Women Win (All rights reserved)
Women Win trabaja con empresas, tanto de la industria del deporte como de otros sectores, para unir el movimiento de deporte para el desarrollo y el movimiento por los derechos de las mujeres.
La turbulencia es una condición continua que debe ser manejada, y no un problema para resolver. En esta era de #metoo y #timesup, con un presidente estadounidense que se jacta de la agresión sexual, y el auge del populismo en todo el mundo, ha llegado el momento de que la sociedad civil tome riesgos. Para el movimiento de las mujeres, esto significa desplazarse más allá del feminismo posterior a Beijing para relacionarse con distintas clases de socios y utilizar formas alternativas de trabajar. Necesitamos explorar qué han hecho otros movimientos y activistas para luchar con éxito por sus derechos y fomentar la diversidad al interior de nuestro movimiento, dando la bienvenida a nuevos aliados y buscando actores con intereses comunes.
Como han argumentado Edwin Rekosh y muchos otros en este foro, la vieja guardia de la sociedad civil está perdiendo su poder y relevancia; sin embargo, la necesidad de una labor eficaz de promoción y acción para exigir rendición de cuentas, justicia y derechos en todo el mundo es más apremiante que nunca. Para tener éxito, los activistas debemos equilibrar la creación del cambio que queremos con la gestión de la realidad actual, empezando por utilizar nuevos modelos de financiamiento y organización.
Women Win (Las Mujeres Ganan) se fundó con base en la filosofía de que si hacemos las cosas como siempre no alcanzaremos nuestro “norte” en materia de derechos humanos. Desde el principio, buscamos salvar las divisiones sectoriales tradicionales, aprovechando los intereses compartidos para catalizar el cambio para las mujeres y las niñas.
Women Win trabaja con empresas, tanto de la industria del deporte como de otros sectores, para unir el movimiento de deporte para el desarrollo y el movimiento por los derechos de las mujeres. Muy pronto, nos dimos cuenta de que la mayoría de las organizaciones de deporte para el desarrollo no centraban su atención en las niñas, y queríamos una organización que pudiera usar el deporte no solo para empoderar a las niñas y las mujeres jóvenes, sino también para abordar temas delicados o tabú en torno a los derechos de las mujeres. Queríamos crear conciencia sobre los derechos de las mujeres en áreas, tanto geográficas como temáticas, en las que las mujeres son marginadas o están insuficientemente representadas. Al crear alianzas a partir de un punto de interés compartido, pudimos crear puentes entre los movimientos y enfrentar una deficiencia crítica para las mujeres y las niñas.
También acordamos desde el principio que adoptaríamos un modelo de “fracaso exitoso”: si no fracasábamos todos los días, no estábamos haciendo nuestro trabajo. Cuando fracasamos, aprendemos, nos adaptamos con rapidez e intentamos de nuevo. Por ejemplo, en uno de nuestros programas, añadimos un componente importante de tutoría para las mujeres jóvenes en respuesta a que las empresas pedían una mayor “participación de los empleados”. “Emparejamos” a varias mujeres jóvenes en el programa con empresarias bastante experimentadas, organizamos una semana de campamento de liderazgo para que se reunieran (que funcionó bien) y les dimos orientación para que continuaran la tutoría de forma virtual. Pero entre la falta de comprensión de la vida de las jóvenes líderes (es decir, situaciones de pobreza, poca capacidad de acción, falta de acceso a Internet o tecnologías móviles, etc.) y las diferencias en la gestión del tiempo, la planificación y la dinámica de poder, fue un desastre. Al final, perdimos credibilidad y tanto las mentoras como las aprendices se sintieron frustradas. Aprendimos una lección importante acerca de cómo establecer expectativas, prepararnos mejor y reconsiderar las aparentes “grandes ideas”, y trabajamos mucho para reparar esas relaciones.
No obstante, sabíamos que si no éramos lo suficientemente valientes para fracasar, no podríamos ayudar a las niñas a las que intentábamos llegar. Las organizaciones de mujeres no son las únicas que deben aceptar el fracaso; la tendencia entre muchas organizaciones de la sociedad civil es mantener las prácticas conocidas y comprobadas, en parte debido a los mecanismos de financiamiento que exigen pruebas de éxito. En una era en la que los derechos humanos y el espacio para la sociedad civil están bajo amenaza en todo el mundo, muchos sectores se están poniendo de pie, tomando riesgos y desafiando el modelo convencional de financiamiento y organización.
"Trabajar con organizaciones religiosas puede suponernos un desafío al hablar sobre los derechos reproductivos y otros temas que suelen causar controversia en estas comunidades".
