Acercar a Amnistía al terreno es necesario, mas no sencillo

Hace más de 50 años, el fundador de Amnistía, Peter Benenson, advirtió: “Lo importante es movilizar la opinión pública rápida y extensamente... La fuerza de la opinión, para ser eficaz, debe tener bases amplias, ser internacional, no ser sectaria e incluir a todas las partes. Las campañas a favor de la libertad dirigidas por un país, o grupo, contra otro, a menudo no logran nada más que una intensificación de la persecución”.

Esas palabras siguen siendo relevantes el día de hoy. Las campañas sobre todos los temas, desde un tratado sobre comercio de armas hasta la situación en Siria, pueden lograr mucho más si tienen un alcance mundial y no se limitan a unos pocos países, lo que de hecho puede debilitar u obstaculizar los objetivos de la campaña.

Durante sus primeros años, Amnistía Internacional abrió rápidamente sucursales en varios países, en particular en Europa occidental y Norteamérica.  Pero establecer secciones en el sur global era difícil por una variedad de razones, y probablemente la principal era la idea simplista de transponer un modelo occidental en el resto del mundo.


Flickr/Amnesty International (Some rights reserved)

An Amnesty International event in Morocco.


Además, las organizaciones basadas en afiliados que pagaban una suscripción individual y organizadas por agrupaciones locales prácticamente no tenían precedente fuera de Occidente. El concepto de las ONG con organización formal en sí era algo relativamente nuevo. El gobierno electo por los afiliados a menudo provocaba disputas internas y problemas de gobernanza. Surgieron una gran cantidad de sucursales locales y el movimiento global no contaba con la capacidad para apoyar realmente a la mayoría de ellas durante sus primeros años.

Con todo, Amnistía Internacional se volvió más fuerte gracias a sus millones de miembros. La combinación de recolección de datos e investigaciones de alta calidad de los afiliados de las bases populares y del centro, principalmente en Occidente, produjo resultados impresionantes en una variedad de contextos: la liberación de prisioneros políticos, la lucha contra la tortura, la batalla contra la pena de muerte y la creación de la Corte Penal Internacional.

Pero aún falta mucho para que la tarea de evitar y poner fin a las violaciones graves de derechos humanos esté completa. Están surgiendo nuevos desafíos de derechos humanos además de los ya existentes.

Hoy en día, el esfuerzo de Amnistía para crear un movimiento popular realmente global a favor de los derechos humanos se trata sobre todo de hacer que la organización esté lista para el siglo XXI. A diferencia de 1961, el año de nuestra fundación, ahora hay organizaciones y movimientos locales de derechos humanos eficaces en muchas partes del mundo. La propagación de los teléfonos celulares, la Internet y los medios, reforzada por el crecimiento de la democracia, ha empoderado a las personas, particularmente a los jóvenes, para que defiendan sus derechos como nunca antes.

Al mismo tiempo, el poder económico y político ahora es claramente más multipolar. En parte, esto refleja el rápido crecimiento de China, pero también la influencia cada vez mayor de muchos países (desde Brasil hasta la India e Indonesia, desde México hasta Nigeria) en sus regiones y más allá.

La iniciativa "Acercarse al terreno" de Amnistía Internacional tiene como objetivo colaborar más estrechamente con los defensores de derechos humanos y las organizaciones locales y trabajar juntos para crear sociedades que respeten los derechos. 

Estos factores exigen que el cambio tenga un enfoque más ascendente. Ahora, por primera vez, existe una verdadera posibilidad de lograrlo. La iniciativa “Moving Closer to the Ground” (Acercarse al terreno) de Amnistía Internacional tiene como objetivo colaborar más estrechamente con los defensores de derechos humanos y las organizaciones locales, para responder con más rapidez y eficacia a las violaciones de derechos humanos y trabajar juntos para crear sociedades que respeten los derechos.

Estos cambios ya están en marcha. Un primer paso fundamental ha sido cambiar de un único centro con base en Londres a un sistema más distribuido con núcleos organizacionales dispersados a lo largo de las capitales regionales principales de todo el mundo.

