La proliferación de fundaciones comunitarias a nivel mundial no es un accidente. La filantropía comunitaria reivindica tradiciones de colaboración que el individualismo y el materialismo han debilitado, al mismo tiempo que se convierte en un acto de resistencia contra la intervención neocolonial disfrazada como “ayuda”. Cada vez hay mayor conciencia entre las comunidades del Sur global de que depender de la ayuda internacional las ata a un sistema que favorece a los intereses del Norte; cada vez más, consideran a la “pobreza” como una creación que perpetúa esos mismos intereses a través del sistema de ayuda internacional.
En Cisjordania y la Franja de Gaza, la ayuda internacional constituye aproximadamente el 36% del PIB, y literalmente no hay un solo aspecto de la economía que esté libre del control israelí y la influencia internacional. La Autoridad Palestina (AP), un seudogobierno residual de la época de Oslo, es el beneficiario principal; aproximadamente una tercera parte de la población palestina depende de la nómina gubernamental. Como resultado, la AP sigue las órdenes internacionales/israelíes, y prácticamente carece de rendición de cuentas ante las comunidades locales. Tristemente, las ONG internacionales no cumplen con el mandato de la sociedad civil. Por el contrario, compiten con las ONG locales por el financiamiento, el personal y los beneficiarios. Sólo falta agregar los fondos que circulan a través de las Naciones Unidas, aproximadamente mil millones de dólares estadounidenses al año, sobre los cuales la población local prácticamente no tiene influencia, y tenemos la imagen completa: un sistema “humanitario” masivo, desacertado y que se perpetúa a sí mismo, el cual no sólo limita la iniciativa local, sino también socava los sistemas tradicionales de interdependencia y autosuficiencia.
Aunque las críticas a la ayuda internacional se han vuelto más comunes, aún hay poca conciencia sobre las fundaciones comunitarias como una alternativa viable, incluso en el discurso sobre el financiamiento para los derechos humanos. Al responder a los desafíos y las oportunidades locales, las fundaciones y otras organizaciones filantrópicas comunitarias ofrecen a las comunidades una manera digna y creativa de organizar sus recursos para alcanzar la autosuficiencia colectiva para las futuras generaciones.
La fundación comunitaria palestina, Asociación Dalia, surgió a partir de dos desafíos: la colonización, el despojo y la ocupación israelíes prolongados, y la dependencia de la ayuda internacional con restricciones políticas. Los fundadores de Dalia percibieron que estas dos fuerzas niegan el derecho de los palestinos a controlar su propia agenda de desarrollo. Hoy en día, el trabajo de Dalia se organiza en torno a un concepto que ha evolucionado a lo largo de nuestros años de trabajo: la autodeterminación en el desarrollo. El concepto de autodeterminación en el desarrollo coloca la autodeterminación dentro del marco de los derechos humanos y vincula el derecho al desarrollo con la causa nacional palestina.
De hecho, cuando reuní a los fundadores en 2007, no comprendía completamente cómo la ayuda internacional se confabulaba con la ocupación, el despojo y la colonización israelíes. Mi atención estaba únicamente en el dinero. “Si tan solo los palestinos tuvieran su propio dinero”, pensaba, “se pondría fin a las actividades insostenibles, irrelevantes e ineficientes que se disfrazan de ‘desarrollo posterior al conflicto’”. Pero mi grupo de cofundadores rápidamente me mostró el error de mi enfoque ingenuo y simplista. La autodeterminación no se trata de obtener una asignación grande. Se trata de utilizar los recursos que tenemos con responsabilidad y determinación, de movilizar otros recursos al moldear prácticas creíbles e inspiradoras y de trabajar con transparencia, democracia y rendición de cuentas para lograr nuestras propias prioridades a largo plazo.
En los últimos siete años, la labor de Dalia ha crecido y prosperado mediante la experimentación en tres pilares relacionados. El primer pilar del trabajo de Dalia es un proceso de concesiones pequeñas, innovador y sin restricciones, al que llamamos “otorgamiento de subvenciones controlado por la comunidad”. Dalia moviliza recursos para grupos comunitarios de bases populares en aldeas y campos de refugiados, pero no otorgamos concesiones como un donador. En cambio, facilitamos un proceso comunitario de toma de decisiones democrático y transparente para la comunidad local. Ellos deciden quiénes reciben las subvenciones y cuánto dinero se les asigna. Se forma un comité compuesto por miembros de la comunidad para supervisar a los beneficiarios y garantizar que trabajen con integridad y por el bien de la comunidad en general, y que no obedezcan los intereses de alguna facción, familia o persona. Los beneficiarios movilizan recursos locales para ampliar sus proyectos, y Dalia brinda apoyo constante y continuo mediante asesorías sobre planeación, elaboración de presupuestos, adquisiciones, publicidad, etc. De esta manera, cantidades pequeñas de dinero pueden transformar a toda una comunidad: el compromiso de la sociedad civil local con las prioridades locales y su capacidad para darles respuesta se fortalecen, y la comunidad ejerce su derecho y responsabilidad a exigir que las agrupaciones de la sociedad civil le rindan cuentas y en apoyarlas con recursos locales.
