Para comenzar la sesión virtual del Laboratorio de Empoderamiento Legal en el Instituto Bernstein de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York, una voz surgió de uno de los veinte cuadros de la pantalla, cada uno de los cuales contenía profesionales de los derechos humanos de todo el mundo. “Nos gustaría que cada quién hablara de una mujer que haya alimentado nuestras raíces”, dijo la voz.
Este es un vistazo al comienzo de una sesión mensual de coaprendizaje organizada por el Instituto Bernstein. Es en esta serie de talleres participativos y de inmersión donde tenemos el regalo inusual de acompañar a veinticinco profesionales de la justicia de base y académicos de más de una docena de países que se identifican como organizadores comunitarios, abogados, investigadores y profesores. Los participantes, que trabajan en diversos ámbitos, desde la mortalidad materna en India hasta las experiencias de los refugiados sirios en Irak, pasando por la lucha por los derechos de las comunidades indocumentadas en Estados Unidos, se han reunido para emprender una investigación, una acción y una reflexión colectivas.
Nosotras dos —una investigadora inmigrante activista en la ciudad de Nueva York y una investigadora activista en Zimbabue— acompañamos a la comunidad mientras aprendemos a trenzar los procesos de investigación de acción participativa y la ética en nuestro trabajo. El Laboratorio, a través de sesiones mensuales, reuniones de acompañamiento individuales con nuestros miembros y horas del té abiertas, ha demostrado ser un espacio transformador para el coaprendizaje.
A lo largo de este proceso hemos experimentado cómo los participantes están incorporando metodologías participativas en la forma de evaluar sus iniciativas de justicia, como una forma de aprender lo que importa a su comunidad y construir organizaciones más sostenibles. También hemos identificado lecciones más amplias que el movimiento de derechos humanos puede extraer del Laboratorio de Empoderamiento Legal.
El enfoque del Laboratorio sobre la capacitación jurídica y la protección de los derechos de las personas se basa en la premisa de que el respeto de los derechos humanos debe fundarse en el reconocimiento y el respeto de las creencias, convicciones y aspiraciones de las personas y, por supuesto, en el respeto de las perspectivas únicas, matizadas y complejas de cada uno.
Esta es una de las razones por las que el Laboratorio se enfoca en la libre participación de todas las personas. Por participación libre, entendemos que todo el mundo también es libre de no participar, lo que significa que el derecho a decir “no” forma parte de la protección de los derechos. La participación en las sesiones del Laboratorio aprovecha la presencia, la energía, las ideas y las acciones de los participantes durante las sesiones.
Una de las formas de reunirnos es la hora del té. La hora del té se creó para que podamos alejarnos de la estructura tradicional de las reuniones como un proceso formal que conlleva obligaciones de asistencia e interacción. Por el contrario, la hora del té es un espacio comunitario mensual abierto a quienes lo deseen o necesiten. Su uso deliberado crea una comunidad de apoyo tanto a nivel personal como profesional. Quienes asisten a nuestras sesiones porque sienten inspiración por su participación en el Laboratorio para compartir historias de sus luchas, victorias o incluso música que les ha emocionado.
La participación en las sesiones del Laboratorio aprovecha la presencia, la energía, las ideas y las acciones de los participantes durante las sesiones.
El Laboratorio acoge a personas de diferentes culturas, creencias y personas con identidades y políticas distintas. Se celebra la diferencia y la diversidad. A menudo, el espacio de los derechos humanos asume y valora la homogeneidad, pero la comunidad que hemos creado aprecia la singularidad de cada persona, y la necesidad de comprometerse con cada individuo de forma diferente a su conveniencia y en sus términos. En lugar de apelar a la uniformidad, valoramos nuestra conexión con los demás, con nuestro entorno y con nuestro ser.
También creemos que la construcción del conocimiento es un proceso colectivo que ocurre de forma natural en la conversación, con el consentimiento de todas las personas; sólo compartimos la información que los activistas se sienten cómodos compartiendo con los demás. Creemos que el desarrollo de la conciencia crítica comienza con la escucha no formal. El Laboratorio da importancia a la escucha activa con la idea clara de que estamos construyendo nuestra realidad colectiva.
En la práctica, esto se parece a una de las sesiones del Laboratorio que se estructuró en torno a un proyecto de escritura colectiva. Durante esta sesión, escuchamos historias de cuando activistas y organizadores se dedicaron a la investigación basada en la comunidad y fueron deslegitimados por haber trabajado con comunidades. A continuación, les invitamos a reimaginar ciertos resultados a través del teatro del oprimido de Augusto Boal. Canalizamos la emoción, la rabia, las risas y las esperanzas a través de las conversaciones no estructuradas y las historias que se compartieron en un ambiente relajado para aprender y aplicar las lecciones aprendidas. Dimos sentido a estas experiencias aparentemente dispares, que literalmente abarcaban todo el mundo, y a través de este proceso pudimos identificar dinámicas compartidas y cultivar imaginaciones radicales compartidas.
Otro ejemplo es el Head and Heart Workbook que creamos con miembros del Laboratorio para otros profesionales, organizadores y académicos del empoderamiento legal. El libro ofrece una formación básica sobre la investigación-acción participativa y el empoderamiento legal a través de una colección de ejercicios de autorreflexión, conceptos y estudios de caso. Nos esforzamos por encontrar formas de hacer que los aprendizajes del Laboratorio sean accesibles a otros.
Otra ética incorporada al Laboratorio es escuchar el debate espontáneo entre nosotros sin juzgar. Esta es una de las muchas maneras en que pensamos que los movimientos de derechos humanos podrían inspirarse en nuestra forma de trabajar. La forma en que nos organizamos, nos comprometemos y nos relacionamos con los demás debe estar centrada en la atención. No todo se discute durante nuestras reuniones de grupo, ya que algunas personas pueden no sentirse tan libres para hablar o plantear cuestiones particulares en un grupo; por eso tenemos espacios de acompañamiento íntimo.
En el Laboratorio sabemos que los cambios radicales en la forma en que nos cuidamos unos a otros como sociedad sólo son posibles si ponemos en práctica nuestro compromiso con la justicia en los encuentros más íntimos. Cuando abrimos nuestra sesión contando la historia de las mujeres que cada una lleva dentro, pudimos honrar plenamente a la persona en su totalidad, con nuestras complejas historias, el dolor que nos invade y los sueños de justicia que se han transmitido mucho antes de nuestro primer aliento. Cuando cada una de nosotras es invitada a entrar en el espacio compartido —y, por lo tanto, es capaz de encarnar verdaderamente la ética participativa— podemos empezar a abordar en profundidad cuestiones críticas sobre los derechos humanos y nuestra liberación colectiva, y forjar portales de este mundo al siguiente.