¿Cuál es la responsabilidad de los y las donantes frente a las prácticas del cuidado de las activistas de primera línea? ¿Y de qué manera afecta nuestro propio bienestar a él de las socias que financiamos? Como organización donante de apoyos de respuesta rápida por los derechos de las mujeres, nos reunimos diariamente para discutir nuevas solicitudes de financiamiento, las cuales, en muchas ocasiones, incluyen situaciones de violencia sexual. Nos turnamos para ofrecer análisis y debate según si cada solicitud “se ajuste a nuestro mandato”. Es una habilidad que se adquiere con el tiempo, una habilidad compleja, que lleva a que una persona se sienta diligente y eficaz, pero al mismo tiempo, tremendamente responsable. Y en cada caso donde una mujer activista ponga en riesgo su vida, o una situación urgente amenace, de nuevo, los derechos de las mujeres y la comunidad LGTIQ, siempre existe el potencial de un detonante. Frecuentemente, nosotras, como mujeres, compartimos historias, experiencias y traumas similares a las de las activistas que apoyamos. Sin embargo, hemos aprendido que lo crucial es la sanación propia para poder apoyar a otras que confrontan situaciones similares. Es la única manera de garantizar la posibilidad de una transformación colectiva.
Las experiencias de las mujeres activistas suelen ser distintas a las de los hombres, debido al componente de género presente en las amenazas y el agotamiento.
Las experiencias de las mujeres activistas suelen ser distintas a las de los hombres, debido al componente de género presente en las amenazas y el agotamiento. Es muy común el uso, o la amenaza, de la violencia sexual contra las mujeres activistas; sin embargo, su documentación es muy deficiente debido a que a menudo no es ni reportada ni reconocida. Igualmente, las mujeres defensoras de los derechos humanos, tienen mayor probabilidad de sufrir agotamiento debido a la presión social y la censura basadas en su género y a sus responsabilidades en la atención de hijos/as y otros miembros/as de la familia.
Regional Convening on Sustainable Activism, El Salvador 2015. Urgent Action Fund-Latin America.
Para nosotras, los Fondos Hermanos de Acción Urgente, el apoyo a las mujeres defensoras de los derechos humanos verdaderamente nos apasiona; sin embargo, no somos las de la primera línea de resistencia. Nosotras no somas las que irán a la cárcel, que serán golpeadas y acosadas, ni amenazadas con la violación por nuestra lucha por la justicia y los derechos humanos básicos. Para la mayoría de nosotras, ubicadas en el mundo de los donantes, esa no es nuestra realidad cotidiana. Sin embargo, sentimos los desencadenantes y el trauma segundario, mientras la sensación de frustración y responsabilidad puede conducirnos al punto de agotamiento emocional y físico. Como compartió una colega: “hago el intento de compartimentalizarme e intentar desenchufarme del trabajo, pero, de todas maneras, sueño con casos traumáticos”.
Como defensoras y financiadoras, debemos asumir una actitud de honestidad frente a nuestra propia sostenibilidad. ¿Cómo comenzar? Las prácticas del cuidado son profundamente individuales y culturales, incluso se basan en el contexto económico y las creencias políticas. Una ética del cuidado es tanto individual como colectiva. Para muchas, separar el trabajo de sus vidas personales puede constituirse un apoyo a su bienestar general; sin embargo, desafortunadamente, no es siempre posible para aquellas de nosotras que trabajamos en el campo de los derechos humanos. Como mujeres que trabajamos para proteger y promover los derechos de las mujeres, a veces es un reto separar nuestro trabajo de nuestras propias luchas y desafíos personales, como mujeres. Y como financiadoras, en general, tenemos que ser conscientes de nuestros privilegios y posturas frente al cuidado.
