El término “defensor de los derechos humanos” (DDH) abarca un amplio espectro de individuos y grupos. Tal y como lo definieron las Naciones Unidas en 1998, los DDH son aquellos que, individual o colectivamente, actúan para promover y proteger los derechos humanos. Esta definición es intencionadamente inclusiva, reconociendo que cualquiera puede ser un defensor de los derechos humanos, independientemente de su formación profesional o afiliación formal.
Los defensores de los derechos humanos corren un alto riesgo de sufrir problemas de salud y seguridad. Se enfrentan a importantes problemas de salud mental, especialmente cuando los defensores pertenecen a una comunidad marginada y trabajan en cuestiones relacionadas con su identidad y sus comunidades. A través de una serie de entrevistas con defensores de los derechos humanos implicados en el movimiento contra la violencia policial, mi equipo de investigación conoció los riesgos particulares a los que se enfrentan los defensores de los derechos humanos en Estados Unidos que han perdido a un ser querido a causa de la violencia policial.
Los múltiples riesgos a los que se enfrentan los defensores de los derechos humanos
Los/as DDH de todo el mundo se enfrentan a una compleja red de riesgos. Estos peligros se engloban en varias categorías: seguridad física, riesgos legales y penales, desafíos económicos, impactos en la salud mental, y vigilancia y violaciones de la privacidad.
El riesgo más reconocido para los/as DDHs es la amenaza a su seguridad física. Este peligro puede adoptar diversas formas, entre ellas la violencia directa y las agresiones, que van desde las palizas hasta la tortura y el secuestro a manos de agentes tanto estatales como no estatales. Trágicamente, cientos de DDH son asesinados cada año. Front Line Defenders informó de más de 300 asesinatos sólo en 2023, y es probable que esta cifra subestime el verdadero número de víctimas.
Aunque no se habla de ellos con tanta frecuencia, existen otros riesgos igual de graves. Entre ellos se incluyen la criminalización de la protesta y el activismo, las demandas espurias o los procedimientos judiciales diseñados para obstaculizar su trabajo y agotar sus recursos. Elostracismo y la estigmatización dentro de sus comunidades conducen al aislamiento social. El estrés crónico y los traumas asociados al trabajo por los derechos humanos pueden tener graves consecuencias para la salud mental.
Las luchas singulares de los defensores que han perdido a seres queridos a manos de la violencia policial
En Estados Unidos, los/as DDH que han perdido familiares o seres queridos a manos de la violencia policial se enfrentan a un conjunto excepcional de experiencias traumáticas que van más allá de los ya de por sí importantes retos asociados a la pérdida de un ser querido a manos de la violencia. Hemos identificado cuatro factores de riesgo comunes que contribuyen a ello:
1. Deshumanización y criminalización por parte de los medios de comunicación
Los medios de comunicación tradicionales a menudo se basan en declaraciones oficiales de las fuerzas del orden, que hacen hincapié en las amenazas percibidas y refuerzan que el agente está justificado en su uso de la fuerza. Las víctimas de la violencia policial suelen ser presentadas como delincuentes, en un intento de justificar sus muertes y desviar el foco de atención.
Poco después de la muerte de su hijo en 2022, Monique Johnson compartió con nosotros su experiencia sobre cómo los medios de comunicación retrataron la situación, diciendo: «Siempre ponen su propia narrativa para que la gente piense que él es el malo». La experiencia de Monique refleja la de todos los demás activistas que entrevistamos. Esta representación negativa puede tener graves consecuencias, como la exacerbación del duelo, la traumatización y la pérdida de apoyo social, ya que los miembros de la comunidad retiran su ayuda basándose en estas representaciones.
2. Exposición recurrente a la violencia policial
Cada nuevo incidente de violencia reabre las heridas. Con más de 1.000 personas asesinadas por las fuerzas del orden en Estados Unidos cada año, los recordatorios son frecuentes y dolorosos. Cindy Sundberg, cuyo hijo Tekle fue asesinado en 2022, describió vívidamente su experiencia: «Cada suceso y cada asesinato es como si abrieras la herida, cogieran un cuchillo y la revolvieran. Y no haces más que supurar dolor».
En los casos que reciben mayor atención mediática, se añade una capa de trauma cotidiano. Courteney Ross, la prometida de George Floyd, describió esta experiencia: «Nunca se detiene. Sé que la pérdida y el dolor no se detienen, pero cuando te enfrentas literalmente a un símbolo del asesinato de tu ser querido todos los días, es agotador. Da miedo y ansiedad».
Esta exposición recurrente provoca un estrés crónico que mantiene a los defensores en un estado de alerta que puede tener graves consecuencias para su salud física y mental y afectar a su capacidad para procesar el duelo y el trauma.
3. Vigilancia y acoso por parte de las fuerzas del orden
Muchos/as DDHs informan de vigilancia o acoso por parte de las fuerzas del orden tras la muerte de sus seres queridos, desde una mayor presencia policial en sus barrios hasta actos abiertos de intimidación. Estas experiencias contribuyen a una sensación generalizada de miedo e inseguridad.
Matilda Smith compartió su experiencia de miedo constante después de que el agente que mató a su hijo se mudara a su edificio de apartamentos: «Temía por mi vida, y mi hija también». Esta ansiedad la llevó a mudarse a otra parte de la ciudad, pero la sensación de ser vigilada persistía. El impacto psicológico de la vigilancia puede ser grave, provocando un estado de alerta constante y pensamientos y comportamientos paranoicos.
4. Consecuencias negativas del activismo
Todas las personas afectadas con las que hablamos recurrieron al activismo para encontrar un propósito y sanar tras la muerte de sus seres queridos. Como demuestran los ejemplos anteriores, entre otros, los activistas se enfrentan a riesgos polifacéticos. «He conocido a gente en este trabajo que ha muerto con el corazón roto», dijo Jeralynn Brown-Blueford, cofundadora de la Alan Blueford Foundation. Otros entrevistados también describieron el coste emocional, físico, económico y social de su trabajo.
El activismo puede implicar un trabajo físico difícil: transportar materiales de protesta durante largas distancias, construir bloqueos temporales, montar y desmontar sistemas de sonido y espacios para eventos, y distribuir suministros y recursos son sólo algunos ejemplos. Marilyn Hill, cuyo hijo fue asesinado en 1997 y desde entonces ha participado activamente en el movimiento contra la violencia policial, habló del desgaste físico que supone este trabajo: «Tuve que cargar y descargar y recoger cosas pesadas... Acabé con un agujero en el estómago, y cada vez más grande. Acabé sometiéndome a la cirugía más insoportable, que me dejó en una residencia de ancianos durante un mes después de la operación».
La intensa dedicación al activismo puede tensar las relaciones familiares. Según Colette Flanagan, fundadora de Madres contra la Brutalidad Policial, «la gente se confunde; no saben qué hacer cuando luchas contra la policía. Ha dañado a nuestra familia. Básicamente he perdido a mi hija. Estamos distanciadas; no nos hablamos desde hace diez años». El distanciamiento familiar puede llevar a la pérdida de sistemas de apoyo cruciales, dejando a los defensores más vulnerables al agotamiento emocional.
Conclusión
Comprender los riesgos a los que se enfrentan los/as DDH en Estados Unidos es crucial no sólo para apoyar a los/as defensores/as a título individual, sino también para garantizar la sostenibilidad de los movimientos de derechos humanos. A medida que la comunidad de derechos sigue lidiando con problemas de injusticia sistémica y violaciones de los derechos humanos, debemos reconocer el coste humano que soportan quienes están en primera línea de estas batallas y trabajar para crear entornos más seguros y solidarios.