Ya pusimos en práctica la primera fase con núcleos de servicios completos que tienen capacidades de operación de campañas, investigación, activismo, manejo de medios y desarrollo de movimientos. La mayor parte de nuestro programa africano se trasladó de Londres a Dakar, Nairobi y Johannesburgo. Además, nuestro trabajo del este asiático ahora se opera completamente desde Hong Kong; y el de Latinoamérica está a punto de moverse a México, mientras que los del sur y el sudeste asiáticos estarán más cerca del terreno. En los últimos años, también hemos establecido una presencia significativa en la India y en Brasil; y pronto comenzaremos esfuerzos similares en Nigeria.  

El enfoque que estamos aplicando para crear nuevas secciones nacionales está mucho mejor adaptado al contexto e incorpora aprendizaje a partir de las limitaciones del modelo anterior. El núcleo global en Londres, con la orientación de la Junta Directiva Internacional (que seguirá siendo elegida por las juntas directivas nacionales), proporcionará el control de calidad, la coherencia y la estrategia a nivel general. Todo el trabajo a nivel global (incluidos el activismo, las políticas, las leyes y las campañas globales) también se dirigirá desde los núcleos globales. La gran mayoría de nuestros fondos tanto para el trabajo a nivel global como el trabajo en los núcleos regionales y las oficinas nacionales seguirá proviniendo de los simpatizantes y los afiliados individuales. El apoyo que recibimos de algunas fundaciones importantes para cubrir parte de los costos de la transición también ha sido invaluable.

Como era de esperar, algunas ONG locales estaban preocupadas por el impacto que podría causar que una agrupación internacional de gran tamaño se estableciera en la capital. Ahora que la gente ha podido ver cómo está operando Amnistía, trabajando con apoyo mutuo y sin desplazar a los individuos y las organizaciones que han luchado por la justicia y los derechos humanos durante décadas, hemos creado y reforzado colaboraciones en el terreno. 

Algo igual de importante es que estamos comenzando a elaborar nuestras estrategias y enfoques con un planteamiento más ascendente: trabajamos directamente con quienes sufren las violaciones de derechos y combinamos esto con la solidaridad y las influencias internacionales, en su caso.

Recientemente llevamos a cabo una encuesta y escuchamos la opinión de más de 25,000 personas, de casi todos los países del mundo, sobre las nuevas metas estratégicas que tenemos planeadas. Lo que se manifestó de manera más contundente es que las personas quieren que ejerzamos presión para que los derechos humanos sean algo real en la vida de las personas y que respondamos a las crisis.

 ¿Son sencillos todos estos cambios? No, claramente no. Tuvimos que hacer mucho trabajo hacia el interior del movimiento para desarrollar una visión compartida del contexto cambiante y de cómo deberíamos responder. Incluso una vez que llegamos a este acuerdo, se han presentado varios desafíos para la implementación, que incluyen explicar los cambios a nuestros socios y a otros actores clave en materia de derechos humanos en el terreno.

Muchos de los desafíos, como era de esperar, también han sido de naturaleza práctica y logística: constituirse adecuadamente y obtener los permisos legales correctos, encontrar los espacios físicos que reúnan nuestros requisitos de seguridad, obtener los permisos laborales, conseguir las conexiones de teléfono e Internet, etc. Aún nos falta mucho para establecer todos los sistemas y procesos necesarios que nos permitan trabajar con mayor distribución global, en vez de conforme al estilo más tradicional de arriba hacia abajo. Y todavía seguimos en el proceso de desarrollar confianza: al aumentar la confianza mutua, contratar personas con las competencias adecuadas, capacitarlas y luchar contra los viejos hábitos.

Sin duda, estos cambios toman mucho tiempo y esfuerzo. Pero, ¿son estos cambios necesarios para una organización de derechos humanos global del siglo XXI? Sí, absolutamente.

Estoy seguro de que cometeremos algunos errores. Pero lo importante es reconocerlos, aprender de ellos y, sobre todo, que los intereses de las personas a las que estamos defendiendo sean la principal prioridad en todo lo que hagamos.