Durante la última década, la retórica populista y nacionalista se ha extendido por la sociedad israelí, junto con la legislación y las políticas de línea dura. Los principales objetivos incluyen las minorías de Israel como sus ciudadanos árabes-palestinos, los migrantes y los solicitantes de asilo; la población palestina más allá de la Línea Verde, y sus dirigentes; y las personas y los valores asociados con la “izquierda” política, incluida la comunidad de derechos humanos israelí.
Cuando las bombas dejaron de caer en Gaza en el invierno de 2009, comenzó otro tipo de ataque. El rencor contra las organizaciones israelíes para la defensa de los derechos de los palestinos bajo la ocupación adquirió un nuevo carácter de furia.
Los sondeos han mostrado que estas organizaciones cuentan con niveles de apoyo significativamente bajos, incluso entre los subgrupos que tradicionalmente tienen una actitud favorable. Acompañada de activistas preocupados por la situación, emprendí un proceso estratégico de un año en 2011 para analizar si era conveniente relacionarnos de una manera distinta con la sociedad israelí y cómo hacerlo. Cuando hablé con los líderes israelíes de derechos humanos en 2015, la mayoría seguía batallando con la cuestión de cuál era la mejor manera de interactuar con su propia sociedad, si acaso debían hacerlo. Para muchos, los públicos más valiosos eran los formuladores de políticas, o los líderes de opinión, a nivel local e internacional.
Después, a principios de 2016, realicé un estudio de opinión pública para B’tselem, la agrupación de derechos humanos más antigua de Israel dedicada a las violaciones de derechos relacionadas con la ocupación. Se utilizó una metodología mixta (por Internet y teléfono) para encuestar a 700 participantes israelíes (500 judíos y 200 árabes) en febrero y marzo de 2016, con un margen de error de +/- 4.4. No repetimos la encuesta de 2011 (que incluyó una muestra únicamente de encuestados judíos, solo por vía telefónica y con una empresa distinta de recolección de datos), pero sí volvimos a utilizar algunas de las preguntas de aquella encuesta, lo que nos permitió observar lo que ha cambiado. Es posible que las diferencias metodológicas expliquen diferencias marginales en los datos, pero las modificaciones importantes pueden considerarse como una verdadera dirección de cambio.
La encuesta de 2016 pareció confirmar las peores expectativas. Cuando se les preguntó sobre su percepción de los derechos humanos en el sentido más general, sin hablar específicamente sobre los palestinos, la proporción de encuestados judíos que tenían una opinión positiva se había reducido por una dramática cantidad de 20 puntos. En 2011, el 65 % de los judíos tenía una opinión favorable de los “derechos humanos”, pero en 2016, solo lo hacía el 45 %. (La muestra de 2011 solamente incluyó judíos israelíes, en el entendido general de que el resentimiento más grave se originaba en este grupo).
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Why, in Israel, is there so much overt hostility towards the words “human rights”, but broad acceptance of policies based on similar values?
Cuando se les preguntó específicamente sobre las organizaciones de derechos humanos, aún sin especificar conexión alguna con los palestinos, de nuevo la cifra se había reducido en diez puntos, de 41 % con opinión favorable en 2011 a 31 % en 2016.
El concepto de “derechos humanos” se identifica a menudo con los “enemigos de Israel”, izquierdistas y pro Palestina.
Estos resultados reflejan hasta qué grado las personalidades de la sociedad civil israelí han atacado sin descanso la noción de los “derechos humanos” en nombre del “sionismo” convencional, así como lo han hecho los dirigentes políticos que dicen representar a la centro-derecha política en general. En estos círculos, y en términos más generales, el concepto de “derechos humanos” se identifica a menudo con los “enemigos de Israel”, izquierdistas y pro Palestina.
Pero la encuesta de 2016 sí ofrece algunos indicadores interesantes de que existe apoyo para los derechos humanos, si se mira con suficiente cuidado. En primer lugar, dentro del 17 % de la muestra total que incluye a judíos y árabes que se definen a sí mismos como “izquierdistas” políticos (de “izquierda” y de “izquierda moderada”), la mayoría apoya el concepto de los derechos humanos (56 %) y a las organizaciones de derechos humanos (60 %). Por otra parte, del 26 % de la población judía que se define a sí misma como centrista política, una mayoría similar (57 %) apoya la noción de los derechos humanos.
El concepto más controvertido que se puso a prueba en esta encuesta fue el de las organizaciones de derechos humanos que defienden a los palestinos bajo la ocupación. Para este grupo bastante despreciado, la encuesta de 2016 realmente no mostró una disminución significativa: el 16 % de los judíos le dio una calificación favorable, solo cuatro puntos menos que en 2011, situándose cerca del margen de error. Cuando incluimos a los árabes en el análisis, el 21 % de los israelíes tiene una actitud favorable hacia estas organizaciones. En el entorno actual, que incluye una avalancha de campañas negativas, esto constituye una minoría pequeña pero significativa. “Una de cada cinco personas” es una cifra con la que las agrupaciones de derechos humanos pueden trabajar.
