Académicos y profesionales, desde Alexis de Tocqueville hasta Naciones Unidas, han discutido desde hace tiempo sobre la conexión entre la democracia y los derechos humanos.
Los Estados en proceso de democratización prometen prácticas mejoradas de derechos humanos, y las democracias liberales incorporan muchos de los principios fundamentales de los derechos humanos. Además, a menudo se requieren instituciones democráticas para resguardar los derechos humanos y poner en práctica las leyes internacionales relacionadas con ellos. Esto no pretende sugerir que las democracias protegen plenamente los derechos humanos o que todas las democracias ofrecen los mismos niveles de protección de derechos. Tampoco quiere decir que los regímenes no democráticos no pueden proteger los derechos humanos. En cambio, la supuesta conexión entre la democracia y los derechos humanos sugiere que las democracias más sólidas generan mejores garantías para los derechos humanos.
Lo que falta en estos argumentos, sin embargo, es la manera en la que los propios ciudadanos entienden la conexión entre los derechos humanos y la democracia.
Entre más creen los ciudadanos que sus derechos humanos están protegidos, es más probable que apoyen a su presidente, su gobierno y el proceso de democratización en sí mismo.
En un artículo publicado recientemente en la revista académica Democratization, sugerimos que los ciudadanos de las democracias emergentes utilizan sus percepciones sobre los derechos humanos para evaluar el desempeño de los líderes elegidos democráticamente. Entre más creen los ciudadanos que sus derechos humanos están protegidos, es más probable que apoyen a su presidente, su gobierno y el proceso de democratización en sí mismo.
Estudiamos este proceso en México, un país que comenzó su experimento democrático hace 15 años. Como enfatizó el ex canciller mexicano Jorge Castañeda en un artículo publicado anteriormente en openGlobalRights, el presidente actual de México, Enrique Peña Nieto, debe tomar nota del alto valor que los ciudadanos mexicanos atribuyen a los derechos humanos. Nuestro estudio, “Perceived human rights and support for new democracies: lessons from Mexico” (Percepción de los derechos humanos y apoyo a las nuevas democracias: lecciones de México), coincide con las opiniones de Castañeda.
Antes de presentar nuestros resultados, sin embargo, cabe mencionar dos advertencias. En primer lugar, nuestro estudio observa las percepciones de los ciudadanos sobre los derechos humanos, y no el estado de las políticas o prácticas de derechos humanos. Las percepciones individuales de los derechos humanos son un componente crítico, si bien poco estudiado, de las investigaciones sobre los derechos humanos. La manera en la que los individuos perciben los derechos humanos en una democracia emergente y su evaluación del cambiante entorno político están relacionadas. La pregunta que analizamos en 2003 fue: “¿qué tanto se respetan los derechos humanos hoy en día en nuestro país?” La pregunta en 2010 fue: “En una escala del 1 al 10, en la que 1 significa ‘absolutamente nada’ y 10 significa ‘mucho’, ¿qué tanto se respetan los derechos humanos en su estado?”.
En segundo lugar, nuestro estudio se limita a México durante la primera década después de la derrota del Partido Revolucionario Institucional (PRI), después de las primeras elecciones presidenciales plenamente disputadas en el país, en el año 2000. Ese año, el candidato presidencial del PRI hizo campaña frente a los competidores de los otros dos partidos políticos principales: el Partido Acción Nacional (PAN), de centro-derecha, y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda. El ganador fue Vicente Fox, del PAN.
Estudiar la conexión entre las percepciones de las personas sobre los derechos humanos y su apoyo a la democratización y los líderes elegidos democráticamente en México durante el periodo de 2000 a 2010 es importante por varias razones. En primer lugar, como sugieren autores anteriores de openGlobalRights, México ocupa una posición importante entre los Estados recientemente democratizados: una democracia relativamente rica que interactúa en gran medida con las instituciones internacionales de derechos humanos. Sin embargo, también ha enfrentado fluctuaciones económicas y la brutalidad de la guerra contra el narcotráfico. Como resultado, México es un sitio crucial para evaluar la importancia de los derechos humanos entre los ciudadanos.