Para apoyar a las activistas y a los grupos que financiamos, debemos abocarnos a un dialogo honesto sobre nuestro propio agotamiento, lo cual se deriva de nuestras prácticas y hábitos internalizados y la falta de políticas sanas. Para convertirnos en donantes éticos, debemos incluir la financiación del bienestar y seguridad de nuestras socias, lo cual será factible siempre y cuando nosotras entendamos y utilicemos prácticas del cuidado, como individuos y como organizaciones, colectivamente. En este terreno, debemos alejarnos del concepto de un “nosotras” (donantes) y “ellas” (activistas). Solo así, dejaremos de agotar a las activistas cuando exigimos resultados cada vez de mayores mediciones e informes más extensos, en vez de financiar sus necesidades básicas en salud o suministrar fondos sin restricciones para el transporte seguro, licencias de maternidad, pensiones, o medidas básicas de seguridad para sus oficinas y sus hogares.
El bienestar contempla el tiempo y espacio apropiados para valorar el riesgo oculto de la carga de trabajo y el activismo. Incluye el financiamiento del tiempo de descanso que requiere una activista, después de pasar varios meses o años detenida, y para que no tenga que preocuparse por el sostenimiento de su familia. Incluye no programar seminarios y conferencias de 12 horas diarias, debido a que nosotras, como financiadoras, frecuentemente gozamos del privilegio de influir en establecer la agenda. Incluye financiación de una asistente para la activista con una discapacidad a fin de que se sienta plenamente presente y cómoda durante una reunión o una conferencia, y dejar de forzar a que las personas trabajen mientras comen. Debemos adquirir conciencia de las buenas prácticas y respeto por las expresiones culturales de bienestar. Si nuestra meta es promover la construcción de movimientos, debemos abrirnos a las diferentes maneras que los movimientos sociales y pueblos entienden y definen las prácticas del cuidado. Por ejemplo, muchos pueblos indígenas definen el bienestar como una práctica holística cotidiana que permite el equilibrio en la vida y con todos los seres vivos, no como un acto individual o de una sola organización. Si queremos lograr la transformación, debemos ampliar nuestros marcos de referencia y cosmovisiones.
Establecer prácticas del cuidado sostenibles exige una exploración continúa y un compromiso por develar lo que nos es útil. En su guía ejemplar, “Estrategias para la construcción de organizaciones con alma” (“Strategies for Building an Organization with a Soul,” dos feministas africanas, Hope Chigudu y Rudo Chigudo, ofrecen sugerencias concretas sobre la manera de crear una cultura organizacional donde “personas apasionadas salen a trabajar todos los días, motivadas por un medio que aumenta no solo su bienestar, sino también su productividad”.
Cuando una organización se comprometa con una ética del cuidado, las prácticas de bienestar se vuelven colectivas y se incorporan institucionalmente; así mismo, los individuos se motivarán a crear y sostener dichas prácticas. Por ejemplo, el Fondo de Acción Urgente promueve esta cultura al guardar dos días- “Los Días de No Hacer Nada”- al año, durante los cuales el equipo se aparta totalmente de su trabajo para descansar y pasar tiempo juntas. En el Fondo de Acción Urgente - América Latina, las integrantes del equipo responsable por los apoyos de respuesta rápida tienen acceso a un apoyo psicosocial permanente con el objeto de facilitarles el procesamiento de su frustración, dolor y difícil carga de trabajo. Adicionalmente, “El Activismo Sostenible” ha sido incorporado como programa transversal, con el objetivo de institucionalizar el bienestar en toda la organización. Por necesidad, muchas de nuestras socias ya han incorporado prácticas del cuidado y es substancial lo que las financiadoras de los derechos humanos podrían aprender de sus prácticas. Otras organizaciones, como FRIDA, han estado dedicadas a la incorporación de las herramientas de cuidado individuales y colectivas (individual and collective care tools) en su práctica colectiva.
Solo cuando estas conversaciones y prácticas ocurren en doble vía- desde las financiadoras a las socias y de vuelta- podamos empezar a entender la importancia del financiamiento y sostenibilidad del activismo de las defensoras de primera línea.