EFE/Nicolas Postal
La violencia sexual contra hombres y niños sigue siendo en gran medida un punto ciego en los discursos nacionales e internacionales en situaciones de conflicto y posconflicto.
Este mes se cumplen diez años desde la adopción de la Resolución 1820 del Consejo de Seguridad de la ONU, la cual reconoció la violencia sexual como una táctica de guerra y una amenaza para la paz y la seguridad mundiales, lo que exige una respuesta efectiva e integral de seguridad, justicia y servicios. Hicieron falta décadas de investigación empírica, erudición feminista y esfuerzos de defensa y promoción para llegar al punto en que los actores humanitarios, de justicia y de derechos humanos comenzaran a entender que la violencia sexual contra las mujeres y las niñas es una perniciosa realidad de la guerra. La atención política es bienvenida, pero no ha reducido la severidad de los abusos que sufren las mujeres en todo el mundo ni ha traído justicia para el sinnúmero de víctimas y sobrevivientes.
Si bien han sido pocas las investigaciones sobre la violencia sexual masculina, en los contextos en los que sí se ha estudiado, se ha identificado que la violencia sexual contra hombres y niños relacionada con los conflictos es “regular y ordinaria, ubicua y generalizada”. Se han realizado muy pocos estudios de prevalencia para entender la magnitud de la victimización sexual masculina, pero dos de ellos nos ofrecen algunos indicios: en primer lugar, una encuesta transversal agrupada aleatoria realizada en Liberia en 2008 que mostró que el 32.6 % de los excombatientes de sexo masculino en Liberia han vivido violencia sexual; y en segundo lugar, una evaluación basada en la población que se llevó a cabo en el este de la República Democrática del Congo en 2010 y mostró que el 23.6 % de los hombres (alrededor de 760,000 hombres en los territorios afectados por el conflicto) han sufrido violencia sexual. A pesar de lo impresionantemente elevadas que parecen estas cifras, el estigma supone un serio obstáculo a la revelación de incidentes, por lo que es posible que no reflejen la verdadera magnitud de la victimización masculina.
Una revisión bibliográfica de documentos nacionales y de la ONU realizada por All Survivors Project muestra que se ha utilizado violencia sexual contra hombres y niños en 22 países, que incluyen contextos de violencia política y étnica generalizada (Kenia) y el uso como un medio para intimidar a opositores percibidos del gobierno (Argentina, Chile y Sudáfrica) o para aplicar políticas gubernamentales (Camboya). Sin embargo, el reconocimiento de la violencia sexual contra hombres y niños como un fenómeno en situaciones de conflicto y los esfuerzos para hacerle frente, tanto en términos de prevención como de respuestas, siguen siendo limitados. Invisible para los actores humanitarios, poco teorizado por los académicos y fuera de la conciencia de los encargados de formular políticas, el tema de la violencia sexual contra hombres y niños sigue siendo en gran medida un punto ciego en los discursos nacionales e internacionales en situaciones de conflicto y posconflicto.
Las construcciones sociales de la masculinidad y la victimización, junto con la homofobia, fomentan una cultura de silencio entre los sobrevivientes, donde muchos de ellos eligen no denunciar su victimización por temor a que los identifiquen públicamente como sobrevivientes de violencia sexual o que los consideren homosexuales. Incluso cuando es reconocida, la violencia sexual contra personas de sexo masculino muchas veces se plantea como una forma de tortura o malos tratos, en lugar de como violencia sexual. Hasta el momento, hace falta una respuesta inclusiva y competente sobre el tema de la violencia sexual para todas las personas sobrevivientes en situaciones de conflicto y desplazamiento. Pocos programas ofrecen servicios que atiendan directamente las necesidades de los hombres y niños sobrevivientes, y la impunidad para la violencia sexual masculina sigue siendo generalizada.
Las construcciones sociales de la masculinidad y la victimización, junto con la homofobia, fomentan una cultura de silencio entre los sobrevivientes, donde muchos de ellos eligen no denunciar su victimización por temor a que los identifiquen públicamente como sobrevivientes de violencia sexual".
Las investigaciones realizadas por All Survivors Project en la República Centroafricana y en Siria muestran que, en gran medida, los hombres y los niños siguen quedando excluidos de los mecanismos de respuesta debido a una variedad de razones, entre ellas: la falta de sensibilización o conciencia comunitaria sobre el tema; la falta de mecanismos de coordinación en la comunidad humanitaria; la falta de capacidad de los equipos de respuesta para identificar de forma proactiva a los sobrevivientes de sexo masculino y brindarles servicios que respondan a sus necesidades específicas; y, finalmente, la ausencia de capacitación, orientación y estudios con base empírica sobre cómo responder de forma adecuada a las necesidades de los hombres y niños victimizados sexualmente en situaciones de conflicto y desplazamiento. Aunque en principio las pautas internacionales existentes sobre la violencia por razón de género son inclusivas en cuanto al género, en la práctica, no analizan ni hacen frente a las realidades, los problemas y las necesidades particulares que experimentan los hombres y los niños, y otras minorías de género.
En abril de 2018, All Survivors Project, en asociación con el ACNUR, reunió a representantes de todos los organismos de las Naciones Unidas en el país con ONG nacionales e internacionales y el Gobierno de la República Centroafricana para el primer taller interinstitucional sobre la violencia sexual masculina en Bangui. Juntos, este grupo diverso de actores de la comunidad de derechos humanos y la humanitaria, con el gobierno de la RC, diseñaron un plan de acción para abordar la violencia sexual masculina y se comprometieron a seguir una estrategia de múltiples frentes para combatir esta práctica. All Survivors Project está catalizando debates similares en distintas comunidades, abogando a nivel mundial para que el tema de la violencia sexual contra hombres y niños se integre en todas las estrategias gubernamentales, de la ONU, nacionales y de las ONG para evitar y responder a la violencia sexual. Además, se deben dedicar nuevos recursos a la capacitación y el fortalecimiento de capacidades para afrontar las necesidades específicas de los sobrevivientes de sexo masculino.
Todas las intervenciones deben estar fundamentadas en evaluaciones, investigaciones y documentación con rigor metodológico, éticas y centradas en los sobrevivientes. Sin una comprensión más clara de cómo se excluye a los hombres y niños de las respuestas a la violencia sexual, las barreras específicas que enfrentan para acceder a los servicios y cómo los mismos servicios pueden construir barreras que limitan el acceso, no será posible ofrecer una respuesta eficaz para afrontar las necesidades de las víctimas de sexo masculino en el corto plazo. Y mitigar las repercusiones de la violencia sexual para las comunidades a largo plazo será aún más desafiante.
La violencia sexual contra hombres y niños está emergiendo poco a poco como un área de preocupación e investigación, con el desarrollo gradual de conjuntos de herramientas de investigación, específicamente la segunda edición del Protocolo Internacional para la Investigación y Documentación de la Violencia Sexual en los Conflictos, que dedica un capítulo completo al tema. Celebramos todas estas medidas. Se requiere una gama de respuestas multisectoriales e interseccionales para comprender y responder a este problema, teniendo en cuenta que cualquier intervención debe basarse en las personas afectadas: sobrevivientes, víctimas y sus comunidades; y realizarse en su beneficio.
En este mes de décimo aniversario, es importante honrar a todas las personas sobrevivientes de la violencia sexual y comprometerse a eliminar la violencia contra todos los géneros. La no discriminación es intrínseca a los principios humanitarios y de derechos humanos: no se puede privilegiar a ningún grupo de sobrevivientes o víctimas, y todos merecen el mismo trato y respuestas en virtud de la ley.