Source: Holly A. Ritchie
Las poblaciones rurales remotas de África Oriental hacen malabares con la extrema fragilidad e inseguridad junto con los efectos cada vez mayores del cambio climático, y son las mujeres y las niñas especialmente vulnerables en este contexto.
Para 2030, hasta dos tercios de las personas que viven en pobreza extrema en el mundo podrían vivir en situaciones frágiles y afectadas por conflictos. La "fragilidad" suele describir contextos en los que hay una falta de servicios básicos o un suministro desigual de los mismos y un alto nivel de inseguridad física debido a la incertidumbre de la ley y el orden. Sin embargo, cada vez más, la "fragilidad" también se refiere a los impactos del cambio climático, incluidas la creciente frecuencia de sequías e inundaciones y la disminución del acceso a los recursos naturales.
Los pastores y agropastores de África Oriental, que viven en zonas a menudo remotas y hostiles como grupos nómadas y seminómadas tradicionales, dependen en gran medida de la ganadería y la agricultura. Se enfrentan a una serie de retos que amenazan sus ya precarios medios de vida y su capacidad de adaptación, como la marginación política y económica, los conflictos por los recursos y la inseguridad, y las políticas de desarrollo inadecuadas.
Tales presiones se ven ahora agravadas por choques climáticos "sin precedentes". La sequía era antes un fenómeno periódico que se producía cada diez años. Ahora, cada dos o tres años, la sequía provoca grandes pérdidas de ganado y agota los recursos naturales, lo cual amenaza el delicado equilibrio del modo de vida de los pastores.
Las nuevas experiencias, opciones y oportunidades para las mujeres y las niñas han dado lugar a cambios tangibles en las actitudes de la comunidad relacionadas con los roles y responsabilidades de género, sobre todo si cuentan con el apoyo de los líderes comunitarios y religiosos.
Se han descrito a las mujeres y las niñas de las sociedades agropastoriles como socialmente marginadas y físicamente vulnerables. Sin embargo, ellas también pueden estar al borde de un posible cambio social, ya que se ven forzadas hacia formas de vida más asentadas como medio de "integración" y encuentran servicios básicos, como la salud y la educación, con nuevos derechos y oportunidades potenciales.
Sin embargo, al mismo tiempo pueden correr el riesgo de una mayor marginación en ausencia de políticas e intervenciones bien diseñadas, ya que luchan por hacer frente a la disminución del acceso a los recursos naturales, como la leña y el agua, y a unos medios de vida cada vez más precarios.
Comprender las normas sociales y las tendencias locales de cambio es fundamental tanto para el desarrollo inclusivo de la comunidad como para trabajar en pro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en particular el ODS 5 sobre igualdad de género.
En las sociedades rurales tradicionales de África Oriental, las normas sociales, las costumbres y los derechos están moldeados por ideas, valores y actitudes socioculturales patriarcales sobre las funciones y responsabilidades relacionadas con el género. Esto incluye las funciones principales que se espera que desempeñen las mujeres y las niñas en el hogar, por ejemplo, en la cocina, las tareas domésticas, el cuidado de los niños y los ancianos, y el apoyo a los medios de vida rurales.
Por encargo de CARE International, estudié la evolución de la vida de las mujeres y niñas agropastoriles en determinadas regiones del Cuerno de África, como Kenia, Etiopía, Darfur, Sudán del Sur y Somalilandia. La investigación examinó tanto las "normas" tradicionales —incluidas las prácticas tradicionales "perjudiciales" como la mutilación genital femenina (MGF) y la violencia de género (VG)— como las prácticas matrimoniales, la participación en las tareas domésticas (buscar leña y agua), la toma de decisiones en el hogar/comunidad y el control de los activos productivos (es decir, la tierra, el ganado y el dinero).
Source: Holly A. Ritchie
También investigó las "nuevas" normas relacionadas con la asistencia de las niñas a la escuela y la participación de las mujeres y las niñas en los servicios sanitarios. La investigación examinó el cambio de ideas, creencias y valores relacionados con las mujeres y las niñas y las prácticas locales, así como el papel de las estructuras y organizaciones locales en los procesos de cambio.