Sin embargo, este enfoque no carece de repercusiones. Debido a que Women Win se ha asociado con corporaciones multinacionales, algunos críticos han cuestionado nuestra legitimidad como organización de derechos de las mujeres, y se nos ha acusado de “vendernos”. Pero hemos visto a nuevas generaciones de jóvenes feministas que no solo reivindican el título de “feministas”, sino que lo hacen en sus propios términos. Manejan la complejidad con facilidad, no están tan profundamente ligadas a la ortodoxia y a menudo rechazan la singularidad; y eso es algo bueno. Cuando hay una ortodoxia rígida en cualquier movimiento, inevitablemente es algo malo para las mujeres. Muchas veces limita la participación y el interés, y en el peor de los casos, excluye a las mujeres; o las mantiene adentro si tienen miedo de aventurarse en el desierto. Trabajar con organizaciones religiosas, por ejemplo, puede suponernos un desafío al hablar sobre los derechos reproductivos y otros temas que suelen causar controversia en estas comunidades. Pero podemos, y debemos, encontrar puntos en común. Como activistas por los derechos de las mujeres, no podemos cambiar la conversación si nos negamos a participar. Además, si nos aislamos mutuamente, corremos el riesgo de perdernos de una gran cantidad de personas, con recursos y habilidades, que están listas para unirse a nosotras y deseosas de hacerlo.
Veamos estos tiempos como una oportunidad para reflexionar sobre cómo podemos incorporar radicalmente la diversidad y la inclusión. Como afirma Brené Brown, “cuando la cultura de cualquier organización exige que sea más importante proteger la reputación de un sistema y los que están en el poder que proteger la dignidad humana básica de las personas que prestan servicios en ese sistema o que reciben servicios del mismo, es seguro que la vergüenza es sistémica, el dinero está impulsando la ética y la rendición de cuentas prácticamente se ha extinguido”.
Participar en el trabajo intersectorial es un reconocimiento efectivo de que el proceso fortalece a cada uno de nuestros sectores, en lugar de debilitarlos. Por ejemplo, en Women Win nuestras relaciones con las empresas se basan en tres principios básicos: transparencia, equidad y beneficio mutuo. Estos principios crean una brújula y una hoja de ruta para la organización. Además, al basarnos en la equidad en lugar de la igualdad, reconocemos que nunca podremos ser socias iguales con las empresas multimillonarias, pero que les ofrecemos algo que ellas no pueden hacer por su cuenta, y viceversa. Hace poco, por ejemplo, Adidas nos contactó para asociarnos en una campaña para destacar a 50 diseñadoras de los 50 estados de EE. UU. Nuestra organización recibió las ganancias de las ventas de los zapatos recién diseñados, y 50 talentosas diseñadoras recibieron una gran cantidad de apoyo y publicidad, algo que no suele ser nada común para las mujeres en la industria del deporte. Probablemente, con una mera donación monetaria de Adidas nunca habríamos logrado el mismo alcance y publicidad y, a su vez, ellos tuvieron la oportunidad estratégica de destacar a las diseñadoras.
Si bien los defensores de los derechos humanos no quieren asociarse con empresas que tienen un historial de violaciones contra los derechos humanos, negarse completamente a colaborar con cualquier empresa multinacional es un error, si no es que algo engañoso. La mayoría de los filántropos más grandes del mundo, si no es que todos, pueden rastrear sus fortunas hasta las corporaciones. En última instancia, tenemos que evolucionar en cuanto a la manera en la que trabajamos y transformar nuestros supuestos sobre qué modelos específicos de negocios son “adecuados”.
Los activistas nunca deben comprometer sus misiones, visiones o ideales de manera alguna; pero si ampliamos la conversación y adoptamos enfoques incluyentes, seremos más eficaces. Como activistas, debemos ampliar nuestros círculos y salvar las divisiones, y si no hay desacuerdos abiertos, debemos preguntarnos por qué. ¿Por qué trabajamos solo con personas que comparten exactamente nuestros mismos valores? De lo contrario, nunca obtendremos los resultados que buscamos, ni serviremos realmente a aquellos que dependen de nuestro valor, nuestra curiosidad y nuestra diversidad.
Mientras las amenazas a los derechos de las mujeres aumentan en todo lugar, este es el momento de tomar esos riesgos en apariencia peligrosos, de respirar profundo, ponernos de pie y asumir un espíritu de fracasos exitosos. Los defensores de los derechos debemos tender la mano y llegar a los aliados que comparten nuestros intereses, incluso si no aceptan todas nuestras políticas, y debemos dejar de excluir a aquellos que tienen puntos de vista que no coinciden completamente con los nuestros. Esto fortalecerá el movimiento. Si no es ahora, ¿entonces cuándo?