Existe una profunda desigualdad en el ámbito del financiamiento para el activismo de derechos humanos. La mayoría de los fondos provienen de Occidente y se dirigen a Occidente, incluso si se van a utilizar en otras partes del mundo. Si bien ha aumentado la cantidad de financiadores que apoyan a los movimientos sociales y las ONG de derechos humanos en el Sur global, la mayoría de ellos también dependen de financiadores en el Norte global. A fin de catalizar un ecosistema de derechos humanos adecuado para enfrentar los desafíos de un contexto global cambiante, en particular la mayor importancia geopolítica de las regiones y la disminución del valor moral de Occidente, Ford emprendió la iniciativa global de Fortalecimiento de los Derechos Humanos en Todo el Mundo (SHRW, por sus siglas en inglés) en 2012: una campaña de cinco años y $54 millones de dólares que proporcionó financiamiento independiente de largo plazo para varias generaciones de organizaciones beneficiarias. En 2016, casi al final de la campaña, Ford encargó una revisión independiente para evaluar qué logró (o no logró) la iniciativa y qué enseñanzas se pueden extraer de la experiencia. Esta revisión de aprendizaje reveló una gran variedad de procesos innovadores que muestran maneras en las que el movimiento internacional de derechos humanos puede transformar aún más sus métodos de trabajo para reflejar con mayor precisión la diversidad de experiencias en todo el mundo y, al hacerlo, aumentar su eficacia.
Tep Vanny, prominent Cambodian land rights defender, escorted to Phnom Penh Municipal Court in February 2017’.
Photo © Cambodian League for the Promotion and Defense of Human Rights (LICADHO)
En la iniciativa SHRW, Ford se comprometió a proporcionar financiamiento básico durante cinco años, lo que permitió a las agrupaciones del Sur global dar forma a sus propias agendas con base en el trabajo en el terreno, en lugar de únicamente poder influir en el movimiento o el sistema cuando las ONG internacionales las invitaran a participar. Las instituciones clave necesitan esta clase de apoyo a largo plazo para poder garantizar su sostenibilidad institucional y aprovechar las ventanas de oportunidad inesperadas. En efecto, la revisión de SHRW demostró que al contar con financiamiento básico durante un periodo prolongado de tiempo, las organizaciones nacionales de derechos humanos ya no dependen de las ONG internacionales para acercarse a otros actores en el movimiento o a los encargados de tomar decisiones sobre los que necesitan influir; así, son capaces de definir sus propias agendas, sus alianzas de aprendizaje y promoción, y sus estrategias de incidencia. Sus experiencias demuestran que las formas de entender los desafíos de derechos humanos a nivel local y las estrategias innovadoras para enfrentarlos pueden contribuir directamente a desarrollar nuevas formas de entender y enfrentar los problemas a nivel internacional.
Dividir las estrategias de derechos humanos en estrategias locales o globales simplemente no genera los mejores resultados posibles. Tanto los financiadores que respondieron la encuesta de la revisión como los entrevistados criticaron el enfoque que mantienen la mayoría de los financiadores de derechos humanos: que es apropiado que las ONG internacionales de Occidente trabajen “en” las cuestiones de derechos humanos del Sur global. Es posible que estas ONG internacionales de Occidente pongan un énfasis considerable en las alianzas, pero siguen siendo ellas quienes deciden dónde concentrar su energía, y las personas que viven las violaciones de derechos humanos rara vez cuentan con los recursos para dar forma a las estrategias globales que pueden ser necesarias para enfrentar sus problemas.
"El enfoque de gestión suele exigir que las agrupaciones de derechos humanos prevean sus resultados en un mundo imprevisible."
Además, el enfoque de gestión suele exigir que las agrupaciones de derechos humanos prevean sus resultados en un mundo imprevisible, mientras que la incomodidad de los financiadores con la provisión de apoyo básico impide que las agrupaciones de derechos humanos tengan resiliencia institucional. Como señaló Stefania Kapronczay, copresidenta de la International Network of Civil Liberties Organizations (INCLO) (Red Internacional de Organizaciones de Libertades Civiles): “El trabajo de derechos humanos es un trabajo a largo plazo. Es una lucha. No ocurre de la noche a la mañana, cambia. Así que se necesita tener un socio, un financiador que esté comprometido a largo plazo, pero que también tenga suficiente flexibilidad para comprender que, como todos los demás, estamos trabajando en un contexto cambiante, y que requiere adaptación; por lo tanto, no es posible decir qué se va a necesitar o qué puede resultar efectivo dentro de tres años”.