Además, en 2010, México experimentó niveles extremos de violencia a causa de la guerra contra el narcotráfico, así como los inicios de su recuperación de la recesión de 2008-2009. Al analizar los datos sobre la opinión pública de ese año, esperábamos que los derechos humanos afectaran poco la manera en que los ciudadanos evaluaban el desempeño del gobierno, y que a los constituyentes les preocuparan más temas como la restauración de la legalidad y el orden público y la mejora de la economía. Nuestros resultados, sin embargo, muestran que incluso mientras se enfrentaba una grave crisis de seguridad nacional y se experimentaban las primeras etapas de la recuperación económica, la percepción que tenían los mexicanos de los derechos humanos estaba fuertemente vinculada con su apoyo a los líderes elegidos democráticamente y la democratización. Teniendo en cuenta estos resultados, esperamos que esta conexión se presente también en situaciones menos adversas.
Flickr/Presidencia de la República Mexicana (Some rights reserved)
"President Peña Nieto and other political elites must recognize that human rights protections in new democracies cannot just be smoke and mirrors."
Nuestro estudio se basó en dos encuestas representativas a nivel nacional: la Encuesta Mexicana de Valores de 2003 (EMV 2003) y la Encuesta Nacional de Valores sobre lo que Une y Divide a los Mexicanos de 2010 (ENVUD 2010). Al examinar el vínculo entre las percepciones de los ciudadanos sobre los derechos humanos y su apoyo a la democracia en 2003, cuando la democratización mexicana estaba en sus inicios, y de nuevo después de que la democracia se había arraigado mejor en 2010, pudimos evaluar si esta relación se mantenía en diferentes etapas de la consolidación democrática.
Nuestros análisis estadísticos controlaron las variables de ideología, identificación partidista, evaluaciones sociotrópicas de la economía mexicana a nivel macro, indicadores de satisfacción económica a nivel del hogar, percepciones de la eficiencia burocrática en la democracia y algunas características demográficas fundamentales.
La EMV 2003 examinó a 2,380 adultos mexicanos durante las elecciones intermedias de la administración del ex presidente mexicano Vicente Fox (2000-2006). La ENVUD 2010 examinó a 15,910 adultos mexicanos en vísperas de las celebraciones del centenario de la revolución mexicana y el bicentenario de la independencia del país (2010).
Los cuestionarios originales de ambas encuestas incluían preguntas sobre la percepción ciudadana de los derechos humanos, así como los niveles individuales de apoyo al presidente, las actitudes hacia el gobierno y el apoyo al régimen democrático.
Los resultados de estos dos puntos diferentes en el tiempo fueron similares: entre más creían los ciudadanos que sus derechos estaban protegidos, tenían más probabilidades de apoyar a su presidente, su gobierno y la democracia en general. Inversamente, entre menos creían los individuos que sus derechos estaban protegidos, era menos probable que ofrecieran su apoyo político.
Véanse, por ejemplo, las Figuras 1 y 2, a continuación.
La Figura 1 ilustra nuestra principal conclusión: conforme mejoraban las percepciones de los encuestados sobre los derechos humanos, también lo hacía su apoyo al Presidente Fox, sin importar la afiliación partidista del encuestado.
Es importante mencionar que, como se muestra en la Figura 2, esta conexión entre las percepciones sobre los derechos humanos y el apoyo a la democratización y los líderes elegidos democráticamente se mantuvo a través de una ventana de siete años, durante los cuales los mexicanos experimentaron crecimiento económico, una recesión profunda y una lenta recuperación, así como los estragos de la guerra contra el narcotráfico sobre los derechos humanos y la legitimidad y seguridad del gobierno.
Las implicaciones de nuestros resultados son claras: incluso si se toman en cuenta las variaciones individuales y otros asuntos que afectan al país, las percepciones de los mexicanos sobre la protección de los derechos humanos tienen una correlación significativa con las evaluaciones que hacen los individuos de sus dirigentes, su gobierno y la democratización.
Esto sugiere que los líderes elegidos democráticamente necesitan hacer algo más que simplemente hablar de dientes para afuera sobre los derechos humanos. En el México de hoy, por ejemplo, no bastará con que el Presidente Peña Nieto presente las tragedias de Iguala y Tlatlaya como incidentes aislados o cubra la participación de las fuerzas de seguridad en una cantidad alarmante de casos de desaparición forzada. Ante las protestas masivas en todo el país y la caída en los índices de aprobación, el Presidente Peña Nieto y otras élites políticas deben reconocer que la protección de los derechos humanos en las nuevas democracias no puede consistir solamente en humo y espejos.
En cambio, esta protección debe ser vivida y experimentada (percibida, efectivamente) por los votantes.