La película de Hollywood de 2016, A United Kingdom, dirigida por Amma Asante, ha despertado la atención del público sobre la vida de Seretse Khama. En ella se retrata la romántica historia de amor entre Seretse, heredero del trono del pueblo bangwato en el Protectorado de Bechuanalandia (actual Botsuana), y Ruth Williams, una mujer blanca británica.
Ambientada en el período inmediato de la posguerra, la película muestra cómo Seretse y Ruth desafiaron la oposición a su matrimonio interracial por parte del imperio británico y del régimen del apartheid sudafricano.
Lo que es menos conocido es la secuela de esa historia. Bajo la presidencia de Seretse Khama, de 1966 a 1980, Botsuana mantuvo uno de los mejores historiales de derechos humanos de África. El país fue un modelo de libertad, democracia e igualdad racial en el sur del continente.
Aunque algunos economistas y politólogos alaban a Botsuana como una “historia de éxito”, el país brinda algo más que una historia de crecimiento y estabilidad. El gobierno de Seretse muestra unas lecciones históricas sobre cómo la incorporación de los derechos humanos en la elaboración de políticas puede beneficiar a los intereses fundamentales del Estado.
Para Botsuana, una sólida reputación en materia de derechos humanos resultó esencial para su supervivencia. Seretse reconoció que Botsuana se enfrentaba a retos difíciles en materia de geopolítica y desarrollo económico. Sin embargo, su programa político comenzó por afianzar los valores de una sociedad libre, tolerante y respetuosa con los derechos.
Botsuana tenía unas perspectivas improbables en el momento de su independencia en 1966. Era un estado sin salida al mar, rodeado de regímenes hostiles de minorías blancas en Sudáfrica, Rodesia (actual Zimbabue) y el suroeste de África (actual Namibia). Los británicos dejaron el país empobrecido y dependiente de sus vecinos.
El gobierno de Seretse muestra unas lecciones históricas sobre cómo la incorporación de los derechos humanos en la elaboración de políticas puede beneficiar a los intereses fundamentales del Estado.
La descolonización quedó incompleta en gran parte del sur de África, donde los movimientos coloniales de liberación se encontraron con formas brutales de opresión y violaciones de los derechos humanos a gran escala. Botsuana se encontraba en la encrucijada de esta lucha transnacional, y se enfrentaron a décadas de incertidumbre, conflictos y turbulencias en la región.
Seretse, como líder del Partido Democrático de Bechuanalandia (PDB), se centró en el poder moral del país. Su sustituto, Quett Masire, lo articuló de mejor manera al afirmar: “Cuando se es débil, hay que atenerse a los principios”.
El partido se dedicó a establecer una “democracia no racial”, un proyecto que se basaba en los ideales de los derechos humanos de dos maneras fundamentales.
En primer lugar, el partido se comprometió con las libertades liberal-democráticas. El PDB obtuvo una mayoría abrumadora en las primeras elecciones con sufragio universal en 1965. Por aquel entonces, los líderes de otros países africanos se inclinaban cada vez más por los Estados unipartidistas, porque aseguraban que un modelo autoritario aportaba mayor seguridad y desarrollo.
En un discurso para una conferencia del PDB en 1964, Seretse se preguntó si Botsuana seguiría un camino no democrático. Respondió a favor de “la libertad y los derechos humanos básicos”, y le dio la bienvenida a la oposición política y las críticas sobre el gobierno.
En segundo lugar, el partido se centró en los derechos individuales. En Bechuanalandia, los africanos sufrían discriminación racial en la política, el derecho, la economía y la sociedad. Para abordar este problema, el PDB rechazó los sentimientos antiblancos y adoptó una política de “no racialismo”.
La constitución de Botsuana de 1966 salvaguardaba los derechos de los africanos y de la pequeña población europea como ciudadanos individuales. La carta de derechos consagraba la igualdad de derechos a la vida y la libertad personal; las libertades de expresión, reunión y asociación; y la protección contra la discriminación racial y el trato inhumano.
Botsuana sigue siendo uno de los pocos países de África que ha mantenido un sistema multipartidista y una declaración constitucional de derechos desde la independencia. En la década de 1960, construyó la esencia de una democracia no racial, pero carecía de reconocimiento internacional. Algunos analistas caracterizaron a Botsuana como un Estado “satélite” o “rehén” de Sudáfrica.