La revisión mostró que una estrategia de financiamiento destinada a aumentar la equidad en la ecología del movimiento de derechos humanos debe tener varios ingredientes esenciales. La estrategia necesita involucrar a los beneficiarios para que desarrollen en conjunto una teoría clara del cambio y acuerden señales de progreso, de manera que haya la mayor sinergia posible en los esfuerzos de todas las agrupaciones y que puedan aprovechar sus capacidades mutuas. Además, debe haber vínculos de confianza, o tiempo suficiente para desarrollar dichos vínculos, entre las agrupaciones con objetivos similares pero con capacidades diferentes, así como redes que atraviesen las divisiones entre el Norte y el Sur y las divisiones temáticas. Es necesario evaluar las formas éticas de trabajo en relación con las redes o las organizaciones internacionales financiadas, especialmente en lo que respecta a si su trabajo se impulsa de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo, así como la manera en que se desarrollan y mantienen relaciones tanto con movimientos sociales como con ONG nacionales. Por ejemplo, puede ser que una ONG internacional sea excelente en la consecución de sus propios objetivos, pero que no lo haga de maneras que agreguen valor a las agrupaciones a nivel nacional o local o mejoren sus capacidades para participar en el ámbito global, excepto en lo relacionado con sus propias cuestiones locales. Además, el financiador debe prestar atención a los cambios de liderazgo, en caso de que los dirigentes de organizaciones beneficiarias importantes (o los financiadores) dejen su posición.
Es necesario dedicar más atención a la creación de asignaciones de fondos específicas según los objetivos articulados por las organizaciones locales. La cantidad de dinero necesaria para “internacionalizar el trabajo” de las organizaciones de derechos humanos del Sur global depende de estos objetivos y de si incluyen intervenciones únicas o de largo plazo. La decisión de la iniciativa de proporcionar una cantidad fija de dinero a todos los beneficiarios en general no consideró: a) el distinto valor del dólar estadounidense en los diferentes países ni b) que hay una gran diferencia entre los fondos necesarios para desarrollar una iniciativa institucional nueva y de largo plazo para el movimiento de derechos humanos (como una conferencia anual, una revista académica o un programa de capacitación) o para relacionarse con el sistema (como tener un miembro del personal ubicado en Ginebra) y los fondos necesarios para organizar un solo evento que reúna al movimiento a fin de crear estrategias para enfrentar una crisis inmediata, o una intervención para tratar un tema específico en un momento único.
Ciertamente, es posible que la mejor manera de implementar una estrategia de financiamiento en una parte del mundo no funcione en otra región, debido a los diferentes niveles de capacidad y las diversas culturas de organización. Puede que ya existan muchas agrupaciones que persiguen el objetivo que la iniciativa de financiamiento pretende mejorar. Por lo tanto, el financiador debe tener cuidado de no ungir a una sola agrupación, lo que interfiere con la ecología en el país o la región; en cambio, debe explorar maneras de poner fondos a la disposición de quienes ya están
marcando cambios sobre el tema. Por ejemplo, además del financiamiento básico, el financiador (o una red existente de agrupaciones clave) puede ofrecer un conjunto de fondos que cualquier agrupación pueda solicitar para la formulación de estrategias colectivas o para implementar una estrategia muy específica a nivel regional o global. Un elemento sorprendente en la iniciativa SHRW fue que, durante este periodo, todas las agrupaciones financiadas, en particular las de la primera generación de organizaciones del Sur global, cooperaron más con sus contrapartes; esto incluyó el litigio en colaboración.
Desafiar las desigualdades, incluso en un campo de personas comprometidas con los derechos humanos, lleva tiempo. El campo no se transformará en cinco años. Incluso cuando las ONG internacionales de derechos humanos más grandes se están descentralizando o están trasladando sus oficinas centrales al Sur global, esto no está cambiando el equilibrio de poder. Para lograr un cambio real, las organizaciones internacionales deben dejar de trabajar “en” los problemas del Sur global y, en cambio, usar sus inmensos recursos financieros para habilitar a las organizaciones locales y nacionales para que puedan definir sus propias agendas, en particular pidiéndoles a los financiadores que ofrezcan apoyo directo a estas agrupaciones. Y los financiadores en el Norte y en el Sur deben centrar su atención en formas de desarrollar la confianza y la aptitud de la filantropía en el Sur global para apoyar el trabajo de derechos humanos.
Aunque la mayor parte de las violaciones de derechos humanos ocurra en el Sur Global, más de la mitad de todo el financiamiento es destinado a trabajos relacionados a derechos en América del Norte y Europa. Las principales figuras de derechos humanos debaten qué prioridades en el financiamiento podrían tener más impacto en la defensa de los derechos de los más vulnerables en el mundo.
Este video es un producto de la revisión independiente de la iniciativa global de Fortalecimiento de los Derechos Humanos en Todo el Mundo de la Fundación Ford.