Introducción: El reto cuando los Estados-nación se retraen de los derechos humanos
No es ningún secreto que los Estados-nación están incumpliendo activamente sus obligaciones en materia de derechos humanos. Si bien el ataque a los derechos humanos en Estados autoritarios como Rusia es bien conocido, tal vez más preocupante para su progreso a largo plazo sea cómo los (auto)proclamados campeones de los derechos humanos se están uniendo a este repliegue.
Los ejemplos son numerosos: el trato brutal que la Unión Europea dispensa a los migrantes, la aprobación de más de 75 proyectos de ley contra la comunidad LGBTQI+ en distintos estados de Estados Unidos, la indiferencia ante las desapariciones de defensores del medio ambiente en países como Brasil, Colombia y México, y la autorización pasiva de crímenes de guerra genocidas en Tigray, Sudán y Gaza. Este repliegue liderado por los Estados ha tenido repercusiones perjudiciales en las organizaciones internacionales que constituyen. Dentro de la sede institucional mundial de los derechos humanos -las Naciones Unidas-, el repliegue nacional de los derechos humanos ha dado lugar incluso a batallas sobre las normas de derechos establecidas. Por poner sólo un ejemplo, la justicia de género -especialmente los derechos reproductivos y sexuales- es cada vez más cuestionada en la ONU por los Estados en coordinación con activistas de derechas conectados en redes transnacionales.
Sostenemos que defender los derechos humanos en el ámbito local o municipal es una respuesta audaz al retroceso de los derechos humanos en los ámbitos nacional e internacional. Este enfoque es, en primer lugar y sobre todo, una forma de afrontar el reto de la reacción violenta contra los derechos abriendo nuevos espacios y alianzas en la lucha por los derechos.
En particular, la localización de los derechos humanos no es sólo una táctica defensiva, sino que también puede formar parte de un necesario cambio de paradigma. En comparación con los Estados-nación, las zonas urbanas con poblaciones transnacionales pueden ser más capaces de participar en los esfuerzos de colaboración necesarios para salvaguardar y promover los derechos. La declaración de una Ciudad de los Derechos Humanos (CDH), por ejemplo, nos reta a situar las luchas por los derechos humanos donde siempre han sido más urgentes: en el ámbito local, estrechamente vinculadas a las realidades vividas cotidianamente y no en lejanos foros internacionales. Un CDH puede adoptar muchas formas, pero todas se dedican a integrar los principios de los derechos humanos en la legislación y la práctica a nivel local, un compromiso compartido por el gobierno y las partes interesadas de la comunidad. El auge de estos CDH señala la necesidad de replantear el modelo centrado en el Estado que sustenta el régimen internacional de derechos humanos, pero que no logra captar las realidades transnacionales del mundo en el que todos vivimos.
El reto como oportunidad: El poder y el potencial de los derechos humanos en las ciudades
Como centros de riqueza económica y diversidad social, las ciudades tienen el poder de impulsar la equidad económica, política y social a través de los derechos humanos. Declarar formalmente un CDH es una forma de comprometerse a traducir los derechos humanos recogidos en las convenciones internacionales en leyes, instituciones, políticas y procesos locales que aborden las discriminaciones estructurales a las que todavía se enfrentan demasiadas personas. Incluso sin una declaración formal de CDH, cuando una ciudad reconoce las leyes y normas internacionales de derechos humanos -a través de estatutos, ordenanzas o resoluciones- establece los derechos humanos como una obligación explícita y no como un ideal abstracto. En cualquier caso, un enfoque municipal puede proteger a las poblaciones vulnerables y fomentar ciudades más equitativas, inclusivas y sostenibles. En la actualidad hay más de 700 CDH formalmente declarados en los cinco continentes, y muchas otras ciudades han alineado explícitamente sus políticas con normas mundiales específicas de derechos humanos.
En ocasiones, estos compromisos han sido más retóricos que reales en la práctica. Otras veces, sin embargo, han surgido ejemplos tangibles de ciudades que promueven los derechos humanos en tres ámbitos clave:
1. Leyes e instituciones para que los poderosos rindan cuentas
Un enfoque de la gobernanza local basado en los derechos humanos puede incluir la creación de recursos legales e instituciones de rendición de cuentas a nivel local para que las reivindicaciones de derechos humanos no puedan ser silenciadas o ignoradas. Por ejemplo, muchos países aún carecen de un marco de rendición de cuentas basado en los derechos humanos a nivel nacional. Es crucial desarrollar indicadores para identificar y rectificar posibles violaciones de los derechos humanos o políticas que perjudiquen a los grupos marginados, así como promover la concienciación sobre el acceso a estos mecanismos.
