El deporte puede inspirar. El deporte puede unir a las personas más allá de las divisiones culturales y reforzar los valores compartidos de diversidad, equidad y respeto.
No se debe subestimar la popularidad y el poder del deporte para lograr cambios sociales en todos los niveles: desde las comunidades de base hasta las sedes de las competencias internacionales. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU ha destacado la función que pueden desempeñar el deporte y los principales eventos deportivos en la creación de conciencia con respecto a la igualdad y la no discriminación. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible también señala el deporte como un importante factor para propiciar la paz y el desarrollo.
Sin embargo, a pesar de estos y muchos otros atributos, el mundo del deporte no siempre produce resultados positivos. Con demasiada frecuencia, el deporte se asocia con efectos adversos para las personas: para los atletas y las comunidades, para las personas que trabajan en los eventos o las cadenas de suministro, y para los fanáticos que animan a sus equipos.
En el tercer Foro Sporting Chance anual, que se celebró el pasado mes de diciembre en la UNESCO en París, se escucharon de primera mano las historias de quienes han sufrido violaciones de derechos humanos relacionadas con el deporte. Esto incluyó las voces de jóvenes atletas que sufrieron abuso sexual a manos de sus entrenadores u otras personas en posición de autoridad; trabajadores que construyeron instalaciones deportivas y cuyos derechos laborales fueron violados durante la construcción; personas desplazadas por la fuerza para dar paso a la infraestructura, y fanáticos y comunidades perjudicados por las medidas de seguridad severas y otras medidas tomadas por las autoridades.
Para responder a estos y otros desafíos de derechos humanos, se requiere un cambio importante y sistémico en el propio mundo del deporte. Por fortuna, hay algunas señales alentadoras de que las reformas comienzan a arraigarse. En los últimos años, algunos de los principales órganos rectores de los deportes han asumido compromisos políticos históricos para garantizar el respeto de los derechos humanos (véase, por ejemplo, la FIFA, la Commonwealth Games Federation y la UEFA), pero hay muchos más que todavía no han asumido su responsabilidad de no hacer daño.
Estos compromisos son tan solo un primer paso, aunque uno crucial. Deben conducir a un esfuerzo más amplio para incorporar la debida diligencia en materia de derechos humanos en todos los aspectos de los eventos deportivos, así como para difundir la conciencia sobre los derechos humanos en las actividades y los actores a nivel regional y nacional, y en la cultura del deporte en general.
Para hacerlo, es necesario expresar los compromisos jurídicos y las normas de derechos humanos como principios que puedan entender fácilmente todos los involucrados en la industria del deporte, junto con medidas concretas para la acción. En términos prácticos, para empezar, esto implica mostrar a los actores involucrados las maneras en que las actividades o los eventos deportivos afectan a los derechos humanos.
En mi trabajo anterior, donde ayudé a dar forma a la estrategia de derechos humanos de la candidatura conjunta para organizar la Copa Mundial de la FIFA 2026, trabajamos con posibles ciudades anfitrionas en los tres países (Canadá, Estados Unidos y México) para identificar las repercusiones en materia de derechos humanos que podrían enfrentar desde el momento en que se tomara la decisión de adjudicar el evento hasta su finalización. A partir de ahí, se organizaron talleres para involucrar a los grupos que podrían resultar afectados, incluidos aquellos que defienden una variedad de derechos fundamentales, como las condiciones de trabajo dignas, los derechos de privacidad, los derechos de la comunidad LGBTQI+, las personas con discapacidades y los periodistas, entre otros. Estos talleres generaron recomendaciones prácticas que determinarán la forma en que los organizadores de United 2026 buscarán prevenir y mitigar los riesgos identificados, así como establecer mecanismos de reclamación eficaces.
El progreso a largo plazo requiere nuevas formas de cooperación que puedan producir aprendizaje compartido y acción colectiva por parte de la amplia gama de actores involucrados en el deporte. Los organismos deportivos, los representantes de los gobiernos y las organizaciones intergubernamentales, los anfitriones, los patrocinadores empresariales, los organismos de radiodifusión, la sociedad civil, los sindicatos, los empleadores y sus asociaciones, las instituciones nacionales de derechos humanos, así como los atletas: todos desempeñan funciones vitales.
El Centre for Sport and Human Rights se estableció en 2018 para ayudar a que estos actores se unan para aprovechar el poder del deporte en formas que contribuyan a mejorar el ejercicio efectivo de los derechos humanos en la práctica. El Centro es el producto de muchos años de desarrollo, participación y consultas con múltiples partes interesadas. Con el tiempo, todos los actores que participaron en este proceso han desarrollado un fuerte sentido de que comparten un mismo propósito. Ahora, nuestro desafío es convertir ese compromiso y propósito compartido en acciones prácticas y eficaces.
Como ejemplo de la tarea que tenemos por delante, veamos el tema de cómo responder a las reclamaciones y garantizar un recurso efectivo cuando se producen abusos en el mundo del deporte. En pocas palabras, las estructuras tal como están constituidas actualmente no son suficientes. En particular, los mecanismos existentes para resarcir los daños relacionados con el deporte no atienden las necesidades específicas de los niños, no responden a los riesgos para los trabajadores sin representación sindical y no garantizan la protección de los atletas con estatus de refugiados, entre otras deficiencias.
El intento de retorno forzoso del futbolista Hakeem al-Araibi a Bahréin a pesar su estatus de refugiado en Australia galvanizó a la FIFA, el Comité Olímpico Internacional, activistas de derechos humanos, gobiernos y millones de personas en todo el mundo con el objetivo de proteger los derechos de un atleta que también es un defensor de derechos humanos. Después de estar encarcelado por más de dos meses, Hakeem pudo regresar a casa en Melbourne, gracias en gran parte a la acción colectiva y a los actores clave involucrados que ejercieron y crearon influencia en público y tras bambalinas. Dado que este y otros casos suelen requerir medidas urgentes, una de las áreas fundamentales en las que se concentrará el trabajo del Centro en adelante será apoyar la mejora de mecanismos creíbles y eficaces para hacer frente a las brechas en la rendición de cuentas y ayudar a crear nuevas estructuras donde se necesiten.
El movimiento de deporte y derechos humanos se ha movilizado. El nuevo Centro nos ofrece un espacio de confianza para un diálogo constructivo que haga frente a los dilemas y desafíos en tiempo real relacionados con el deporte. También tenemos un creciente cuerpo de conocimientos y experiencia que se puede desplegar para ayudar a desarrollar las capacidades de todos los actores involucrados en el mundo del deporte para prevenir y reparar los daños.
El deporte se trata de alcanzar la excelencia, de trabajar de forma individual y colectiva para lograr un objetivo común. El desafío es demostrar cómo el mundo del deporte puede aportar estos beneficios a la vez que trabaja para evitar los daños a las personas en todos los niveles.