El gran aumento en la cantidad de personas (refugiados y migrantes) que llegaron a Europa en 2015 atrajo gran atención a la crisis de refugiados que se ha estado desarrollando en el Medio Oriente durante los últimos cinco años. Pero hay una crisis humanitaria y de derechos humanos que ha afectado a los refugiados en todo el mundo durante décadas. Sin embargo, se trata de una crisis que no es ni inevitable ni irresoluble. De hecho, la razón por la que millones de refugiados siguen sufriendo años después de verse obligados a huir de sus países es la apatía, y a veces la hostilidad, de los gobiernos y los dirigentes políticos. En cambio, el apoyo a los refugiados entre la gente común de los países de todo el mundo es sorprendentemente alto.
Las muestras de apoyo a raíz del ahogamiento del niño sirio Alan Kurdi en septiembre de 2015, que presenciaron el ascenso del movimiento #RefugeesWelcome (Bienvenidos Refugiados), fueron contrarrestadas, a menudo con gran vigor, por la retórica anti inmigración. En varios países, los dirigentes políticos adoptaron actitudes abiertamente xenófobas y algunos gobiernos introdujeron políticas que muchos consideraron racistas.
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Volunteers help refugees come ashore in Greece. Empathy for the plight of refugees has fueled significant popular support for more welcoming asylum policies.
Durante años, en muchas conversaciones con colegas del movimiento de derechos humanos, dimos por sentado que la mayor parte del público no tenía una actitud favorable respecto a los refugiados. Esta sensación no se limitaba a las actitudes en Europa, sino que se extendía de igual manera a los países de Medio Oriente, África, Asia y América.
A su vez, el hecho de que la mayoría de los gobiernos se muestran persistentemente reacios a tomar medidas proactivas y prácticas para resolver la crisis mundial de refugiados parecía deberse en gran medida a la percepción de una falta de apoyo público a los refugiados. Por supuesto, los gobiernos deben proteger los derechos humanos, independientemente del nivel de apoyo público. Logros como la abolición de la pena de muerte y el respeto jurídico de los derechos LGBTI en muchos países no habrían ocurrido si se basaran únicamente en el apoyo popular. Por otro lado, el apoyo público para resolver una crisis de derechos humanos debe animar a los gobiernos a tomar acción.
El increíble nivel de activismo en torno al movimiento #RefugeesWelcome en Europa hizo que en Amnistía Internacional cuestionáramos la narrativa aceptada de que el público en general no apoya a los refugiados. Nos dimos cuenta de que había muy pocos datos empíricos para medir las actitudes del público respecto a los refugiados, por lo que contratamos a GlobeScan, una destacada empresa de investigación de la opinión pública, para que llevara a cabo una encuesta mundial en 27 países. Les preguntaron a 27,000 personas en 27 países qué tan cerca aceptarían a los refugiados en una escala móvil: en su hogar, en su vecindario, en su ciudad/pueblo/aldea o en su país; o si les negarían la entrada al país por completo.
La encuesta se llevó a cabo a finales de 2015 y principios de 2016; sus resultados son estadísticamente representativos de la opinión de cada país. Las conclusiones fueron sorprendentes, incluidas: el 80% de los encuestados aceptaría refugiados en su país y dos terceras partes de ellos estuvieron de acuerdo en que sus gobiernos deberían hacer más para ayudar a los refugiados que huyen de la guerra y la persecución. En el Reino Unido, el 29% de los encuestados dijo que aceptaría refugiados en sus hogares. En Alemania, el 66% dijo que aceptaría refugiados en sus hogares o vecindarios. En España, la misma proporción de los encuestados dijo que aceptaría refugiados en sus hogares, vecindarios pueblos o aldeas; mientras que en Canadá, esta cifra fue del 73%. Puede encontrar más información sobre los resultados de la encuesta aquí y aquí; el conjunto de datos completo se puede descargar aquí.
Debemos cuestionar seriamente la presunción de que la opinión pública no está a favor de la protección de los refugiados.
Las encuestas son una instantánea en el tiempo. Las opiniones y las actitudes cambian, y las encuestas mundiales no pueden dar cuenta plenamente de los contextos locales. Sin embargo, lo que esta encuesta nos dice con gran claridad es que debemos cuestionar seriamente la presunción de que la opinión pública no está a favor de la protección de los refugiados. Le proporciona al movimiento de derechos humanos un argumento importante para esgrimir ante los gobiernos que justifican su falta de acción respecto a la crisis de refugiados alegando la renuencia del público a aceptar refugiados.
La crisis de refugiados se puede resolver. El 19 de septiembre, la ONU celebrará una reunión cumbre sobre las crisis de refugiados y migración, y se espera que adopte un pacto mundial sobre el reparto de responsabilidades respecto a los refugiados. Esta es una rara oportunidad para que los dirigentes mundiales aborden con decisión la crisis actual de refugiados y eviten crisis futuras. La fuerza del pacto mundial determinará si esta innecesaria tragedia de derechos humanos continuará o se resolverá.
Hay alrededor de 20 millones de refugiados en el mundo. Algunos de ellos son refugiados a largo plazo que se han integrado en sus países de acogida, pero la mayoría no. Viven en campamentos y viviendas urbanas pobres, con acceso limitado a la educación, la salud y el empleo. En muchos países, no cuentan con un estatus jurídico seguro: corren el riesgo de ser detenidos arbitrariamente o deportados y se les discrimina en materia de empleo y educación universitaria, entre otras cosas. Todos ellos tienen algo en común: todos han perdido la protección de sus países de origen.
Prevenir las causas fundamentales del problema de los refugiados representa un reto: acabar con los conflictos, la persecución y las violaciones de derechos humanos no es algo que suceda fácil o rápidamente. Pero si los gobiernos se reúnen para acordar un mecanismo eficaz y duradero de reparto de responsabilidades, pueden poner fin al sufrimiento de aquellos que fueron obligados a convertirse en refugiados. Esto implica reasentar a más de un millón de refugiados en todo el mundo, que los Estados abran sus puertas a los refugiados de países como Turquía, que acogen a un número desproporcionado de refugiados, y proporcionar suficiente dinero y apoyo para asegurar que los refugiados puedan tener acceso a la educación, atención médica adecuada y un nivel de vida apropiado.
La cantidad de refugiados en el mundo es grande en términos históricos, pero sigue siendo inferior al 0.3% de la población mundial: la comunidad internacional es perfectamente capaz de proteger, en conjunto, a menos de un tercio del uno por ciento de la población mundial. Lo único que impide que los gobiernos solucionen la crisis de refugiados es la apatía, no la opinión pública.