2. Procesos para centrar las voces de los grupos históricamente marginados
Aunque los gobiernos locales son los garantes de los derechos humanos, la realización de los derechos humanos a nivel local es un proyecto colectivo con un conjunto diverso de partes interesadas. La toma de decisiones participativa y democrática es clave. Los ciudadanos tienen el derecho humano a informar sobre la gobernanza y la toma de decisiones; por tanto, los gobiernos locales deben crear procesos conjuntos -como en Gwangju (Corea del Sur)- que permitan un diálogo significativo entre los funcionarios municipales y las comunidades locales. Un ejemplo de estos procesos es la reasignación de recursos a través de la presupuestación de los derechos humanos para ayudar a rectificar políticas históricamente discriminatorias.
3. Políticas para promover los derechos sociales, económicos y culturales
Las ciudades están bien situadas para promover cuestiones transversales de derechos humanos, que se entrecruzan no sólo con los derechos políticos y civiles, sino también con los derechos sociales, económicos y culturales, históricamente desatendidos en muchas partes del mundo. Un ejemplo es la campaña US Cities for CEDAW, un movimiento que aboga por la incorporación de los principios de la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) a las resoluciones y ordenanzas locales. Otros incluyen el trabajo a nivel municipal en materia de justicia racial, cultura y vivienda.
Conclusión: Los derechos humanos en las ciudades como desafío al statu quo estatal
Los gobiernos y las comunidades locales no están indefensos ante el retroceso nacional e internacional de los derechos humanos. Desde Korogocho (Kenia) hasta Los Ángeles (USA), las comunidades y las ciudades pueden responder a este desafío reconociendo el papel de los gobiernos locales como garantes de derechos obligados a respetar, proteger y cumplir los derechos humanos de sus ciudadanos. En Barcelona (España), Walewale (Ghana) y muchas otras ciudades de todo el mundo han surgido políticas locales tangibles que llenan el vacío dejado por la retirada de los gobiernos nacionales.
Este cambio debe reconocerse como algo más que un mero respaldo al repliegue estatal. La apropiación de los derechos humanos a nivel local -en lugar de por los Estados y las instituciones mundiales dominadas por el Estado- brinda la oportunidad de reimaginar radicalmente los derechos humanos tal y como deben ser si quieren seguir siendo vitales. El poder de los derechos humanos reside en cómo se reconstituyen continuamente en el contexto de las demandas que surgen de las luchas sobre el terreno. Con cada nuevo CDH y cada comunidad que se levanta para reclamar sus derechos, se colma más la brecha entre las normas internacionales de derechos humanos y las realidades cotidianas de la vida de las personas. Al traducir principios abstractos en políticas y prácticas concretas, las ciudades están (re)convirtiendo los derechos humanos en un proyecto político tangible en el nivel de gobierno más cercano a las comunidades.
Este fenómeno responde al reto de los ataques a los derechos humanos dirigidos por el Estado, desafiando, a su vez, la primacía del Estado en el régimen internacional de derechos humanos. Como sugiere Morales, ya es hora de dejar atrás la aceptación pasiva del estadocentrismo del orden mundial. Los CDH son un paso hacia la reimaginación del régimen de derechos humanos más allá de los confines del Estado-nación. Al hacerlo, demuestran que "el futuro de los derechos humanos es local".
Para más información y recursos sobre los derechos humanos en el ámbito de las ciudades, consulte el sitio web de la Alianza de Ciudades por los Derechos Humanos.
Los autores agradecen las importantes contribuciones editoriales de Arden Courtney Collins y Peter Hrant Vartanian, así como la investigación realizada por los estudiantes de un grupo de trabajo del Occidental College que trabajan para la Human Rights Cities Alliance: Mary Ellen Coaty, Arden Courtney Collins, Mathilde Dépéry, Raja Bella Hicks, Elsa Marsh, Taylor Miller, Riley Polaner, Francesca Romero, Lily Snyder y Peter Vartanian.