El segundo pilar del trabajo de Dalia es el desarrollo de la filantropía. Reconocemos la necesidad de ampliar la cultura de la filantropía más allá de la caridad y las donaciones con motivos religiosos para incluir el apoyo para el sustento de instituciones locales. También reconocemos la necesidad de construir sistemas para lograr que la filantropía local, de la diáspora y del sector privado sean más seguras, económicas y creíbles. Los desafíos son enormes: falta de confianza en las instituciones locales, marcos legales y reglamentarios poco desarrollados y los escalofriantes efectos de la guerra contra el terrorismo. Pero, al ser una fundación comunitaria cuya visión es conseguir la independencia tras el paso de algunas generaciones, Dalia está en la posición adecuada para abordar estos desafíos, sin importar el tiempo que tarde. Actualmente, estamos promoviendo la idea de los “fondos” a nombre de empresas, familias, aldeas o causas. A diferencia de los “fondos asesorados por los donadores” típicos de las fundaciones estadounidenses, estos fondos representan una asociación real entre los donadores y la comunidad. Los donadores deciden qué dar (efectivo, materiales o servicios, en cualquier combinación) y pueden involucrarse tanto o tan poco como deseen con las comunidades, pero son las comunidades las que deciden cómo usar los recursos para el desarrollo. El reto es lograr que la toma de decisiones sea a nivel local, al mismo tiempo que se alienta a los donadores a participar con algo más que solamente la firma de un cheque.
El tercer pilar, el activismo para reformar la ayuda internacional, ha cambiado con el paso del tiempo. Dalia se ha vuelto más selectiva con respecto a sus objetivos. En lugar de intentar influir a los actores principales del sistema de ayuda internacional, para quienes los intereses palestinos claramente no tienen gran prioridad, como USAID, Dalia exhorta a los palestinos a rechazar ese tipo de financiamiento y, en cambio, establecer contacto con (y de esa manera influir en) actores internacionales que establecen asociaciones reales y que están motivados por compromisos de derechos humanos.
En 2013, la Asociación Dalia fue reconocida por su estrategia singular cuando recibió el Premio Arcus de Justicia Social Global, en parte por esta inspiradora película de 10 minutos de duración.
Todavía siento que debo explicar el trabajo de Dalia a los escépticos. Muchos de ellos apenas pueden imaginar una sociedad civil vibrante, independiente y responsable en Palestina, y el concepto de una organización dedicada a ayudar a que otras ONG logren tener sostenibilidad y rendición de cuentas ante la comunidad es aún más extraño. Me gusta explicar el trabajo de Dalia a esas personas con una metáfora mucho más sencilla, la cena de cooperación. En una cena de cooperación, cada persona lleva lo que puede, por modesto que sea, pero todos disfrutan del festín. Todos son donadores y todos son beneficiarios.
¡Sólo imaginen que cada uno de los más de 10 millones de palestinos en el mundo, y otros simpatizantes de los derechos palestinos, aportaran los recursos que pudieran, comida, ideas, contactos, materiales, fe, cultura o servicios, para beneficio del desarrollo controlado localmente en Palestina! Un hombre en Chicago podría donar computadoras para una escuela en Jerusalén. Una mujer en Gaza podría traducir un comunicado de prensa para una manifestación de derechos humanos en Haifa. Una empresa en Yenín podría donar dinero para una subvención para un comité de mujeres en una aldea cerca de Hebrón. Un grupo de solidaridad en España podría enviar terapeutas ocupacionales para enseñar a los habitantes de Gaza. Un grupo juvenil en Jaffa podría declamar el poema de un refugiado en Líbano.
La Asociación Dalia busca compatibilidades, motiva, coordina y apoya de manera práctica para garantizar que los recursos se utilicen de forma eficaz, con integridad e informes transparentes, para inspirar más donaciones. Nuestra visión para el desarrollo de Palestina consiste en volver a tejer las relaciones entre las diversas partes de la comunidad palestina y ofrecer a cada persona y grupo la oportunidad de dar.