El caso de Afar, en el norte de Etiopía, ofrece una visión crucial de las dinámicas que cambian de manera rápida a nivel local y de las vidas de las mujeres y niñas agropastoriles. Gracias al importante despliegue de la educación por parte del gobierno en los últimos quince años, junto con los proyectos de desarrollo comunitario de las ONG, se produjo un notable aumento de la participación de las niñas en la escuela (primaria) y varios efectos positivos que repercutieron en unas prácticas matrimoniales más equitativas y en un cambio de actitud de la comunidad hacia la MGF. Junto con la creciente confianza y el sentido de inclusión de las adolescentes, hubo una influencia significativa en la participación de las mujeres en las Asociaciones de Ahorro y Préstamo de las Aldeas (AAPA).
Facilitadas por las ONG, las AAPA suelen estar formadas por entre 20 y 25 mujeres y su objetivo es apoyar el ahorro colectivo, los préstamos y el pequeño comercio. Además de estimular la vida económica de las mujeres, las AAPA también han fomentado una nueva confianza, solidaridad y acción colectiva entre las mujeres agropastoriles para reclamar sus derechos y buscar la justicia.
Las mujeres de la AAPA influyen en las normas sociales al animar de manera activa a las familias de la comunidad a que envíen a sus hijos a la escuela y participan en la vigilancia local de las prácticas tradicionales nocivas, como el matrimonio forzado y la MGF.
Las nuevas experiencias, opciones y oportunidades para las mujeres y las niñas han dado lugar a cambios tangibles en las actitudes de la comunidad relacionadas con los roles y responsabilidades de género, sobre todo si cuentan con el apoyo de los líderes comunitarios y religiosos. A nivel comunitario, también es fundamental valorar el papel que pueden desempeñar los grupos sociales a la hora de permitir la colaboración y la solidaridad de las mujeres frente al cambio, aunque en contextos frágiles puede haber límites a esa agencia colectiva.
Sin embargo, la vida de las mujeres y niñas agropastoriles sigue siendo muy incierta debido a las crecientes presiones ambientales y a la inseguridad. Los efectos combinados del rápido crecimiento de la población, la reducción de la movilidad (con las restricciones gubernamentales a los grupos nómadas en regiones como Afar) y los efectos acelerados del cambio climático están reduciendo el acceso de los agropastores a los pastizales y recursos naturales de calidad. Esto está poniendo a prueba los medios de subsistencia, lo cual aumenta la carga de trabajo doméstico de las mujeres y alimenta la inestabilidad local.
En consecuencia, se producen importantes migraciones y desplazamientos comunitarios, en especial en las regiones más inseguras o frágiles, como Darfur, Sudán del Sur y Somalilandia. En estos contextos, la violencia de género se puede intensificar a medida que los hombres luchan para hacer frente a la tensión y la frustración adicionales.
A la hora de apoyar a las mujeres y niñas rurales que se encuentran en primera línea del cambio climático en África Oriental, está claro que es necesario profundizar en las dinámicas socioculturales y en el contexto físico e institucional, que cambia con rapidez. Esto incluye las presiones climáticas y ambientales, así como el papel de las estrategias gubernamentales y la evolución de las narrativas religiosas y las normas sociales.
Aunque es crucial promover el acceso a la educación de las niñas, las estructuras femeninas, como las AAPA, pueden actuar como espacios comunitarios seguros y plataformas más amplias para la inclusión y el desarrollo socioeconómico de las mujeres y las niñas, especialmente en entornos frágiles. Sin embargo, en estos procesos, todavía hay que hacer mayores esfuerzos para aprovechar a los hombres y a los niños para el desarrollo equitativo y sostenible de la comunidad y para navegar mutuamente —junto con las mujeres y las niñas— el inevitable cambio cultural y social.