Durante los últimos siete años, la investigación de la iniciativa Avance de los derechos humanos (Advancing Human Rights) ha trazado un mapa del panorama de la filantropía de derechos humanos para ayudar a que los financiadores y los defensores entiendan mejor el campo y puedan responder a la siguiente pregunta: “¿quién está financiando los derechos humanos, y dónde?”. Esta iniciativa es un esfuerzo de colaboración entre Foundation Center (Centro de Fundaciones) y la Human Rights Funders Network (Red de Donantes de Derechos Humanos), junto con nuestros socios Ariadne – European Funders for Social Change and Human Rights (Donantes Europeos para el Cambio Social y los Derechos Humanos) y Prospera – International Network of Women’s Funds (Red Internacional de Fondos de Mujeres).
Recientemente publicamos los últimos hallazgos en nuestro centro interactivo de investigación. Después de realizar múltiples análisis y acumular cinco años completos de datos, pudimos explorar por primera vez las tendencias de las donaciones para los derechos humanos. En esta investigación, analizamos todas las subvenciones que se ajustaron a nuestra definición de financiamiento para los derechos humanos, independientemente de si el financiador las consideraba (o no) como donaciones para los derechos humanos. Las subvenciones variaron desde fondos de apoyo básico de varios millones de dólares hasta un donativo de US$24 para un diálogo feminista en Chile.
Nuestros esfuerzos más recientes de recolección y análisis de datos revelan que el financiamiento para los derechos humanos y la justicia social creció casi un 45 % de 2011 a 2015, de US$1,400 millones a más de US$2,000 millones. Durante estos cinco años, 1193 donantes dieron al menos una subvención de derechos humanos, por lo que los incluimos en la investigación. Sin embargo, no todos los donantes compartieron sus datos cada año. Para tener en cuenta esta variación, el análisis de tendencias se basa en un subconjunto de 561 donantes que compartieron datos sobre sus subvenciones para cada uno de los cinco años, de 2011 a 2015. Las cifras totales (tanto para este subconjunto coincidente como para los conjuntos más grandes de cada año) están disponibles en el centro de investigación.
Si bien no podemos hacer afirmaciones sobre las prioridades únicas de cientos de donantes, algunos han hecho un esfuerzo activo por dedicar más fondos a los derechos humanos, respondiendo a las nuevas oportunidades y necesidades en el terreno. El crecimiento también refleja posibles cambios en la forma en que se nos informan los datos: donantes que envían más datos, o datos más detallados, sobre las subvenciones cada año, así como más donantes que definen las actividades como trabajo de derechos humanos. Durante estos cinco años, hemos alentado a los donantes a que compartan información detallada que refleje los matices de su trabajo en áreas complejas de derechos humanos. La diferencia entre describir una subvención como “apoyo para proyectos” o describirla como “apoyo para proyectos de una campaña de organización dirigida por jóvenes para abogar por un acceso más amplio a la educación para inmigrantes y refugiados” determina la precisión con la que registramos el trabajo y cómo lo identificamos.
Varias áreas temáticas mostraron un crecimiento notable entre 2011 y 2015: por ejemplo, el financiamiento para los derechos ambientales y de recursos aumentó a más del doble, de US$69 millones a más de US$169 millones. Esto es emocionante pero no necesariamente sorprendente. La intersección de los derechos humanos y el medio ambiente se menciona con frecuencia en las conversaciones entre los financiadores, y los datos reflejan un mayor compromiso de los donantes: 167 de ellos otorgaron una subvención de derechos ambientales y de recursos en 2015, un aumento del 28 % con respecto a 2011.
Además, el financiamiento para los derechos de salud y bienestar creció de US$145 millones a US$257 millones. Al igual que el medio ambiente, la salud puede situarse en el nexo de los derechos humanos y otros campos, como el desarrollo internacional o comunitario. Cada vez es más frecuente que los donantes estadounidenses que no califican su trabajo como trabajo de “derechos humanos” encuadren las subvenciones de atención a la salud en términos de acceso y equidad. Por ejemplo, el California Endowment fue el principal financiador de los derechos de salud y bienestar en 2014; la Robert Wood Johnson Foundation encabezó la lista en 2015, en parte debido a sus subvenciones de Cultura de la salud dirigidas a los factores sistémicos que afectan la salud, el bienestar y la equidad. Si bien no podemos conocer su razonamiento estratégico interno, este cambio de lenguaje y encuadre es crucial. De hecho, en 2011, los fondos de actores que no se identifican a sí mismos como financiadores de los derechos humanos representaron el 37 % del financiamiento para los derechos de salud. Para 2015, el financiamiento de este grupo aumentó hasta representar el 51 %.
