Photo: Wade Wu/Flickr (CC BY-NC-ND 2.0)
Jochelle Magracia ya se cansó. Lo dice bajito, como si estuviera exhalando un secreto. El repentino rugido de la central eléctrica de carbón de San Miguel Corporation —a tan solo unos cientos de metros del cobertizo de la casa de su familia, que también funciona como el centro comunitario de Barangay Lamao— acentúa su afirmación.
Está hablando, por supuesto, sobre lo que la llevó a decidir unirse a la Young Bataeños Environmental Advocacy Network (YBEAN), una red de organizadores ambientales en su provincia en Filipinas. Recientemente, los miembros de YBEAN comenzaron a recorrer las escuelas y vecindarios para hablar sobre los efectos del cambio climático y de los proyectos de combustibles fósiles, como la central de carbón en su comunidad. Su punto, informa Jochelle, es que, además de exacerbar la crisis, estas centrales afectan la salud y el bienestar de los residentes locales. “Ya me cansé”, repite. “De que mi hogar esté cubierto de polvo de ceniza, de que mis amigos y familiares padezcan enfermedades respiratorias, de que nuestros líderes sean amenazados. Es hora de que el gobierno diga que esto es una emergencia climática”.
El llamado a declarar una emergencia climática tiene sus raíces en Darebin, Australia. En diciembre de 2016, el Consejo Municipal de Darebin se convirtió en el primero en el mundo en reconocer de manera unánime que estamos en un estado de emergencia climática. Más adelante, en agosto de 2017, el consejo adoptó un Plan de Emergencia Climática, cuyos objetivos incluyen “la máxima protección para la comunidad de Darebin y para las personas, la civilización y las especies a nivel mundial, especialmente los más vulnerables” y “restablecer un clima seguro a una velocidad de emergencia eliminando la emisión de gases de efecto invernadero”. Para julio de 2019, 740 gobiernos de 16 países habían hecho públicas sus propias declaraciones oficiales. Sin embargo, la mayoría de ellos se encuentran en Europa, Australia y los Estados Unidos.
Asia, una de las regiones más vulnerables a la crisis climática, sigue guardando silencio al respecto, ante la exasperación de activistas medioambientales como Jochelle y Peta Nuampakdee, una organizadora comunitaria de Chiang Mai, Tailandia. “Declarar [una] emergencia climática mostrará que al gobierno por fin le importa”, dijo Peta. “Le mostrará a la gente que el cambio climático no es un tema lejano”.
Liberarse de los combustibles fósiles
Asia tiene un sucio secreto: a pesar de su supuesto liderazgo en las conversaciones internacionales sobre el cambio climático y de que sus dirigentes afirman que se necesita una transición a las energías renovables, la región tiene la mayor cartera de proyectos de nuevas centrales eléctricas de carbón en el mundo, gracias a los miles de millones en inversiones de entidades financieras públicas y bancos comerciales.
Convencer a los países en desarrollo de que dejen de invertir por completo en combustibles fósiles siempre ha sido un asunto complicado, ya que muchos de ellos han defendido a sus economías en crecimiento y su derecho al desarrollo. No obstante, como se establece en la Declaración de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Desarrollo: “[l]os Estados tienen el derecho y el deber de formular políticas de desarrollo nacional adecuadas con el fin de mejorar constantemente el bienestar de la población entera”. Continuar con la quema de combustibles fósiles difiere de este objetivo central debido a la manera en que las estaciones de energía sucia afectan a las comunidades. La contaminación del aire derivada de estas centrales causa alrededor de 20,000 muertes prematuras al año en Asia. Tan solo en Filipinas, los datos muestran un estimado de 960 muertes prematuras cada año debido a derrames cerebrales, cardiopatías isquémicas, otras enfermedades cardiovasculares y enfermedades respiratorias. Los gobiernos no pueden afirmar que están protegiendo el bienestar de los ciudadanos al tiempo que sacrifican la salud y los derechos humanos de estos mismos ciudadanos en aras de la industria de los combustibles fósiles.
Las declaraciones de emergencia climática en Asia perderían toda validez y significado si los países están en libertad de incumplir sus compromisos. En todo caso, es necesario redefinir el desarrollo para que incluya y garantice el bienestar de las pequeñas comunidades que se han visto históricamente afectadas tanto por los combustibles fósiles como por los fenómenos climáticos.
