Volver atrás para avanzar

Crédito: Alejandro Ospina

Seguir el ciclo de noticias se siente como estar atrapado en un torbellino de destrucción. Desde genocidios televisados a catástrofes medioambientales, la humanidad parece avanzar en espiral hacia un doloroso final inevitable. El dinero es el rey. La tarea de salvar el planeta parece gigantesca. El proyecto «colonizar, dominar y extraer» parece imparable. Las soluciones que ofrecen la ciencia y la tecnología parecen locamente optimistas en el mejor de los casos y violentamente excluyentes en el peor. Como escritora e intérprete cuyo trabajo se basa en la búsqueda de formas indígenas de conocimiento y en la elevación de las voces africanas, me pregunto qué papel pueden desempeñar las artes a la hora de ofrecer una visión alternativa y esperanzadora. ¿Cómo puede la humanidad retroceder para avanzar?

A lo largo de la historia, se han borrado deliberadamente los conocimientos y las prácticas indígenas, creando una amnesia colectiva que nos impide ver que existe un camino diferente. En una entrevista de 2015, el autor y académico keniano Ngũgĩ wa Thiong'o habló de los efectos de la colonización en los colonizados: «Borras la memoria de quiénes son, la memoria de su pasado, la memoria de ser como pueblo, y después de borrar esa memoria plantas otra, la memoria del colonizador o la memoria del que está dominando, y entonces la memoria del colonizador se convierte en el principio de tu memoria.»

Una consecuencia de esto es que las comunidades acaban «olvidando» sus propias formas de estar en esta tierra: formas de comunicarse entre sí y con la Madre Naturaleza que están arraigadas en el respeto, la justicia y la igualdad. Sankofa puede ser una guía importante para que la humanidad afronte los retos de nuestro tiempo. Es un símbolo adinkra que significa aprender del pasado, «recuperar» en la lengua twi de Ghana. Y quizás sea aún más relevante hoy que en el siglo XIX, cuando fue desarrollado por el pueblo Gyaman de Ghana y Costa de Marfil. Recuperar el conocimiento y las prácticas ancestrales puede aportar formas de sustituir un sistema que no se puede arreglar.

Teatro, justicia y producción de conocimientos medioambientales

Esta idea inspira gran parte de mi trabajo. En WATA, la nueva obra que estoy desarrollando actualmente con el apoyo del Centro de Derechos Humanos y Justicia Global de la Universidad de Nueva York, los gemelos de 14 años Oumou y Omar emprenden una misión para salvar a su comunidad, asolada por la sequía, de la aniquilación total del medio ambiente después de que su río sea vendido a inversores extranjeros. Dirigida principalmente a estudiantes de secundaria y bachillerato, la obra sigue a los protagonistas en su transición por las tres esferas de existencia de la cosmología yoruba: el mundo de los vivos, el mundo de los antepasados y el mundo de los no nacidos. En cada uno de ellos se encuentran con adivinos de la verdad.

En la tierra de los ancestros, se reúnen sin querer con revolucionarios de la vida real: griots urbanos como Wangari Maathai, Maya Angelou y Thomas Sankara. Hablan de cómo lucharon por la libertad, de cómo cuidaron el medio ambiente y del significado de la comunidad. Extraídas de los archivos de sus discursos y entrevistas, sus palabras pueden adquirir un significado renovado en el contexto contemporáneo de la obra y formar parte de una rememoración colectiva como personajes en escena. Como dijo la actriz Viola Davis en su entrevista de 2022 en el programa de televisión estadounidense The View: «Necesitas ver una manifestación física de tu sueño. Hay algo en ver a alguien que se parece a ti que lo hace más tangible... te da la posibilidad de mirar a través de tu imaginación y redefinirte».

Me centro deliberadamente en las mujeres y los hombres negros revolucionarios dentro del campo de la justicia racial, social y climática para acercar el discurso sobre los derechos humanos y medioambientales. En última instancia, se trata de contrarrestar las nocivas narrativas que aún dominan los sistemas educativos africanos y occidentales: narrativas que borran la agencia de los pueblos indígenas y enseñan que la historia negra comenzó con la esclavitud y el colonialismo. En palabras del ex Presidente del Tribunal Supremo de Kenia, Willy Mutunga: «Debemos diversificar de quién aprendemos. Debemos domesticar lo que aprendemos».

En la historia de WATA sobre la búsqueda para salvar al planeta de la sequía, la conexión entre la humanidad, lo divino y la naturaleza es clave. Esta conexión se materializa en la obra a través de los Orishas, deidades también de la tradición religiosa yoruba, en particular Ọṣun, la diosa del río. Como dice la antropóloga y estudiosa de estudios africanos Dra. Marimba Ani, «El concepto africano de espiritualidad trata de la naturaleza, las realidades metafísicas y las fuerzas que interactúan en nuestras vidas. Por eso tu madre reza una oración cuando planta una flor, porque lo entiende como una fuente de energía. No tiene que articularlo, sino vivirlo». Los orishas también representan la resistencia y adaptabilidad de los seres humanos frente a la brutalidad, con historias que sobrevivieron a la trata transatlántica de esclavos y encontraron un nuevo significado en la diáspora negra.

Otro tema clave de la obra es la justicia. Al final de la obra, cuando se atrapa a los «malos» que vendieron el río, no se les castiga excluyéndoles, encarcelándoles o haciéndoles daño. Por el contrario, se les devuelve al redil de la comunidad y se les da la oportunidad de expiar sus culpas y contribuir a un cambio positivo. De este modo, se invita a los jóvenes a reflexionar sobre la justicia retributiva y reparadora.

Descifrar las lecciones del pasado

Como guardianes de la tierra, los jóvenes no pueden permitirse ser pesimistas sobre el futuro. Me gustaría imaginar que este trabajo, junto con el de muchos de mis contemporáneos en las artes, puede formar parte de un proyecto educativo más amplio que trate de preparar a los jóvenes para el futuro al que se enfrentan. El teatro puede utilizarse como punto de acceso para empezar a explorar los conocimientos y prácticas indígenas y ancestrales, para «recuperar» y descodificar el «lenguaje y las lecciones del pasado» y aprender de ellas. Sankofa. Puede cuestionar la lente eurocéntrica a través de la cual se enseña la historia y centrar las voces «ajenas». Puede hacer que cuestiones aparentemente complejas en torno a los derechos y la protección del medio ambiente sean más accesibles, especialmente para los jóvenes.

Hace poco encontré un vídeo de Instagram en el que el músico nigeriano Seun Kuti decía: «La esperanza es acabar con la opresión, no convertirse en el nuevo opresor. El opresor no puede hacerlo. Quien se beneficia del sistema no puede hacerlo». En última instancia, la esperanza es aprovechar el legado indígena y crear historias que inspiren a una nueva generación, los que están fuera del sistema, a ser ciudadanos activos que defiendan los derechos y desafíen la opresión.