El enfoque en la alegría dentro del campo de los derechos humanos era algo que tanto a mí como a otras personas nos parecía muy ajeno cuando comencé el proyecto que culminaría en mi libro Joyful Human Rights (Derechos humanos llenos de alegría). Pero ahora me parece muy familiar; no solo porque llevo seis años viviendo con el proyecto, sino también porque ha resonado con muchas personas durante el camino. Como académico, activista y consultor, es raro recibir esta clase de validación del trabajo académico, sobre todo de personas marginadas de todo el mundo.
Sostengo que centrarnos en la alegría modifica drásticamente la manera en que vemos a las víctimas, perpetradores, mártires y activistas de derechos humanos. Y al rastrear la ausencia de alegría en el discurso de los derechos humanos, se replantean los orígenes filosóficos e históricos de los derechos humanos y se ofrece una nueva lente para formular una noción más afirmativa y sólida de los derechos humanos.
Cada tema en el libro resuena con diferentes personas. Muchas se sienten atraídas por el trabajo pionero de la ONG Clowns without Borders/Payasos Sin Fronteras o el poder de la música en el trabajo de derechos humanos. Otras quieren intentar entender a los perpetradores alegres: ¿en verdad pueden ser tan alegres? ¿Es realmente alegría lo que experimentan o solo adrenalina o sociopatía? Y muchas se sienten atraídas por el nuevo campo del crecimiento postraumático, sobre todo como antídoto al énfasis excesivo en el trastorno de estrés postraumático.
Centrarnos en la alegría modifica drásticamente la manera en que vemos a las víctimas, perpetradores, mártires y activistas de derechos humanos.
Muchos lectores me han recomendado ejemplos adicionales que debería haber incluido. ¿Cómo podía tener un capítulo sobre los perpetradores alegres sin mencionar a los gladiadores romanos y sus espectadores sanguinarios, el asalto de Jerusalén de 1099 o las sádicas masacres de poblaciones aborígenes en Australia?
Al pensar en los numerosos ejemplos de masacres llenas de alegría y sadismo, me vuelvo a preguntar cómo es que la visión hegemónica de la banalidad del mal consumada por Hannah Arendt y Stanley Milgram se convirtió en algo tan arraigado. Es cierto que podemos encontrar algo de consuelo al saber que la gran mayoría de los seres humanos no son sádicos y que las atrocidades provienen de un sistema más amplio basado en la deshumanización, la jerarquía, el autoritarismo y la obediencia. Desde luego, estos factores influyen de manera significativa, pero hay demasiada evidencia de que cuando se les da la oportunidad, muchos seres humanos se muestran alegremente sádicos. Incluso Arendt, famosa por su observación sobre la banalidad del mal en el juicio de Eichmann en 1961, tuvo que reformular sus conclusiones al observar los juicios de Auschwitz en Frankfurt en 1965. El significado de Auschwitz había cambiado: “Una cosa es segura, y es algo que uno ya no se habría atrevido a creer; a saber, ‘que cada uno podía decidir por sí mismo si ser bueno o malo en Auschwitz’”.
Este capítulo tan poco alegre sobre los perpetradores se equilibra con docenas de ejemplos de activistas y ganadores en materia de derechos humanos llenos de alegría. La alegría se manifiesta en las victorias de derechos humanos, en la lucha por una causa justa y en las canciones y obras de arte de la protesta social. La alegría es una transgresión de las condiciones actuales, una fuente de fortaleza interior y una fuerza para unir a las personas para expresar su potencial. En el libro, analizo el papel de la alegría en las vidas y obras increíbles del arzobispo Óscar Romero, Martin Luther King y Jesusa Rodríguez, actriz y activista mexicana, así como los himnos alegres y poderosos que han impulsado a los movimientos de derechos humanos. Y ¿cómo podría dejar de mencionar el poder de las canciones de Bob Marley y la manera en que siguen conectando tantos mundos alrededor del planeta?, ¿o “Miss Sarajevo“, una canción de U2, Brian Eno y Luciano Pavarotti sobre el concurso de belleza Miss Besieged Sarajevo celebrado en 1993 en medio del infame asedio? Fue un momento de desafío y de súplica por un futuro alegre alternativo y un pasado pacífico.
Dijo que era la primera vez que alguien le hablaba sobre la esperanza, sobre la posibilidad de darle un nuevo significado a la vida después de una catástrofe.
El último capítulo, “Ganadores de derechos humanos”, ha resonado con muchas personas, sobre todo aquellas que han sufrido violaciones de derechos humanos. En él, presento narraciones de personas que son ejemplos de superación, de cómo encontrar significado en la tragedia y cómo dar forma a un futuro alegre y justo. Ellos no se ven a sí mismos como víctimas o incluso supervivientes, sino como ganadores. En lugar de la metáfora de la resiliencia, que significa regresar a la trayectoria original, sus relatos sugieren una referencia al arte japonés de kintsugi, como una metáfora que honra nuestras cicatrices y crea algo nuevo y hermoso a partir de ellas.
Me sentí especialmente conmovido cuando hablé con un joven de Afganistán cuya aldea había sido destruida poco tiempo antes por un ataque con aviones no tripulados. Comenzó a llorar cuando le hablé sobre algunos de los ganadores de derechos humanos de los que escribí en mi último capítulo. Dijo que era la primera vez que alguien le hablaba sobre la esperanza, sobre otras personas que han tenido experiencias similares y sobre la posibilidad de darle un nuevo significado a la vida después de una catástrofe.
Tal vez solo exagero un poco al decir que durante casi 25 años no me he dedicado a enseñar sobre los derechos humanos, sino más bien sobre su opuesto, las violaciones de derechos humanos. Una revisión rápida de planes de estudio, libros de texto y artículos académicos muestra que muchos otros académicos también centran su atención principalmente en las violaciones y la tragedia. Por fortuna, cada vez estamos más conscientes de la importancia de la alegría, la esperanza, el amor y otras emociones positivas en el trabajo de derechos humanos, como ejemplifica el foro Positive Narratives to Mobilize for Change de OpenGlobalRights.
Yo trabajo en proyectos reales con estudiantes e integrantes de la comunidad. En parte, estamos aprendiendo a establecer conexiones entre nosotros. Estamos aprendiendo a ser vulnerables, humildes, generosos, agradecidos, a veces llorosos, e incluso alegres. Esta clase de pedagogía les es ajena a la mayoría de los académicos, incluidos mis mentores pedagógicos; pero ¿cómo podría volver a una manera de enseñar menos humana aunque más didáctica, teorética y conceptual, sobre todo en el campo de los derechos humanos? Si no ponemos en primer plano a las relaciones humanas, y la alegría que pueden brindar, ¿realmente estamos hablando de derechos humanos?