Human Rights and Development (CHRD) (Centro para los Derechos Humanos y el Desarrollo) y Globe International (GI), consultaron y se reunieron con diversos actores interesados en cuestiones de derechos humanos en Mongolia. Fue la tercera ocasión en la que se organizó una reunión de este tipo, con el objetivo de crear una plataforma nacional para la protección de los defensores de derechos humanos en el país. Al crear un espacio para que los defensores locales de derechos humanos puedan reunirse todos los años, se les brinda la oportunidad de establecer relaciones y confianza, actualizarse mutuamente sobre los avances en su trabajo y mejorar sus conocimientos y habilidades. Los dos primeros días estuvieron dedicados a reuniones entre los defensores locales de derechos humanos, tanto de Ulaanbaatar como de otros lugares, para evaluar los avances y las preocupaciones pendientes con respecto a los mecanismos de protección de los derechos humanos en el país. Los días restantes estuvieron ocupados con reuniones con una variedad de actores interesados de otros tipos, incluidos los partidos políticos (entre ellos, el Partido Popular de Mongolia, que actualmente ocupa el poder, y el Partido Democrático) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Mongolia (MNHRC, por sus siglas en inglés), lo que dio a los defensores locales de derechos humanos una plataforma para hablar directamente con los actores clave en el país sobre sus preocupaciones y recomendaciones, en lugar de depender de otros para expresar sus ideas.
Sin embargo, los activistas también deben ser cautelosos y no concentrar todos sus esfuerzos en los principales centros de poder e influencia, porque los derechos y las violaciones de los que hablamos no están tan centralizados. A nivel mundial, aunque participar en los foros políticos internacionales como Ginebra y Nueva York ha sido fundamental para amplificar las voces de los defensores de derechos humanos, si nos quedamos atrapados en la burbuja de la ONU, nos aislamos de la realidad en el terreno. Todo lo que decimos y hacemos en esos foros debe basarse en las necesidades y los intereses de la población.
"Los activistas también deben ser cautelosos y no concentrar todos sus esfuerzos en los principales centros de poder e influencia, porque los derechos y las violaciones de los que hablamos no están tan centralizados".
Como miembros del movimiento de derechos humanos, necesitamos ser amplificadores o traductores para aquellas comunidades locales que no tienen la capacidad o la oportunidad de participar en foros políticos. Pero, al final, esta función debería dejar de ser necesaria. Un ejemplo de este cambio es la Asia-Pacific Coalition on East Timor (APCET) (Coalición de Asia y el Pacífico sobre Timor Oriental), la cual se formó a partir de una serie de reuniones con defensores entre 1992 y 1993, poco después de que la Masacre de Santa Cruz en Timor Oriental volviera a centrar la atención de la comunidad internacional en la ocupación indonesia. Dada la represión en Timor Oriental, abogar por su población era crucial. Gracias a la cobertura mediática constante que logró APCET, entre otros, los dirigentes de ASEAN se vieron obligados a afrontar las limitaciones de su política de “no injerencia”. Además, estas reuniones ayudaron a los activistas por la independencia timorense a desarrollar sus habilidades de promoción y campaña, mientras que las noticias sobre el trabajo de APCET dieron una sensación de esperanza a las personas oprimidas en Timor. Una vez que se ganó la independencia, los activistas timorenses ya no necesitaban a APCET como interlocutor, por lo que la red se transformó para apoyar otras luchas. En 2015, el ahora país independiente de Timor-Leste reconoció esta contribución otorgando a APCET un premio, junto con otros activistas, “por su contribución y apoyo a la lucha por la autodeterminación de Timor-Leste”.
En procesos como estos, es importante que el movimiento de derechos humanos prepare a las comunidades para los desafíos que se presentan cuando se defienden los derechos humanos, con el fin de que entiendan que el trabajo a favor de la democracia y los derechos humanos no es un sprint o una carrera corta, sino un maratón. Debemos enseñarles a las comunidades que necesitan ser pacientes y persistentes. Las personas que esperan una solución rápida quedarán muy decepcionadas.
El largo viaje por la justicia del pueblo de Sri Lanka subraya este punto. Uno de los conflictos más prolongados de la historia moderna, desde 1983 hasta 2009, causó una cantidad inimaginable de graves violaciones de derechos humanos, que incluyeron desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, desplazamientos masivos y reclutamiento forzoso, incluso de niños. Y más allá de la guerra, las violaciones de derechos humanos, y por lo tanto la lucha por la justicia, continuaron. Para muchas de las personas involucradas, especialmente para las víctimas y sus familiares, este viaje fue y sigue siendo insoportable. En estos casos, la solidaridad regional e internacional y el apoyo de los defensores de derechos humanos son cruciales, pero es necesario que no traigan falsas expectativas de soluciones fáciles.
Después de décadas de activismo, la lección principal es que la lucha por los derechos humanos no es lineal ni unidimensional. Requiere paciencia, resistencia y muchos amigos, socios y colegas. Es un acto de equilibrio a largo plazo que consiste en estar conectados globalmente pero con raíces locales.