Activists of the Coalition for the Rights and Life of Women protest as they set up a camp to demand the decriminalization of abortion, outside the National Palace in Santo Domingo, Dominican Republic, 11 March 2021. EFE/EPA/Orlando Barria
Hay una gran cantidad de grupos del movimiento feminista que realizan una labor transformadora en todos los entornos, países y áreas temáticas. Las organizaciones por los derechos de las mujeres y las niñas en el Reino Unido hace poco lograron elevar la edad legal para contraer matrimonio. Gracias al incesante activismo de los movimientos feministas y de justicia social, las mujeres del estado de Coahuila, al norte de México, ya no pueden ser perseguidas por abortar. En Estados Unidos, la Coalición de Trabajadores de Immokalee se organizó para conseguir que empresas alimentarias como McDonalds, Trader Joe’s y Amarak se adhirieran a su programa de alimentación justa. Estas acciones de los trabajadores elevaron las normas laborales en una industria bastante explotadora, y redujeron la violencia sexual en los campos.
En el centro de casi todos los movimientos por la justicia social están las mujeres y niñas cis y trans, y las personas no binarias de color que lideran la carga. No sólo en lo que respecta a los derechos reproductivos y el acoso sexual, sino también al derecho al voto, la justicia climática, la justicia racial, la reforma de la justicia penal, los derechos laborales... la lista es interminable. Son las heroínas invisibles (y a menudo con pocos recursos) que tienen un profundo conocimiento de los sistemas de poder opresivos —el patriarcado, la supremacía blanca, el colonialismo— y tratan de ponerlos en entredicho para crear un mundo realmente justo y equitativo.
A principios de este mes, Shake the Table (una organización que tiende un puente entre la filantropía, el gobierno y los movimientos por la justicia racial, de género y económica) y Bridgespan (un servicio líder de asesoramiento filantrópico) lanzaron un nuevo informe de investigación que defiende que el trabajo de cambio social que lideran los movimientos feministas puede acelerarse si se les respalda e invierte a escala.
Para aclarar: ambas somos socias fundadoras de Shake the Table. También somos activistas feministas, y el trabajo que hemos realizado en los espacios del movimiento nos ha demostrado una y otra vez la gran diferencia que los movimientos feministas, especialmente los liderados por mujeres y personas no binarias negras, indígenas y de color, están marcando en todos los temas de justicia social y desarrollo en todo el mundo.
Los movimientos feministas son poderosos y, sin embargo, carecen de recursos suficientes. Una investigación de AWID, una organización feminista mundial, muestra que, en promedio, las organizaciones de derechos de la mujer tienen un presupuesto anual inferior a 30 000 dólares, y reciben apenas el 0,13 % de la ayuda al desarrollo en el extranjero y el 0,4 % de la financiación de las fundaciones, mientras que los movimientos feministas dirigidos por personas negras reciben entre el 0,35 % y el 0,01 %. Incluso esa limitada financiación que reciben las organizaciones feministas suele ser restringida y específica para cada proyecto. Esto impide a los grupos trabajar de forma ágil y responder a las nuevas oportunidades que surgen.
Lo que hace que esta situación sea aún más insostenible es que los movimientos antigénero tienen bolsillos profundos que despliegan en oposición al trabajo de los derechos humanos universales. Una investigación del Global Philanthropy Project mostró que, entre 2008 y 2017, once organizaciones estadounidenses asociadas al movimiento antigénero canalizaron al menos mil millones de dólares a países de todo el mundo.
Este importante desequilibrio es una gran parte de la razón por la que los movimientos feministas se encuentran en un constante estado de resistencia en todo el mundo. Las guerras culturales que posiblemente se han perdido —como lo demuestran los retrocesos en los derechos reproductivos, los derechos LGBTIQ o la condena de la Teoría Crítica de la Raza, por ejemplo— en Estados Unidos están siendo instigadas y financiadas en todo el mundo por la extrema derecha. Para que los movimientos feministas aceleren el cambio social —y no se queden constantemente en la raya— deben contar con muchos recursos.
Esto es importante para la comunidad de derechos humanos en general. El patriarcado afecta a todos los temas. Tanto si te preocupa el cambio climático como el encarcelamiento masivo, el militarismo o el futuro de nuestras democracias, las mujeres, las niñas y las personas no binarias se ven afectadas de forma desproporcionada, y los movimientos feministas están en primera línea para construir un futuro mejor para todos nosotros. Las organizaciones y los financiadores que actúan en cualquier ámbito deberían aprender de ellos y apoyar su trabajo.
Estas personas no tienen que estar sometidas al tipo de limitaciones que tradicionalmente han frenado el mundo de la filantropía.
Nuestra investigación muestra que los movimientos feministas están preparados y son capaces de recibir y utilizar más de 1500 millones de dólares adicionales al año. Los fondos feministas —los mayores financiadores de las organizaciones feministas y de derechos de la mujer—, por ejemplo, son capaces de absorber 1000 millones de dólares más al año, y ya cuentan con sistemas y mecanismos bien establecidos para distribuir recursos a los movimientos de todo el mundo, incluso en situaciones de urgencia. ¿De dónde debería proceder este nuevo dinero? Creemos que debe provenir de personas con alto poder adquisitivo.
Los ultra ricos que están interesados en el trabajo de cambio social tienen la capacidad de transformar el ecosistema de recursos para los movimientos feministas. Estas personas pueden hacer donaciones sin las limitaciones que obstaculizan a muchas instituciones de financiación. Algunos donantes tradicionales, por ejemplo, no pueden financiar organizaciones en determinados países, o sólo financian un número limitado de cuestiones temáticas. Estas personas no tienen que estar sometidas al tipo de limitaciones que tradicionalmente han frenado el mundo de la filantropía.
Los donantes individuales pueden donar con audacia y creatividad. Pueden financiar todo el ecosistema y apoyar a pequeños grupos no registrados, así como a grandes organizaciones regionales e internacionales. Pueden dar sin condiciones ni limitaciones. Hemos visto este ejemplo en años más recientes por parte de personas como Mackenzie Scott, Jack Dorsey e incluso celebridades como Emma Watson o Idris Elba, y necesitamos que muchas más personas adineradas lo emulen.
A lo largo de la historia, hemos contado con los movimientos para iluminar el camino hacia adelante en un mundo complejo y problemático. El mundo actual no es diferente. El mundo se está calentando. Las libertades civiles están bajo asedio. Un virus mortal persiste. Hay más personas desplazadas por la fuerza que en cualquier otro momento de las últimas tres décadas. Los movimientos feministas en el Sur Global y los liderados por personas negras, indígenas y de color en el Norte Global son la respuesta. Tenemos que dotarlos de recursos para ganar.