Entre los encuestados de la derecha política, solo un tercio apoya el término general, “derechos humanos” y solo el 25 % apoya las organizaciones de derechos humanos en general. Por otra parte, tan solo un insignificante 5 % tiene una actitud favorable respecto a las agrupaciones que atienden a los palestinos. Esta división proyecta una larga sombra sobre la sociedad israelí, ya que el 41 % de todos los encuestados de la muestra se consideran a sí mismos de derecha, y en el caso de los judíos, esta cifra asciende a la mitad. (La misma distribución ideológica que en 2011). Además, un mayor porcentaje de jóvenes se definen a sí mismos como derechistas, mientras que los ciudadanos árabes de Israel cada vez están menos dispuestos a declarar alguna identidad política.
Pero la encuesta de B’tselem de 2016 también reveló algunos resultados realmente sorprendentes. Los encuestados conocían más detalles sobre los acontecimientos en la Ribera Occidental y Gaza de lo esperado. Muchos ciudadanos judíos que viven dentro de la Línea Verde (“Israel propiamente dicho”) realmente no ven la ocupación de primera mano todos los días, y el conflicto a menudo ocupa un lugar bajo en la lista nacional de prioridades (en la encuesta actual, únicamente ocupó el cuarto puesto de una lista de temas nacionales). Sin embargo, los datos mostraron que están conscientes de la expansión de los asentamientos, del limitado control que tienen los palestinos sobre sus propias vidas y de la dependencia de Gaza respecto a Israel. Por otra parte, no parecían tener una visión ingenua acerca de las intenciones del gobierno de evitar una solución de dos Estados: casi la mitad dijo que el gobierno estaba tratando de perpetuar el statu quo (44 %), más del doble que quienes dijeron que el gobierno estaba trabajando en pos de los dos Estados (21 %).
Lo más sorprendente fueron las respuestas a la pregunta: “¿Usted está a favor o en contra de que haya igualdad de leyes y derechos para los palestinos y los israelíes bajo control israelí en la Ribera Occidental/Judea y Samaria? A pesar de toda la ira en el aire, la mayoría absoluta (55 %) dijo que apoyaba este tipo de igualdad, mientras que poco más de un tercio estaba en contra. Los demás no estaban seguros. Este hallazgo no se debe únicamente a la muestra árabe, ya que una pluralidad de judíos (49 %) estaba a favor, en comparación con un 40% en contra. Más del 80 % de los árabes con ciudadanía israelí apoyan dicha igualdad, elevando así el total de la muestra al 55 %.
Los grupos básicos que se oponen a la igualdad, los derechos y las reivindicaciones políticas de los palestinos son el sector religioso y la derecha política; hay un importante grado de coincidencia entre ambos. Las cuestiones relacionadas con los derechos de los palestinos son algunas de las cuestiones que definen el espectro político de derecha-izquierda en Israel. Sin embargo, incluso entre los grupos de derecha y religiosos, más de un tercio de los encuestados apoyan la igualdad de leyes y derechos para todos. Por otra parte, la noción de “igualdad para todos” unifica al centro y la izquierda políticos en una mayoría considerable, ya que el 69 % y el 79 %, respectivamente, apoyan la idea.
Entonces, ¿por qué hay tanta hostilidad manifiesta contra las palabras “derechos humanos”, pero una mayor aceptación de las políticas que se basan en valores similares?
Una respuesta radica en el simple hecho de las contradicciones humanas, pero eso no es todo. En el discurso público en todas partes, los lugares comunes suelen sustituir a la sustancia. Cuando los líderes de la extrema derecha ridiculizan a los “derechos humanos” en sus declaraciones demagógicas, los derechistas siguen su ejemplo. Pero cuando se retira esa viciada terminología para revelar los valores reales, las políticas no parecen ser tan amenazantes. Las cifras sugieren una respuesta racional y moderada, en lugar de un rechazo automático emocional. Podría ser que alejarse de los términos usados en exceso, cuyo significado se ha viciado, y utilizar en cambio terminología menos cargada ayude en algunos casos. En otros, aprovechar los avances específicos de las políticas públicas puede resultar más eficaz que tratar de obligar al público a aceptar un concepto hacia el que siente resentimiento.
Por último, estas observaciones contradicen un elemento observado en la encuesta de 2011: en ella, el apoyo a favor del concepto de “derechos humanos” era alto en teoría, pero las personas sentían resentimiento contra los actores y la implementación de las políticas basadas en los derechos humanos. En 2016, hay evidencia de lo contrario: un mayor resentimiento respecto a la retórica y las consignas, probablemente debido a años de significados simplificados y ataques políticos, pero tal vez una creciente aceptación de la necesidad de contar con valores relacionados con los derechos humanos en la práctica. Si es genuino, se trata de un cambio muy gratificante.