Es tentador suponer que las violaciones de derechos humanos son fáciles de ver, pero a menudo son difíciles de discernir. Los perpetradores se esfuerzan mucho por ocultarse a plena vista. Antes de llevarlos ante la justicia, los defensores pueden tener que iniciar investigaciones que duran años para encontrar pruebas de que se ha producido una injusticia inaceptable.
¿Y si fuera más fácil y rápido detectar las violaciones de los derechos humanos? ¿Y si los seres humanos pudieran predecir las violaciones antes de que se produjeran, salvando a innumerables víctimas de daños innecesarios?
En un mundo de tecnología hiperinteligente, quizá sea posible evitar un número significativo de violaciones de los derechos humanos. La investigación sobre las aplicaciones de la IA en la defensa de los derechos humanos ya ha descubierto el potencial de aprovechar las capacidades de la IA en el reconocimiento de patrones, el modelado predictivo y la supervisión en tiempo real para identificar señales de alerta temprana de diversos abusos, pero el uso de las soluciones de IA actuales conlleva sus propios riesgos.
El poder de la IA en el reconocimiento de patrones y los modelos predictivos
Uno de los puntos fuertes más significativos de la IA es su capacidad para identificar patrones en grandes cantidades de datos. La IA puede procesar registros históricos, tendencias económicas, cambios políticos y actividad en las redes sociales para reconocer los primeros indicios de abusos contra los derechos humanos. Mediante el análisis de estos datos, la IA puede predecir cuándo determinadas poblaciones pueden estar en peligro, lo que permite a los defensores intervenir antes de que la violencia o la opresión se intensifiquen.
Grupos como Conflict Forecast ya han utilizado los modelos predictivos de la IA para analizar la probabilidad de que se produzcan conflictos violentos o inestabilidad política, dos de los principales factores que contribuyen a las violaciones de los derechos humanos. Cuando los gobiernos o los organismos internacionales disponen de estos conocimientos, pueden movilizar recursos con prontitud y aplicar medidas de protección para proteger a las comunidades vulnerables.
Más allá de la predicción, la IA ofrece capacidades de vigilancia en tiempo real, lo que le confiere un papel vital en la seguridad. Por ejemplo, los sistemas de IA, como los que se utilizan en entornos de seguridad para vigilar las amenazas, podrían adaptarse fácilmente para rastrear los abusos contra los derechos humanos. Con los avances en tecnologías como el reconocimiento facial y el análisis de multitudes, los sistemas de IA pueden detectar violaciones en curso, como detenciones ilegales o represiones violentas, que luego pueden notificarse a las autoridades competentes.
Los riesgos de la IA en la defensa de los derechos humanos
Aunque la IA promete una inteligencia sobrehumana, lo cierto es que, como herramienta creada por el ser humano, adolece de problemas muy parecidos a los humanos. Muchos de estos problemas plantean dilemas éticos, que podrían impedir la aplicación de la IA en el ámbito de la defensa de los derechos humanos. Toda entidad interesada debe utilizar la IA generativa de forma responsable.
En primer lugar, está la cuestión del sesgo de los datos. Los modelos de IA son tan buenos como los datos con los que se entrenan, y si esos datos están sesgados o incompletos, las predicciones de la IA pueden ser inexactas o, peor aún, discriminatorias. Estos conceptos erróneos o fallos podrían conducir a falsas acusaciones o a pasar por alto señales de alerta en poblaciones en las que los datos están infrarrepresentados. En el contexto de los derechos humanos, estos errores podrían tener consecuencias devastadoras.
Una segunda preocupación tiene que ver con la transparencia. Los algoritmos de IA, especialmente los basados en el aprendizaje automático, funcionan a menudo como «cajas negras», lo que significa que puede ser difícil entender exactamente cómo llegan a sus conclusiones. Esta falta de transparencia podría socavar la confianza necesaria para su aplicación en la vigilancia de los derechos humanos, ya que los defensores pueden ser reacios a confiar en decisiones que no comprenden plenamente. Esta cuestión es especialmente peligrosa cuando se trata de modelos generativos de IA que pueden difundir involuntariamente información errónea o interpretaciones equivocadas, sobre todo en entornos políticamente volátiles.
Estos inconvenientes no son insalvables. Si se pone más cuidado en el entrenamiento y la aplicación de los modelos de IA, especialmente los destinados a identificar abusos contra los derechos humanos, tal vez sea posible crear una herramienta de IA justa y equilibrada. Aun así, cualquier IA que se utilice en el ámbito de la defensa de los derechos humanos debe contar con una sólida supervisión ética -y humana- para evitar daños.
Suposiciones y escollos éticos en el papel predictivo de la IA
Un supuesto común en el uso de la IA para la protección de los derechos humanos es que la tecnología puede hacer predicciones precisas basadas en datos históricos y en la supervisión en tiempo real. Sin embargo, este supuesto simplifica en exceso la compleja naturaleza de las violaciones de los derechos humanos, que a menudo son el resultado de condiciones políticas, sociales y económicas profundamente arraigadas. Existe el riesgo de que la IA no capte los matices de estas situaciones o, lo que es peor, refuerce los sesgos existentes en los datos.
Otro escollo ético es el posible uso indebido de la IA por parte de regímenes autoritarios. En las manos equivocadas, la IA puede utilizarse para vigilar y reprimir la disidencia, dando lugar a nuevas violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, la tecnología de reconocimiento facial, originalmente diseñada para la seguridad, ha sido reutilizada en algunos países para la vigilancia masiva y la persecución de minorías. Esto plantea una paradoja inquietante: la misma tecnología destinada a proteger los derechos humanos podría utilizarse para socavarlos.
La implantación de la IA debe ir acompañada de estrictas directrices éticas para mitigar estos riesgos. Esto incluye garantizar que los sistemas de IA sean transparentes, que se auditen periódicamente para comprobar su imparcialidad y que no se utilicen con fines opresivos. Además, la colaboración entre gobiernos, organizaciones de derechos humanos y desarrolladores de IA es crucial para garantizar que la tecnología se utiliza de forma responsable.
Equilibrio entre promesa y peligro
La IA tiene un inmenso potencial para revolucionar la forma en que los seres humanos pueden predecir y prevenir las violaciones de derechos humanos. Su capacidad para el reconocimiento de patrones, la elaboración de modelos predictivos y la supervisión en tiempo real la convierten en una poderosa herramienta para identificar señales de alerta temprana de abusos. Sin embargo, este potencial va acompañado de importantes riesgos éticos, como la parcialidad de los datos, la falta de transparencia y la posibilidad de un uso indebido.
Al adherirse a las mejores prácticas para el uso ético de la IA -como garantizar la transparencia, mitigar la parcialidad y promover la supervisión- los humanos pueden ayudar a garantizar que la IA sea una fuerza para el bien en el ámbito de los derechos humanos. A medida que la IA siga desarrollándose, será fundamental mantener un cuidadoso equilibrio entre el aprovechamiento de sus capacidades y la salvaguarda de los derechos que debe proteger. Con una aplicación responsable, la IA puede convertirse en un aliado indispensable en la lucha por la dignidad humana y la justicia.