El campo de la filantropía de los derechos humanos también ha crecido: The Freedom Fund (Fondo por la Libertad), por ejemplo, se estableció en 2013 para apoyar los esfuerzos de primera línea para erradicar la esclavitud moderna. Desde entonces, casi se ha duplicado el financiamiento para la protección contra la esclavitud y la trata. FRIDA | The Young Feminist Fund (El Fondo de Jóvenes Feministas), que apoya la organización entre grupos, colectivos y movimientos feministas emergentes, anunció sus primeras subvenciones en 2012, y el financiamiento para la organización comunitaria se ha más que triplicado. Es posible que la creación de estos nuevos fondos haya influido en sus pares (el poder del activismo de los financiadores), pero lo más probable es que estén reflejando y aprovechando movimientos que ya surgían en el campo.
A pesar del crecimiento general en este conjunto coincidente, también observamos descensos notables. El financiamiento para los derechos de las personas con discapacidades se redujo en un 23 %; es el único de nuestros grupos principales de población que experimentó una disminución. Debido al financiamiento relativamente reducido que recibe esta área, es susceptible a experimentar cambios drásticos de un año a otro, pero la reducción también refleja una realidad frustrante: la comunidad de personas con discapacidades muchas veces ha tenido que defender su pertenencia a la familia de los derechos humanos. La evolución reciente de la Ford Foundation en esta área y un informe de Channel Foundation, Disability Rights Fund y Wellspring Advisors ilustran este desafío.
También se observó una caída en el apoyo para la investigación y la documentación, que disminuyó en un 19 %. De las once estrategias que estudiamos, esta podría ser la que más se acerca a la comprensión tradicional del trabajo de derechos humanos: la determinación de hechos y la documentación de violaciones de derechos humanos. Resulta interesante que mientras las artes y la cultura y las estrategias dirigidas a la consecución y la preservación de cambios sistémicos, como la incidencia o el litigio estratégico, vieron un aumento considerable, las inversiones de los grandes financiadores en materia de investigación y documentación disminuyeron. Solo podemos especular sobre las motivaciones de los financiadores, pero estos cambios coinciden con las conversaciones que han ocurrido a lo largo de la Human Rights Funders Network en años recientes, a medida que los donantes exploran formas de romper el molde tradicional de los “derechos humanos” y emplean estrategias nuevas y creativas para lograr cambios.
Pero quizás la caída más impactante no es una tendencia en absoluto. En general, el financiamiento para los derechos humanos creció cada año de la investigación; sin embargo, en 2015 disminuyó (a US$2,000 millones de US$2,300 millones en 2014). Algunas razones son obvias; por ejemplo, Atlantic Philanthropies, un destacado financiador de los derechos humanos, prácticamente había gastado todos sus recursos para 2015. Además, dadas las crecientes preocupaciones sobre el espacio para la sociedad civil y la seguridad digital, algunos financiadores decidieron dar menos detalles sobre las subvenciones. Otros cambios generan más preguntas que respuestas. Entre quienes se identifican a sí mismos como “financiadores de los derechos humanos” y quienes no lo hacen, ¿una disminución indica un cambio de prioridades? Es posible que no lo sepamos hasta que veamos los datos del próximo año.
Esa es la belleza de este análisis de tendencias. Las fluctuaciones de un año a otro pueden verse influenciadas por una serie de factores, pero el uso de cinco años de datos nos permite ver más allá de las salvedades e identificar tendencias constantes en el campo. Podemos ver hacia dónde se dirige la filantropía de los derechos humanos en su conjunto, y dónde queda trabajo por hacer.
Pero, ¿reflejan estas tendencias la realidad de los movimientos de derechos humanos? ¿Continuarán? ¿Qué tan bien refleja este “subconjunto coincidente” un campo amplio y diverso? Se pueden aplicar preguntas similares a cualquier proyecto de macrodatos. Pero a medida que reconocemos las lagunas en la investigación de Avance de los derechos humanos, también reconocemos lo que representa: el primer mapeo del campo. Ahora contamos con datos para respaldar nuestras discusiones sobre las áreas con fondos insuficientes y las intersecciones en el campo; y también sabemos lo que aún nos falta por aprender. Quedan varias preguntas pendientes, y estamos deseosos de profundizar en ellas y abrir temas de debate y discusión a medida que compartimos el análisis de tendencias.
Esta investigación no sería posible sin la orientación y el apoyo de nuestro Comité Asesor, así como de los financiadores que generosamente comparten sus datos para proporcionar información a esta investigación.