Las mujeres jóvenes aumentan la presión con las huelgas climáticas
Las activistas jóvenes como Jochelle asumen la carga de explicar esta disparidad entre las declaraciones políticas y lo que realmente sucede en el terreno a las comunidades a las que visitan. Pero ella persevera, principalmente porque fue testigo de la tenacidad de su madre, junto con otras líderes en su comunidad, al hablar sobre los peligros de las causas y las repercusiones del cambio climático. Jochelle cree que las mujeres, como “guardianas del hogar”, están sometidas a una tensión diferente por los efectos del cambio climático. “Asumimos la carga de proteger, salvar y nutrir todo lo que existe en el mundo”, explica.
“Ya me cansé”, repite. “De que mi hogar esté cubierto de polvo de ceniza, de que mis amigos y familiares padezcan enfermedades respiratorias, de que nuestros líderes sean amenazados."
Sin embargo, esta carga no debe centrarse en las mujeres, a pesar de que están entre los más vulnerables a los impactos climáticos. Un liderazgo climático genuino implica movilizar a todos los miembros de la sociedad para que tomen medidas sobre este tema. Por ello, en solidaridad con la Movilización Mundial por el Clima, jóvenes de Tailandia y Filipinas organizaron acciones locales que exigen cambios sistémicos para la acción climática, en lugar de centrarse en los cambios de estilo de vida individuales.
“Las mujeres jóvenes están a la vanguardia en todo el mundo, unificando a diferentes grupos de personas”, dijo Kim Anh, una de las jóvenes que participaron el día de las movilizaciones en Chiang Mai con Climate Strike Thailand. “[Esto ocurre] a pesar de los peligros de las actitudes misóginas, los comportamientos sexistas y el odio hacia las mujeres que son críticos en un mundo patriarcal. Nos llaman ‘feminazis’ o nos mandan a callar, y se necesita valor para alzar la voz y comenzar a actuar”.
Peta y Kim llevaron a doscientas personas jóvenes a marchar en Chiang Mai, mientras que Jochelle se unió a más organizadores de YBEAN para manifestarse frente a la planta de carbón de Bataan. La exigencia principal de estas jóvenes es que sus gobiernos declaren una emergencia climática.
Foto cortesía de Jochelle Magracia
Foto cortesía de Phongsila Commak a través de Climate Strike Thailand
“Asia es vulnerable a la nueva normalidad de las calamidades”, expresó Jochelle. “Los gobiernos de todo el mundo deben unirse y declarar un estado de emergencia climática para arreglar lo que queda para nuestro futuro”.
Dar la voz de alarma
Muchas de las declaraciones del Norte global han sido criticadas por no incluir propuestas ambiciosas. Además, hasta la fecha, la mayoría de ellas, si no es que todas, han sido de naturaleza no vinculante. En Canadá, por ejemplo, el gobierno “de forma deliberada, no atribuyó ninguna implicación política para garantizar que este debate representara de la mejor manera el carácter no partidista de la emergencia climática”.
Si bien estas declaraciones no son vinculantes desde una perspectiva jurídica, siguen siendo necesarias, sobre todo para las regiones vulnerables como Asia, debido a las señales de política que enviarán inevitablemente en todos los niveles del gobierno. Estas señales obligarán a los Estados a que, por fin, adopten un enfoque de movilización a nivel nacional, haciendo sonar la alarma sobre la escala en la que hay que afrontar la crisis. Y esto también significa que jóvenes como Peta, Jochelle y Kim dispondrán de algo que les permita pedir cuentas a sus gobiernos, especialmente cuando todo su futuro está en juego.
En efecto, si se hacen estas declaraciones en Asia, no solo deben manifestar la aceptación de las nuevas realidades; también deben incluir, en última instancia, un plan de acción que se atreva a adoptar medidas rápidas y contundentes con base en la ciencia. Cada año, miles de personas pierden sus vidas y sus medios de subsistencia debido tanto a los efectos que surgen gradualmente como a los fenómenos meteorológicos extremos, y el precio lo pagan los menos responsables de esta crisis. De esta manera, las declaraciones de emergencia climática tienen el poder de replantear la forma en que pensamos sobre el cambio climático, no solo al inyectar urgencia en el discurso público, sino también al redefinir lo que significa crear un mundo mejor, más resiliente y que no abandone a nadie.