La idea de crear un movimiento global de derechos humanos más unido parece haber estimulado a una amplia gama de activistas. Como han señalado varios colaboradores en este debate de openGlobalRights, las agrupaciones de derechos en el sur global tienden a representar intereses específicos, mientras que las agrupaciones con sede en el norte usualmente defienden principios universales. Las ONG norteñas intentan responder a estos mandatos ambiciosos, sin embargo, y promueven la cada vez mayor cantidad de causas que abarca el campo de los derechos humanos. Consecuentemente, varias de las principales ONG del norte están tratando de reorganizar sus considerables operaciones para reflejar un perfil más “internacional”.
No obstante, la idea de internacionalizar las ONG de derechos humanos del norte es problemática por al menos tres razones. En primer lugar, no hay consenso sobre cómo se ve una ONG de derechos humanos verdaderamente transnacional. Si las agrupaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch aún no son las más “internacionales”, ¿qué agrupaciones lo son?
En segundo lugar, muchos caracterizan las raíces norteñas de las ONG internacionales como una desventaja. Desarraigarlas de sus bases tradicionales en los Estados Unidos y Europa, sin embargo, genera el riesgo de quitarles su fortaleza principal: el acceso a donantes acaudalados y gobiernos poderosos.
Demotix/Lorenzo Bossi (All rights reserved)
Oxfam marchers at a recent climate march in London. Uprooting northern NGOs from their traditional bases in the US and Europe, risks robbing them of their key strength—their access to wealthy donors and powerful governments.
Finalmente, la descentralización de las ONG norteñas no es un proceso exento de valores en el que las tareas organizacionales se trasladan de los Estados Unidos y Europa a África, Asia y América Latina. En cambio, es probable que implique la exportación de prácticas organizacionales específicas del norte al sur de manera que puedan suponer una amenaza a la diversidad de enfoques sobre los derechos humanos.
La internacionalización no es algo exclusivo de la comunidad de ONG de derechos humanos. Por el contrario, las ONG internacionales en varios sectores, como la protección ambiental, la asistencia humanitaria y el desarrollo global, están reorganizando sus estructuras globales para incorporar mejor las voces del sur, y quizás también para ahorrar dinero. Pero estos procesos han generado formas organizacionales tremendamente distintas, ya que las agrupaciones intentan “construir el barco mientras lo navegan”. En el sector del desarrollo global, la internacionalización ha avanzado de forma desarticulada, conforme se ha pedido a las secciones nacionales poderosas de estas familias de ONG que cedan el control dentro de estructuras organizacionales nuevas que aún no se han puesto a prueba.
Dado que la reforma de las ONG es tan onerosa, consideremos de nuevo la siguiente pregunta: ¿por qué es tan necesaria? Las ONG norteñas de múltiples sectores han tenido que demostrar su valor agregado, ya que las organizaciones con sede en el sur son cada vez más capaces de recaudar sus propios fondos y de operar sus propios programas y campañas. Aparentemente, el hecho de que las ONG norteñas tengan su sede en Londres, Nueva York o París obstaculiza la credibilidad de sus pretensiones de defender causas globales.
Las redes de promotores y miembros directivos de élite detrás de estas ONG norteñas pueden ayudarles a incidir en los encargados de formular políticas, incluso si estas organizaciones no han logrado obtener el apoyo de las bases populares para sus causas de derechos humanos.
Pero, si bien las organizaciones de derechos humanos norteñas son instrumentos imperfectos para representar la variedad de grupos que sufren agravios, siguen siendo herramientas muy útiles para la promoción de los derechos humanos. La atención de los medios que concentran estas agrupaciones puede proporcionarles una plataforma para plantear nuevas cuestiones. Las redes de promotores y miembros directivos de élite detrás de estas ONG norteñas pueden ayudarles a incidir en los encargados de formular políticas, incluso si estas organizaciones no han logrado obtener el apoyo de las bases populares para sus causas de derechos humanos. Las profundas raíces que tiene Oxfam en la Gran Bretaña, o Human Rights Watch en los Estados Unidos, son, de hecho, ventajas enormes para los activistas transnacionales que intentan cambiar las políticas diplomáticas, asistenciales y comerciales de estos poderosos Estados.
Como han señalado varios profesionales y académicos, es posible que lo que se gane en términos de inclusión se pierda en eficacia, por lo que una descentralización exitosa de las ONG presenta el riesgo de diluir su influencia única. La ONG Friends of the Earth (FoE), por ejemplo, ha adoptado un modelo de confederación que equilibra las inquietudes del sur y del norte. Sin embargo, la confederación no tiene un conjunto definido de prioridades globales, y muchas de sus afiliadas ni siquiera utilizan la marca. Es posible que FoE sea un foro efectivo para los debates internos sobre sostenibilidad, pero un defensor más débil en cuanto a las causas globales.
Finalmente, mientras estas ONG norteñas intentan cambiar el lugar y la manera en los que recolectan información, escriben informes y operan campañas, es importante reconocer que su punto de referencia serán sus modelos anteriores de práctica organizacional. Existe un riesgo real de que estas prácticas se exporten por fuerza a las oficinas recién establecidas en Johannesburgo, Río de Janeiro y Moscú. De Bolivia a Bangladesh, las ONG locales que dependen del apoyo norteño ya corren el riesgo de adoptar prácticas organizacionales que las alejan de sus propias comunidades. Una presencia organizacional todavía mayor de las ONG poderosas en el sur global bien podría intensificar estas presiones.
Ciertamente, la dicotomía norte/sur pasa por alto una amplia gama de prácticas distintas entre las agrupaciones de derechos humanos norteñas. No existe consenso entre las democracias industrializadas occidentales, y mucho menos alrededor del mundo, con respecto al contenido de la agenda de derechos humanos. Varias preguntas aparentemente básicas (sobre si el acceso a la atención médica es un derecho humano, por ejemplo) no tienen respuestas claras entre los países del norte, como demuestran las experiencias de los Estados Unidos y Europa. Agrupaciones como la Federación Internacional de Derecho Humanos (FIDH), Amnistía y HRW tienen estrategias y estructuras muy distintas, a pesar de que todas tienen su sede en el norte. Este nuevo enfoque de “ir hacia el Sur” ignora el hecho de que estas agrupaciones no son de ninguna manera uniformes.
La desigualdad en cuanto a recursos financieros o atención política entre las ONG puede ser moralmente reprobable, pero negar esas realidades subyacentes significa que no se están empleando las mejores herramientas. Human Rights Watch y Amnistía Internacional son ONG norteñas que defienden un conjunto específico de inquietudes. El camino a seguir no es desarraigar estas organizaciones de eficacia limitada con la vana esperanza de construir cierta “asociación superior” mítica que represente los derechos humanos a nivel mundial.
Por el contrario, Amnistía y Human Rights Watch deben facilitar los flujos de recursos y experiencia práctica para desarrollar las capacidades de las agrupaciones con base en el sur. De hecho, tomando en cuenta los patrones cambiantes de riqueza y poder a nivel global, es posible que esta redistribución de dinero y atención ocurra independientemente del apoyo de las ONG poderosas.