Seretse comenzó a cambiar la imagen del país hacia una fuerza de cambio en la región. Los valores de Botsuana se oponían a los de Sudáfrica, cuya política de “desarrollo separado” buscaba la eliminación de los grupos étnicos africanos en tierras pseudonacionales o “bantustanes”.
Botsuana expondría los defectos de la ideología del apartheid al mostrar una alternativa atractiva. En 1965, Seretse declaró a los medios de comunicación extranjeros que su gobierno pretendía “demostrar que los negros y los blancos pueden convivir en armonía y trabajar por los intereses de su país”.
Un llamado a la ayuda era el núcleo del argumento de Seretse. En un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en 1969, explicó cómo una “democracia no racial próspera... se sumará a los problemas que ya tiene Sudáfrica para conciliar sus irracionales políticas raciales con su deseo de crecimiento económico”.
Cuanto más pudieran los socios externos ayudar a Botsuana a convertirse en un éxito, mayor sería el desafío que el país plantearía a los regímenes racistas de sus vecinos.
Edward Brooke, un senador afroestadounidense, no tardó en incluir el discurso de Seretse en la ONU en el Registro del Congreso de Estados Unidos. Añadió que “Botsuana, en cierto modo más que cualquier otra nación, ocupa una posición clave en la lucha por los derechos humanos”.
Para Brooke, los países que, como Estados Unidos, decían defender los derechos humanos debían ayudar a los que promovían los mismos valores. Los donantes norteamericanos y europeos reconocieron la importancia simbólica de Botsuana concediendo grandes paquetes de ayuda.
El gobierno de Seretse gestionó de manera eficaz la ayuda extranjera y el auge de la minería de diamantes. En sus primeras cuatro décadas, según las historiadoras económicas Ellen Hillbom y Jutta Bolt, el país tuvo “las mayores tasas de crecimiento a largo plazo del mundo”.
Botsuana también tuvo que hacer frente a la inestabilidad regional, en especial tras el levantamiento de Soweto en 1976 en Sudáfrica y el aumento de la lucha por la liberación de Zimbabue.
Dos años más tarde, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados concedió a Seretse el Premio Nansen por la ayuda prestada por su país a decenas de miles de personas que escapaban de la opresión racial. Aunque Seretse no ofrecía una base para los movimientos de liberación armados, las fuerzas de seguridad vecinas lanzaron ataques transfronterizos para intimidar a Botsuana y asesinar a los opositores políticos.
En respuesta, Seretse se mostró más abierto al derecho de autodeterminación nacional en el sur de África. Esto reforzó las credenciales anticoloniales de Botsuana entre los países africanos, que se reunieron en la ONU en 1977 para condenar las incursiones de Rodesia y pedir ayuda económica de emergencia.
Seretse Khama murió en 1980, pero la democracia no racial de Botsuana sobrevivió a los regímenes de la minoría blanca. Su visión del amplio potencial de cooperación interracial de la región se vio claramente confirmada en Sudáfrica. La transición negociada de la década de 1990 consagró los derechos humanos en la arquitectura jurídica del Estado posterior al apartheid.
El historial de Botsuana nunca ha sido impecable. Debe corregir algunas tendencias autoritarias recientes, abordar los altos índices de desigualdad socioeconómica, buscar un mayor equilibrio de género, mejorar la protección de las minorías indígenas y abolir la pena de muerte.
No obstante, la historia de Botsuana, que pasó de protectorado colonial a nación independiente, es un ejemplo de cómo los ideales de los derechos humanos han desempeñado un papel constructivo en la construcción del Estado, la diplomacia y el desarrollo en África. El gobierno de Seretse Khama demostró que dar prioridad a los derechos humanos, incluso en tiempos de inseguridad y debilidad física, podía brindar el camino más estratégico hacia un futuro más fuerte y próspero.
Este artículo es parte de una serie desarrollada en asociación con el Instituto Danés de Derechos Humanos. La serie explora distintas aproximaciones a las temporalidades de la historia de los derechos humanos y cómo se relacionan con su pasado, presente y futuro.