La temporada superelectoral está en marcha, con elecciones en al menos 64 países de todo el mundo. Al mismo tiempo, el Foro Económico Mundial ha clasificado la desinformación como el mayor riesgo global. Moldavia no es una excepción, con las próximas elecciones presidenciales y un referéndum de adhesión a la UE previstos para otoño. El país tendrá que hacer frente a los retos de celebrar elecciones en medio de ataques de desinformación, lo que marcará una encrucijada política que marcará su trayectoria futura.
Los medios de comunicación independientes, la sociedad civil, el gobierno pro-UE y la comunidad internacional deben actuar juntos -y con rapidez- para proteger la integridad electoral en Moldavia. De lo contrario, se pone en peligro la seguridad geopolítica en Europa y se corre el riesgo de que se deteriore la democracia en un país que ha avanzado un 94% en su proceso de adhesión a la Unión Europea, lo que arroja incertidumbre sobre el futuro democrático de Moldavia.
La demografía de votantes indecisos para las elecciones presidenciales revela una vulnerabilidad dentro de la población moldava. Si bien es normal que en una democracia haya votos indecisos, en el contexto de Moldavia -un país que sufre repetidos ataques de desinformación- el importante número de votantes indecisos supone una oportunidad para que actores hostiles exploten y socaven la estabilidad política, el gobierno liberal y las aspiraciones de Moldavia a la UE. Además, la interferencia externa en las elecciones podría abrir vías para una mayor desestabilización militar y económica en Europa.
En noviembre de 2023, las narrativas de desinformación como la «rusofobia impuesta por Occidente» y el descrédito de la UE amenazaron la integridad electoral de las elecciones locales en Moldavia. Estas narrativas socavaron la credibilidad de las autoridades y candidatos proeuropeos y de las entidades que trabajan para abordar los retos de desarrollo de Moldavia, incluidas las organizaciones internacionales, los donantes y los grupos de la sociedad civil. En respuesta, las autoridades moldavas aplicaron una serie de medidas, como la prohibición de determinados canales de televisión y el bloqueo de varios sitios web. En aras de la transparencia, el Servicio de Inteligencia y Seguridad de Moldavia publicó en Internet un decreto en el que se enumeraban las fuentes de noticias rusas que eran motivo de preocupación. En dos decretos distintos, Moldavia suspendió las licencias de varios canales de televisión nacionales.
Las organizaciones no gubernamentales de medios de comunicación de Moldavia expresaron su preocupación por la forma en que se aplicó la prohibición, ya que se hizo de forma poco transparente, sin una explicación de las circunstancias de hecho y de derecho utilizadas para justificar las medidas restrictivas. Agentes internacionales como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa se hicieron eco de esta preocupación, afirmando que las restricciones a la libertad de expresión no parecían proporcionales a las violaciones cometidas en virtud de la legislación internacional sobre derechos humanos.
Como era de esperar, esta narrativa fue reutilizada contra Moldavia por el Kremlin, que calificó el bloqueo de páginas web y canales de televisión de «violación de la libertad de expresión». Paradójicamente, las páginas falsas se multiplicaron en Facebook durante las elecciones locales, utilizando métodos selectivos para promover a los candidatos políticos prorrusos, según datos de la ONG Reset recogidos en Le Monde. El artículo también describe la campaña de injerencia y su principal objetivo de apoyar a individuos prorrusos y sus agendas en Moldavia mediante el uso de anuncios prorrusos en Facebook. Se calcula que el presupuesto publicitario fue de entre 198.000 y 280.000 euros.
La publicidad política transparente es una práctica habitual durante las elecciones. Sin embargo, cuando se convierte en micro o nanodirigida, con el objetivo de llegar a los votantes con extrema precisión en función de sus preferencias o datos, este tipo de publicidad puede socavar la auténtica competencia política y la legitimidad de los resultados electorales. La manipulación de la opinión pública mediante páginas falsas y la amplificación asimétrica de los contenidos políticos agravan esta distorsión.
Salvaguardar el espacio informativo durante las elecciones es complejo y no debe hacerse «simplemente», por ejemplo, bloqueando las fuentes aparentes de amenazas. Es esencial adoptar medidas meditadas que se ajusten al marco internacional de derechos humanos. Incorporar la Ley de Servicios Digitales de la UE a la legislación nacional moldava sería un paso importante para frenar las actividades ilegales y perjudiciales en línea y avanzar hacia la adhesión a la UE.
Sin embargo, la regulación por sí sola no resolverá el problema, y la integridad electoral sólo puede garantizarse mediante asociaciones. En Moldavia se ha puesto en marcha un «grupo operativo» de colaboración entre entidades gubernamentales como el Centro de Comunicación Estratégica y Lucha contra la Desinformación (el Centro Stratcom) y partes interesadas no gubernamentales, incluida la sociedad civil y los medios de comunicación independientes. El grupo de trabajo tiene previsto realizar un análisis permanente del panorama informativo previo a las elecciones y durante las mismas, con el fin de detectar la desinformación. Los expertos proporcionarán evaluaciones y estrategias a los miembros del grupo de trabajo, incluidos Stratcom, la sociedad civil y los medios de comunicación independientes, orientando acciones eficaces y coordinando los esfuerzos de mensajería y contramensajería para mitigar el impacto de la desinformación que identifique. Este esfuerzo es costoso, y los actores internacionales necesitan apoyar esta colaboración ahora para mantenerla.
La advertencia del Foro Económico Mundial sobre la desinformación subraya la urgencia de proteger la integridad electoral. Es un momento decisivo para Moldavia, que exige una acción colectiva y financiación para garantizar la estabilidad de la trayectoria democrática del país y de Europa. La democracia de Moldavia pende de un hilo, arriesgándose a un futuro marcado por la desconfianza en los procesos democráticos y el creciente reto de discernir la realidad de la ficción.